México traslada a migrantes a Acapulco en su intento de dispersarlos
Un grupo de migrantes caminaba sin rumbo el lunes por diferentes partes de Acapulco, un puerto mexicano en la costa del Pacífico. Este destino busca recuperarse de los daños provocados por dos huracanes devastadores, pero también enfrenta un creciente nivel de violencia.
Después de varias semanas viajando en caravana por el sur de México, las autoridades migratorias ofrecieron a algunos migrantes ser trasladados a Acapulco, donde les darían un permiso para circular legalmente por el país. Sin embargo, el documento recibido solo les permite permanecer en Guerrero, una zona conocida por su alta violencia y escaso empleo.
A tan solo dos semanas de la transición presidencial en Estados Unidos, México continúa intentando aliviar la congestión en su sur, por donde transitan muchos migrantes rumbo al norte. La meta es dispersar a quienes han acelerado sus desplazamientos antes de la investidura de Donald Trump el 20 de enero.
La estrategia de «dispersión y agotamiento» se ha consolidado en los últimos años como una política clave del gobierno mexicano. En 2024, este enfoque permitió una disminución considerable en las llegadas de migrantes a la frontera de Estados Unidos, explicó Tonatiuh Guillén, sociólogo y expresidente del Instituto Nacional de Migración (INM).
A pesar de la reducción en la cantidad de migrantes, la política se ha intensificado bajo la administración de Trump, con la expectativa de que disminuir el número de migrantes podría reducir las presiones provenientes del presidente republicano, añadió Guillén.
Las autoridades mexicanas permiten que las caravanas avancen hasta que el cansancio se apodera de los migrantes, y luego les ofrecen traslados voluntarios a otras ciudades para que se revise su situación migratoria. Sin embargo, en al menos dos ocasiones, esto ha resultado en que los migrantes queden varados en Acapulco, sin explicación alguna.
Según Guillén, la única razón detrás de esta situación es hacer más difícil la vida de los migrantes para que consideren regresar a sus países de origen.
El venezolano Ender Antonio Castañeda, de 28 años, relató que, a pesar de que Migración le prometió un permiso para transitar libremente por México, terminó atrapado en Acapulco sin poder continuar su viaje. No le vendieron boletos ni le ofrecieron ayuda.
Algunos migrantes fueron alojados en una iglesia cercana a las oficinas de Migración, mientras que la mayoría pasó la noche al aire libre, cerca de la playa. Mientras tanto, los turistas disfrutaban de las vacaciones de Navidad en una ciudad golpeada por los daños del huracán Otis.
Casi 50 migrantes se agruparon frente a la sede de Migración, esperando ser atendidos. Sin embargo, no recibieron ninguna respuesta de las autoridades.
Castañeda, que recientemente recibió dinero de su familia, pagó a un conductor de camioneta para viajar a Ciudad de México, pues fue la única persona que le inspiró confianza, entre otros que ofrecían transporte a precios exorbitantes.
Mientras tanto, en Escuintla, Chiapas, se otorgaron cientos de permisos de tránsito durante 20 días a los migrantes de la última caravana, que rápidamente tomaron autobuses hacia la Ciudad de México.
Dayani Sánchez, una migrante cubana de 33 años, expresó su temor por la inseguridad que enfrentan al tomar los autobuses, especialmente por el riesgo de extorsiones o secuestros a manos de los cárteles de drogas, problemas comunes entre los migrantes que cruzan México.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha declarado que su estrategia migratoria tiene un enfoque «humanitario», y muchos migrantes celebran los traslados que los acercan al norte. Sin embargo, organizaciones civiles han criticado estas decisiones, pues los traslados los envían a zonas violentas donde los migrantes quedan atrapados.
El sacerdote Leonardo Morales, párroco de una iglesia cercana a las oficinas de Migración en Acapulco, expresó su preocupación sobre la llegada de más migrantes, ya que las autoridades han comenzado a enviar autobuses desde el sur. Los sacerdotes locales han intentado brindar ayuda a los migrantes ofreciéndoles comida, agua y ropa.
El trabajo en Acapulco no es fácil de encontrar. El gobierno federal desplegó militares y la Guardia Nacional para garantizar la seguridad y la reconstrucción tras el paso del huracán Otis, pero la violencia sigue siendo un problema. La reconstrucción ha quedado incompleta, y las inundaciones provocadas por otra tormenta en septiembre complicaron aún más la situación.
Algunos migrantes, como Alberto Quiroz, aprovecharon la escasez de mano de obra en la ciudad, pero pronto se encontraron sin trabajo. Ahora, su principal preocupación es cómo continuar su viaje hacia Tijuana, en la frontera con Estados Unidos, donde tienen familiares.
Acapulco, que sigue siendo una de las ciudades con mayores índices de homicidios, ha visto empeorar la situación de seguridad con el aumento de extorsiones. Esto ha provocado que la reconstrucción de proyectos de inversión se haya estancado.
Muchos migrantes, como el hondureño Jorge Neftalí Alvarenga, agradecen haber salido de Chiapas, aunque aún no tienen claro adónde van. Alvarenga esperaba ser enviado a Ciudad de México o a Monterrey, donde cree que podría encontrar empleo, pero ahora se siente perdido y sin opciones.