Si Sydney Sweeney —una estrella tan reconocida por su belleza que hasta SNL le ha dedicado sketches centrados en su figura— no cumple con los estándares de “atractivo” impuestos por algunos, ¿qué queda para el resto de las mujeres? Es una figura tan sensual que algunos expertos de derecha, en un comentario tan memorable como inexplicable, afirmaron que sus pechos representaban el “fin del progresismo radical”. ¿Y aún así no cumple con el estándar? Queda claro que, al final, nadie puede ganar en este juego.
Esta semana, la actriz de White Lotus generó, sin proponérselo, un “debate” en Internet por tener la osadía de mostrarse en bikini, sin maquillaje y con el pelo recogido de forma informal. No eran las fotos más favorecedoras de Sweeney: no estaba posando, su bikini lila destacaba más por su funcionalidad que por su estilo y tanto su cabello como su rostro carecían del peinado y maquillaje impecables a los que estamos acostumbrados. Sin embargo, no queda claro el motivo de la polémica, ya que Sweeney solo estaba descansando y tomando el sol en su casa de los Cayos de Florida, lejos de cualquier alfombra roja o acto público. Las fotos, tomadas sin consentimiento por un paparazzi en su propia propiedad, reflejan una suposición comprensible aunque equivocada de Sweeney: que podía relajarse y ser simplemente ella misma, sin “actuar” para complacer la mirada masculina.
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No obstante, en la visión distorsionada del universo misógino en línea, mostrarse relajada y natural parecía constituir un crimen imperdonable.
De hecho, la prisa de los hombres por “cacarear” su supuesta caída en desgracia daba la impresión de que habían estado al acecho: buitres girando en círculos, ansiosos por abalanzarse ante cualquier indicio de debilidad. La acusaron de ser “común”, de estar “gorda” y, lo más ofensivo de todo, de haber “engañado” durante años a los hombres con maquillaje, vestidos llamativos y peinados impecables. Ahora, según ellos, la verdad había salido a la luz: era como cualquier otra mujer humana. Imperfecta. Defectuosa. “Normal”, lo que sea que eso signifique.
“Todas las mujeres nos engañan, la única pregunta es en qué medida”, escribió un usuario en redes sociales al compartir las imágenes. Otro célibe involuntario publicó una foto comparativa: Sweeney en bikini y Sweeney maquillada y con un vestido rojo, como si hubiera descubierto una gran conspiración. “Esto debería ser ilegal. Por cosas así es que existe la misoginia”. Y pensar que durante años creí que la misoginia era producto de una estructura patriarcal opresiva. Resulta que solo hacía falta un poco de maquillaje y un vestido bien elegido para desatarla. ¿Quién lo habría imaginado?
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Lo primero que pensé al ver la versión “natural” de Sweeney fue: “¡Increíble, incluso cuando no lo intenta, luce espectacular!”. Muchas mujeres dijeron lo mismo y señalaron que ni siquiera podían entender qué había “de malo” en esas fotos. “¿Qué ves de falso en estas fotos de Sydney Sweeney en bikini? ¿De verdad estás insinuando que no es una mujer atractiva?”, preguntó una persona, atónita. Cuesta entender cómo un hombre de 52 años, que vive en el sótano de sus padres y se hace pasar por un adolescente jugador de vóley de playa en Internet, se siente con derecho a opinar sobre una mujer que simplemente luce más “arreglada” después de una hora maquillándose. Pero así estamos. Como dijo una mujer: “Los hombres que acusan a Sydney [sic] Sweeney de ‘catfish’ por aparecer sin maquillaje y vestida de forma casual, se delatan solos: admiten que jamás tocaron a una mujer”.
Sweeney no se quedó callada y respondió a los ataques en redes sociales compartiendo comentarios donde la calificaban de “desaliñada” “fea” y “rechoncha”. Posteriormente, publicó un video de su entrenamiento en el gimnasio, donde se prepara para su próximo papel como Christy Martin, la célebre boxeadora, en una película biográfica. Fue, quizás, la mejor respuesta posible: dejó claro a ese rincón oscuro y desagradable de la red que no podrían con ella (y que, de ser necesario, podría aplastarlos sin esfuerzo).
No cabe duda de que este “debate” es absurdo. Es evidente que ninguno de los insultos dirigidos a Sweeney tiene el menor atisbo de verdad. Y aun así, esta tontería demuestra que, en el fondo, da igual cómo te veas. Ninguna mujer podrá ser lo bastante buena para aquellos que odian a las mujeres, porque su único deseo es vernos fracasar. Y cuando nos atrevemos a cometer el “pecado” de mostrarnos reales y humanas, en lugar de ser meros objetos de admiración… ese, al parecer, es el peor de los fracasos.