Andrés Manuel López Obrador celebró el lunes su último Día de la Independencia como presidente de México con la reforma judicial y los militares como protagonistas, dos de los principales legados de su administración.
Antes del acto protocolario que dio inicio a las celebraciones cerca de la medianoche del domingo, promulgó su reforma constitucional más polémica: la que restructura el poder judicial para que todos los jueces sean elegidos por voto popular.
Y en el tradicional desfile militar del lunes rindió honores a la Guardia Nacional, el cuerpo estrella de su administración que no ha logrado pacificar un país donde los cárteles siguen controlando muchos territorios y los homicidios se han mantenido en niveles preocupantes, en torno a los 30.000 al año.
De hecho, varias ciudades de los estados de Sinaloa (noroeste), Guanajuato (en el centro) y Nuevo León (en el norte) cancelaron las celebraciones por la violencia.
A diferencia de otras conmemoraciones o eventos con discurso presidencial, el lunes López Obrador dejó que hablaran por él los jefes del Ejército y la Marina, que enumeraron los logros de las numerosas nuevas tareas que les encomendó el mandatario durante su administración, que termina el 30 de septiembre.
La noche previa, durante la tradicional ceremonia del “Grito de la Independencia”, el presidente repitió el protocolo de otros años pero con elogios distintos.
Lanzó vivas “a la justicia” y a la “cuarta transformación”, el proyecto político de país que comenzó a impulsar al llegar al poder en 2018 y que quiso dejar atado con una veintena de reformas a la Carta Magna. Según sus críticos, éstas pueden suponer serios retrocesos en el Estado de derecho mexicano y en la separación de poderes.
Los recursos judiciales de las últimas semanas no evitaron que la restructuración de toda la judicatura sea una realidad en México con los cambios constitucionales publicados en el Diario Oficial de la Federación el domingo por la noche. Todavía es incierto cómo se irán poniendo en marcha.
Como la Suprema Corte echó para atrás el año pasado que la Guardia Nacional pudiera estar bajo mando del Ejército, por considerarlo inconstitucional, López Obrador propuso otro cambio a la Carta Magna para resolver ese punto. Una iniciativa que, previsiblemente, será la siguiente en aprobarse en el Congreso y será un paso más en la militarización del país que se ha llevado a cabo durante su gobierno.
A diferencia de otros líderes latinoamericanos que optaron por aprovechar sus mayorías parlamentarias para sacar adelante nuevas constituciones, López Obrador optó por cambios a la actual, siguiendo la tónica de los gobiernos mexicanos anteriores. En su caso, según los expertos, las reformas propuestas son medulares.
El miedo a que la justicia se politice es el principal temor de muchos dentro y fuera de México, así como el riesgo que podría conllevar para las inversiones.
Dar cara vez más tareas a las Fuerzas Armadas preocupa por la falta de mecanismos para que los militares rindan cuentas ante los poderes civiles y la sociedad.
Pero el mandatario asegura que está suficientemente legitimado para todos estos cambios porque su partido, Morena, y sus aliados lograron una gran mayoría en las elecciones generales de junio y Claudia Sheinbaum, quien se convertirá en presidenta el próximo 1 de octubre, ganó con el 60% de los votos.
El acto del domingo por la noche en la principal plaza de Ciudad de México, el Zócalo, demostró que sus incondicionales son muchos. Miles de seguidores vitoreaban, algunos entre lágrimas, al que dejará el cargo siendo el presidente más popular de México de la historia reciente.
La multitudinaria celebración estuvo también cargada de emoción para un político amante de las masas. Las pancartas de “Gracias” ondeaban en la principal plaza del país y ni la intensa lluvia desincentivo a miles de mexicanos de estar presentes para despedirlo.
Después de la ceremonia, se vio a un López Obrador visiblemente emocionado mientras la gente coreaba “No te vayas, no te vayas”.