Con el tono enérgico que lo caracteriza, el expresidente Donald Trump ha prometido que, si los votantes lo vuelven a elegir, “la inflación desaparecerá por completo”.
Su mensaje está hecho a medida para los millones de estadounidenses que siguen exasperados por el alza de los precios al consumidor, que comenzó hace tres años y medio.
Sin embargo, la mayoría de los economistas reconocidos advierten que las propuestas políticas de Trump no acabarían con la inflación, sino que la empeorarían, y advierten que sus planes de imponer enormes aranceles a los bienes importados, deportar a millones de trabajadores inmigrantes y exigir que el Ejecutivo tenga voz en las políticas de la Reserva Federal probablemente harían subir más los precios.
Hasta 16 economistas galardonados con el Premio Nobel firmaron una carta en junio en la que expresaban su temor de que las propuestas de Trump “reaviven” la inflación, la cual se ha desplomado desde que alcanzó un máximo del 9.1% en 2022 y está a punto de retornar al objetivo del 2% de la Reserva Federal.
Los economistas señalaron que no son los únicos en dar la voz de alarma. “Investigadores no partidistas”, señalaron, “predijeron que si Donald Trump promulga con éxito su agenda, aumentará la inflación”.
El mes pasado, el Instituto Peterson de Economía Internacional predijo que las políticas de Trump –las deportaciones, los aranceles a bienes importados y los esfuerzos por erosionar la independencia de la Fed– harían subir fuertemente los precios al consumidor, a los dos años de un posible segundo mandato.
El análisis de Peterson concluyó que la inflación, que de otro modo registraría un 1.9% para 2026, saltaría en cambio a entre el 6% y el 9.3%, si se adoptaban las propuestas económicas del republicano.
Muchos economistas tampoco están entusiasmados con la agenda económica de la vicepresidenta, Kamala Harris. Rechazan, por ejemplo, su propuesta de combatir la especulación de precios como una herramienta ineficaz contra los altos precios de los comestibles. Pero no consideran que sus políticas sean especialmente inflacionistas.
Mark Zandi, economista jefe de Moody’s Analytics, y dos colegas han calculado que las políticas de Harris dejarían la inflación prácticamente sin cambios, incluso si tuviera una mayoría demócrata en ambas cámaras del Congreso. El plan de Trumo, por el contrario, dejaría los precios más altos en 1.1 puntos porcentuales para 2025, y 0.8 puntos porcentuales para 2026, concluyeron.
“Los aranceles son inflacionistas”
Los impuestos o aranceles a las importaciones son la política económica preferida de Trump. Él argumenta que los aranceles protegen los puestos de trabajo en las fábricas estadounidenses de la competencia extranjera y aportan otros muchos beneficios.
Durante su mandato, Trump inició una guerra comercial con China, imponiendo elevados aranceles a la mayoría de los productos de ese país. También aumentó los impuestos a la importación de acero y aluminio extranjeros, lavadoras y paneles solares.
Sus planes para un segundo mandato son aun más ambiciosos: Trump quiere imponer un arancel del 60% a todos los productos chinos y un arancel “universal” del 10% o el 20% a todo lo demás que entre en Estados Unidos.
Trump han insistido en que el costo de gravar los bienes importados lo absorben los países extranjeros que los producen. La verdad, sin embargo, es que los importadores estadounidenses pagan el arancel, y luego suelen trasladar ese costo a los consumidores en forma de precios más altos.
Además, como los aranceles aumentan el costo de las importaciones, una menor competencia con productos extranjeros facilita que los productores estadounidenses suban sus propios precios.
“No hay duda de que los aranceles son inflacionistas”, indicó Kent Smetters, del Penn Wharton Budget Model de la Universidad de Pennsylvania, que estudia los costos de las políticas gubernamentales. “Exactamente cuánto, ahí es donde los economistas pueden debatir”.
El impacto inflacionista de los aranceles puede depender de cómo reaccionen los consumidores ante el encarecimiento de las importaciones. ¿Seguirían comprando los productos extranjeros más caros, ya sea una cafetera china, una caja de bombones suizos o un coche fabricado en México? ¿Cambiarían a un producto alternativo fabricado en Estados Unidos? ¿O dejarían de comprarlos?
Kimberly Clausing y Mary Lovely, del Instituto Peterson, han calculado que el impuesto del 60% propuesto por Trump sobre las importaciones chinas y su arancel del 20% sobre todo lo demás impondrían, en total, una pérdida después de impuestos a un hogar estadounidense típico de 2,600 dólares al año.
Trump ha hecho algunas afirmaciones inverosímiles al vender su propuesta económica. Al hablar de cómo reduciría los precios de los alimentos, por ejemplo, el republicano precisó que el país debería limitar su importación, porque los agricultores estadounidenses “están siendo diezmados” por la competencia extranjera.
“Es una especie de disparate decir que está preocupado por los altos precios de los alimentos, por lo que impondrá un impuesto a las importaciones de alimentos”, señaló Clausing, quien también es economista de la UCLA especializado en política tributaria. “A medida que los gravas, los alimentos de la tienda de comestibles se encarecen absolutamente”.
Una enorme proporción de los alimentos que se consumen en Estados Unidos ―alrededor del 60% de la fruta fresca y el 38% de las verduras― son importados, según datos del Departamento de Agricultura. Menos del 1% de los plátanos que consumen los estadounidenses se cultivan en el país. La inmensa mayoría son importados. Estados Unidos cultiva menos del 1% del café que consume, e importa más del 70% del marisco que consume.
La campaña de Trump ha sostenido que la inflación se mantuvo baja incluso cuando el expresidente impuso agresivos aranceles como presidente. Los precios al consumidor subieron sólo un 1.9% en 2018, un 2.3% en 2019 y un 1.4% en 2020. También que la Administración Biden-Harris ha mantenido la mayoría de los aranceles de Trump, a pesar de que Harris ha criticado los planes de Trump de ampliar su implementación.
“En su primer mandato, el presidente Trump instituyó aranceles contra China que crearon empleo, estimularon la inversión y no produjeron inflación”, dijo Anna Kelly, portavoz del Comité Nacional Republicano.
Pero Zandi, de Moody’s Analytics, aseguró que la enorme magnitud de las nuevas propuestas arancelarias de Trump ha cambiado enormemente los cálculos.
“Los aranceles de Trump en 2018-19 no tuvieron un impacto tan grande, ya que los aranceles fueron sólo un poco más de 300,000 millones de dólares en importaciones principalmente de China”, acotó.
Y el contexto de la inflación era radicalmente diferente durante el primer mandato de Trump. En aquel entonces, la Fed se preocupaba principalmente por elevar la inflación, no por reducirla, hasta su objetivo del 2%. El inesperado repunte de la economía tras la recesión del COVID-19 en 2020 provocó una grave escasez de piezas y mano de obra y desató presiones inflacionistas que habían permanecido latentes durante décadas.
El impacto económico de deportaciones masivas
Trump ha prometido la “mayor operación de deportación de la historia” del país. El republicano ha dicho que su objetivo son los millones de extranjeros que viven ilegalmente en Estados Unidos.
Un aumento de inmigrantes como el que ha experimentado el país en los últimos años suele facilitar a las empresas la contratación de trabajadores. Eso puede ayudar a enfriar la inflación, al aliviar la presión para que los dueños de negocios aumenten los salarios, lo cual suele implicar mayores costos laborales y mayores precios a los clientes.
Los nuevos inmigrantes también gastan dinero, sobre todo en vivienda, por lo que, al menos en teoría, pueden impulsar la presión al alza de precios y alquileres.
Pero muchos economistas dudan de que eso esté ocurriendo ahora. Paul Ashworth, de Capital Economics, apuntó que los inmigrantes actuales son más propensos a trabajar y menos propensos a gastar que los estadounidenses nativos, en parte porque suelen enviar dinero a sus familiares en sus países de origen.
De hecho, muchos economistas sostienen que en general el aumento de la inmigración ha ayudado a controlar la inflación y evitar al mismo tiempo una recesión.
La Oficina Presupuestaria del Congreso informó en enero de que la inmigración neta —llegadas menos salidas— alcanzaría los 3.3 millones en 2023, más del triple de lo previsto. Los empresarios necesitaban a los recién llegados. Una vez que la economía salió de la crisis pandémica, las empresas pasaron trabajo para contratar suficientes trabajadores y satisfacer los pedidos de los clientes, sobre todo porque muchos nacidos en el país que forman parte de la generación baby boom estaban a punto de jubilarse.
Los inmigrantes llenaron ese vacío. En los últimos cuatro años, el número de personas en Estados Unidos que tienen trabajo o lo están buscando aumentó en casi 8.5 millones. Aproximadamente el 72% de ellos habían nacido en el extranjero.
Las deportaciones masivas que propone Trump lo cambiarían todo. El Instituto Peterson calcula que la tasa de inflación de Estados Unidos sería 3.5 puntos porcentuales más alta en 2026 si una segunda Administración Trump consiguiera deportar a los 8.3 millones de trabajadores inmigrantes indocumentados que se cree que trabajan en el país.
Un Gobierno con autoridad sobre la Reserva Federal
Trump alarmó a muchos economistas en agosto al decir que buscaría tener “voz y voto” en las decisiones de la Fed sobre las tasas de interés.
La Reserva Federal es el principal organismo gubernamental de lucha contra la inflación. La agencia ataca la inflación elevada subiendo las tasas de interés para intentar frenar el endeudamiento y el gasto, ralentizar la economía y enfriar el ritmo de subida de los precios.
En marzo de 2022, la Fed inició una agresiva serie de incrementos de tasas para combatir el peor incremento de la inflación en cuatro décadas. Desde un máximo del 9.1%, la inflación ha vuelto a caer cerca del objetivo del 2% de la Fed.
Estudios económicos han demostrado que la Reserva Federal y otros bancos centrales sólo pueden controlar eficazmente la inflación si se mantienen al margen de las presiones políticas.
Esto se debe a que subir las tasas para combatir la inflación suele ralentizar la economía y, en ocasiones, provocar una recesión. Los políticos suelen preferir que la Fed no suba las tasas, cuyo resultado podría poner en peligro sus reelecciones.
“La percepción de que la fed está bailando al son que prefiere un presidente comprometería su capacidad de subir las tasas de interés cuando lo creyera necesario para combatir la inflación”, comentó Samuel Gregg, economista político del Instituto Estadounidense de Investigación Económica, un centro de estudios sobre el libre mercado.
El informe del Instituto Peterson concluyó que poner fin a la independencia de la Fed aumentaría persistentemente la inflación en 2 puntos porcentuales al año.
“Aunque Trump promete ‘hacer pagar a los extranjeros’”, concluyeron los investigadores en su informe del Peterson, “nuestro análisis mostró que sus políticas acabarán haciendo pagar más a los estadounidenses”.