Sin las fotos y videos que registraron el evento, la historia del Coloso del Bicentenario podría ser solo un mito. El 15 de septiembre de 2010 se cumplieron 200 años del grito de Dolores. Como cada quincena del mes patrio, la plancha del Zócalo capitalino se convertía en el epicentro de las celebraciones de la Independencia en la capital. Felipe Calderón, el entonces presidente, cumplía cuatro años de mandato y, para la festividad, mandó construir una escultura de 20 metros de altura y 14 toneladas que costó casi cuatro millones de pesos. La figura, hecha de poliuretano, fue la estrella de la noche. Después quedó olvidada. Fue al exilio, al patio de unas viejas bodegas al norte de la ciudad. A la fecha, no se sabe con exactitud en dónde está.
La figura causó polémica desde que se irguió. Fue motivo de burla en Twitter por su parecido a José Stalin, Luis Donaldo Colosio y Vicente Fernández, según algunos usuarios. El artista Juan Canfield, encargado de producir el leviatán, dijo en su momento que se basó en las características físicas del contrarrevolucionario mexicano Benjamín Argumedo. Sin embargo, la Secretaría de Educación Pública (SEP), encargada de organizar aquella fiesta patria, desacreditó lo dicho por Canfield. “El rostro del Coloso no retrata a ningún personaje en particular”, zanjó a través de un comunicado.
Esta mofa cesó como todas las tendencias en redes y dio comienzo a un nuevo capítulo. ¿Qué pasó con la pieza de 3,8 millones de pesos? Según informaron Animal Político y la BBC en 2011, el gigante yacía bajo una lona en el patio de unas bodegas de la colonia Vallejo. En 2013, el entonces gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, solicitó a la SEP la donación del Coloso para usarlo como signo turístico. La Secretaría de Educación aceptó la petición y Almacenadora Mercader (Almer) se encargó de trasladarla a Jalisco y resguardarla mientras la administración de Nayarit decidía dónde ponerla. La empresa de almacenamiento es parte del conglomerado Grupo Promotora Empresarial de Occidente. Su presidenta, Altagracia Gómez Sierra, fue nombrada en julio como coordinadora del Consejo Empresarial para el sexenio de Claudia Sheinbaum.
Esta es la última información certera que se tiene de la obra. El Coloso nunca llegó a Nayarit porque ni la Secretaría de Turismo del Estado ni los gobernadores en turno decidieron dónde ubicarla. El periódico El Universal se acercó a la empresa Almer para preguntar su aún poseían la escultura. La almacenadora accedió a que el medio entrara a las instalaciones, siempre y cuando tuvieran una autorización por escrito del gobierno tepiqueño. Pero la solicitud fue ignorada, según relata el diario.
Conocer el paradero del gigante es un laberinto burocrático, algo común en este país. El medio digital Animal Político también intentó localizar el Coloso, pero las respuestas que recibieron parecen sacadas de un cuento de Juan Rulfo. “No, no. Aquí no sabemos qué pasó ni dónde está”, comentó alguien del Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED), según el reportaje. El INIFED los redireccionó con la SEP, esta con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, que a su vez les recomendó llamar a otra instancia y así un cuento de nunca acabar. Dar con la figura de poliuretano es como caminar a tientas en la oscuridad mientras una voz omnipresente te pide dar dos pasos a la derecha, uno hacia atrás y dar media vuelta intentando ponerle la cola al burro.