A tres meses de las elecciones del país más poderoso del mundo, todo movimiento político se lee en clave electoral. Esta semana, el presidente de EEUU Joe Biden ha iniciado el proceso para “reclasificar” la marihuana como una droga de bajo riesgo. Esto implicaría una rebaja de la persecución histórica sobre esta droga, que se consume más entre la población joven pero cuya represión afecta desproporcionadamente a minorías y poblaciones marginadas.
“Es una cuestión de percepción. Este movimiento crea una imagen de que Biden se está moviendo hacia la legalización de la marihuana”, explica en una entrevista con EL PERIÓDICO Alan Budney, profesor de psiquiatría y de datos biomédicos en la Universidad de Dartmouth. Actualmente, la marihuana está clasificada al mismo nivel que el fentanilo, la metanfetamina, el LSD y el éxtasis mientras que pasaría a ser considerada al nivel de riesgo de medicinas bajo receta como los esteroides anabólicos. Sin embargo, el movimiento tiene trampa.
“No se trata de la legalización de la marihuana. La comercialización va a estar muy limitada a fármacos específicos”, explica Kelly Fair, abogada especializada en la regularización del cannabis. La propuesta de Biden está ahora en manos de la Administración de Control de Drogas (DEA) y el veredicto podría llegar antes de las elecciones del 5 de noviembre. La bancada republicana, aunque acusó a Biden de electoralista, no prevé cambio de rumbo si ganara Donald Trump.
“La Administración quiere la palabra ‘aceptado’ de la DEA, pero no ‘aprobado’”, explica Jesse Harlan especialista en derecho administrativo. La aprobación de fármacos de cannabis sería otro paso mucho más ambicioso, a futuro en manos de otra agencia, la Administración de Alimentos y Medicamentos, la FDA. La legalización a nivel federal sigue lejos, si bien la mitad de los estados tienen normas más flexibles.
La marihuana es la droga ilícita más consumida en EEUU: el 22% de la población (61,9 millones de personas) la consumieron en 2022, último año con cifras oficiales. El consumo más alto por franjas de edad fue entre los 18 y los 25 años: un 38,2%, que se traduce en 13,3 millones de personas, y potenciales votantes.
Ambos candidatos tienen un problema con el voto joven. El 67% de los que tienen entre 18 y 34 años se sienten insatisfechos con los dos candidatos disponibles. La media de edad entre los dos es de 79 años: Biden con 81, Trump con 77. Si la edad es un impedimento para gobernar está por ver, pero la preocupación más inmediata es motivar a esos jóvenes tanto como para que acudan a registrarse para votar ya que, a diferencia de España donde el censo sirve de registro electoral, ejercer el voto en EEUU es un proceso en dos pasos.
Si bien el actual mandatario lidera en las últimas encuestas entre jóvenes, lo hace con apenas un 8% muy volátil. Solo el 36% de los que votaron en 2020 tenían menos de 50 años, un porcentaje en caída libre. Esto perjudica más a Biden que a Trump, ya que los jóvenes votan más progresista. Pero Biden cierra legislatura dejando un gran desánimo económico y el rechazo por su apoyo al primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en la guerra de Gaza.
La edad y el privilegio: cuestión de raza
Tanto Trump como Biden ya han superado con creces la esperanza de vida de EEUU de solo 76 años (ocho menos que en España), lo cual les señala como parte de ese sector privilegiado, con acceso a sanidad privada puntera y que se pueden permitir un estilo de vida relativamente saludable. Ambos doblan la media de edad de 38 años y, en un país de gran diversidad étnica y racial, los dos candidatos inusualmente mayores y blancos experimentan dificultades para conectar con un electorado que no se identifica con ellos.
La reclasificación de la marihuana también apunta a las minorías. Si bien la prevalencia del consumo de cannabis a lo largo de la vida fue menor entre la población negra (45,3%) que entre blancos (53,6%), los afroamericanos tienen 3,64 veces más probabilidades de ser detenidos por posesión de cannabis, según un estudio de la Universidad de Columbia publicado por la Asociación Médica Americana.
Esto se explica por la desproporción en los registros policiales aleatorios, especialmente en carretera, donde un tercio de los conductores parados son negros (el doble que los blancos, a pesar de que la población negra representa un 13% del total y los blancos más del 75%). Sin embargo, el contrabando entre afroamericanos es inferior a la de los conductores blancos, según el Instituto de Políticas Públicas de California. Estos arrestos por crímenes menores –que pueden acabar con cárcel por impago de multas o reincidencia– bajaron en los estados donde se descriminalizó esta sustancia. “Quita la marihuana como delito y bajan los registros”, concluye un estudio de Stanford.
“Nadie debería estar en la cárcel simplemente por usar o poseer marihuana”, dijo Biden tras el anuncio de la medida. “Demasiadas vidas han sido alteradas debido a un enfoque equivocado hacia la marihuana y me comprometo a corregir esos errores”, prometió.