Los hijos de Rosa Rentería, ama de casa de 54 años, siempre votan. La matriarca de esta familia de estatus migratorio mixto en Phoenix (Arizona) es quien examina las propuestas electorales de los candidatos, desde el presidente hasta los concejos de distrito, y recomienda a los suyos qué es lo que tienen que marcar en las papeletas. “Mis hijos son los que ponen la boleta, pero la que vota soy yo”, se ríe esta activista por un sistema migratorio justo, mientras recoge los restos de una manifestación por la causa frente al Capitolio de Arizona. Rentería siempre había aconsejado a sus hijas que votaran demócrata, el partido que tradicionalmente ha acaparado el voto latino en Arizona y el resto del país. Pero de cara a las elecciones de este noviembre, admite: “Ahorita estoy en un dilema. Donald Trump nos ha hecho mucho daño, pero el presidente Joe Biden tampoco está haciendo mucho”.
Unas millas más allá, Marcel Silva, estudiante de Gestión de Cadenas Logísticas en la Universidad Estatal de Arizona, admite que estas elecciones le “dan miedo”. Pese a describirse como un simpatizante demócrata nato, ninguno de los candidatos le gusta esta vez. En 2020 votó sin dudarlo por Joe Biden, pero ahora está “completamente en desacuerdo” con la política del actual presidente sobre la guerra en Gaza. “No quiero votar por Biden, pero tampoco votaría jamás por Donald Trump. No me gusta Biden en absoluto, pero creo que acabaré votando por él para que Trump no salga elegido. Es cuál de los dos es menos malo”.
Arizona es uno de los seis Estados “púrpura” (bisagra) que se perfilan como claves para decidir quién será el presidente de Estados Unidos para los próximos cuatro años. Aquí confluyen los grandes asuntos a debate en la campaña electoral: la inmigración irregular que entra a través de la frontera con México; la desinformación sobre el falso fraude electoral; la defensa del derecho al aborto, intensificada después de que el Supremo estatal recuperase una ley del siglo XIX que lo prohibía y los parlamentarios locales la revocasen a comienzos de este mes; el cambio climático, palpable en unas temperaturas que a mediados de mayo ya alcanzan los 34 grados Celsius a media mañana en el exterior del Capitolio en Phoenix, y que son más elevadas aún en los barrios de clase trabajadora del sur de la ciudad, con mucho pavimento y pocos árboles, donde habita la mayor parte de la comunidad latina.
Sobre todo, preocupa la economía. Arizona es un Estado, sobre el papel, pujante. Impulsado por el turismo, las energías limpias y unas inversiones de más de 60.000 millones de dólares para convertirlo en un gran núcleo de producción de semiconductores. Su índice de desempleo es de solo el 3,7%, por debajo de la media nacional. Pero la escasez de vivienda ha disparado los precios inmobiliarios —el coste medio de una casa en Phoenix supera los 400.000 dólares—, lo que a su vez ha elevado el coste de casi todo. Aunque ahora se ha moderado, la inflación llegó a ser la más alta de todo el país en los primeros años del mandato de Biden.
Este antiguo bastión republicano ha registrado una transformación colosal en la última década. En 2011 era noticia por aprobar una ley que permitía a la Policía parar en la calle y exigir la documentación de quien pensara que pudiera ser un inmigrante irregular —una medida que el Supremo acabó tumbando en su mayor parte por inconstitucional—; desde 2020, lo es por elegir candidatos demócratas en cada ciclo electoral, incluido el propio Biden. Y en esa evolución, el voto latino ha desempeñado un papel clave. En Arizona, este bloque, tradicionalmente demócrata, representa el 25% del total, el segundo más numeroso solo por detrás del voto blanco. Es un protagonismo que va a aumentar este noviembre, cuando están llamados a las urnas por primera vez 150.000 jóvenes votantes latinos en este Estado.
Su movilización es fundamental para Biden y el Partido Demócrata. En 2020, según las encuestas a pie de urna, un 60% de los votantes latinos apoyaron al actual presidente, que acabó ganando por apenas 11.000 boletas. Pero hay indicios de que, aunque la mayoría de esta comunidad mantiene su respaldo a los demócratas, una parte, sobre todo jóvenes y progresistas, está desencantada. Según una encuesta que publicaba este mes el New York Times, solo un 36% de los consultados hispanos aseguraba que votaría por el actual presidente. Al mismo tiempo, parece crecer el apoyo a Trump, que recibe un 26% del respaldo, según el sondeo del Times.
“Estamos empezando a ver especialmente jóvenes varones latinos que en estas elecciones en particular están empezando a mostrar un poco más de afinidad por el Partido Republicano y el voto republicano que en elecciones anteriores”, explica Lisa Sánchez, profesora adjunta en la Escuela de Gobierno y Política Pública de la Universidad de Arizona.
La desmotivación, un problema
Pero, sobre todo, ha crecido el número de aquellos que no se sienten especialmente interesados en uno u otro candidato, que sienten que Biden no ha cumplido sus expectativas y que perciben a un Trump que ha llegado a declarar que los inmigrantes irregulares “no son personas” como demasiado extremo. “Se encuentran un poco desilusionados y eso es un problema a solucionar”, admite la senadora estatal Anna Hernández, candidata ahora al distrito 7 del concilio de Phoenix.
“En general, los latinos siguen estando a favor del Partido Demócrata y sus políticas, pero hay una gran preocupación acerca de que simplemente no estarán motivados para salir a votar. Biden, en particular, necesita el voto latino y en un Estado como Arizona, que solo ganó por unos pocos miles de votos, cada voto cuenta. Si esos votantes no se movilizan, y no hay un esfuerzo por que salgan a votar, eso puede marcar una diferencia enorme en las elecciones en noviembre”, considera la catedrática Stella Rouse, directora del Centro de Investigación Hispano de la Universidad Estatal de Arizona (ASU, por sus siglas en inglés).
Rouse también apunta a un giro en las poblaciones más cercanas a la frontera “simplemente porque son las que tienen que emplear más recursos necesarios para lidiar con el enorme flujo de migrantes que llegan. Y eso es otra cosa que creo que debe preocupar a Biden y los demócratas”.
La campaña de Biden mira con especial atención este Estado. El presidente se desplazó a Phoenix en marzo, cuando reconoció ante la comunidad latina que necesitaba su voto “desesperadamente”. Le han seguido visitas de la vicepresidenta, Kamala Harris, para defender los derechos reproductivos, y de la primera dama, Jill Biden, que el fin de semana pasado participaba en la ceremonia de graduación del Phoenix College. La campaña también ha lanzado anuncios para defender el derecho al aborto dirigidos específicamente a los varones latinos en Nevada y Arizona.
Una batalla clave por el Senado
Es algo que la campaña del congresista demócrata Rubén Gallego quiere evitar a toda costa en la carrera que le enfrentará previsiblemente con la republicana Kari Lake, antigua presentadora de televisión, por un escaño en el Senado federal, en una de las batallas más intensas de las elecciones de noviembre y que pueden decidir qué partido controlará la Cámara Alta.
“Ir a todas partes y hablar con todos” son las consignas de este hijo de colombiana y mexicano, criado en Chicago y que representa a un distrito que es 65% latino. “Con demasiada frecuencia, los políticos tratan a los votantes latinos como una casilla que deben marcar. Nuestra campaña es diferente: estamos enfocados en eventos comunitarios, recorridos gastronómicos, reuniones en español o una fiesta para ver un combate de boxeo”, asegura Gallego, citado por su campaña.
El congresista, que llegó a la Cámara de Representantes alineado con el ala progresista del partido, ha ido moderando sus posiciones para adecuarlas a un público, el de Arizona, caracterizado por una mayor moderación en sus posiciones que en otras zonas del país. Incluida su postura en torno a la inmigración irregular, uno de los asuntos que más preocupan en este Estado. Ahora exige medidas más contundentes para garantizar la seguridad en la frontera y reformar el sistema migratorio, algo que su campaña asegura que coincide con la opinión de la mayoría de la comunidad latina.
Las encuestas apuntan que su vía parece estar dando resultados. El congresista se encuentra por encima de su rival republicana en la carrera por el escaño que dejará libre Kyrsten Sinema en noviembre. Un 45% de la intención de voto por el 41% para Lake, con un 14% de indecisos, según el sondeo del New York Times. Otra encuesta de la cadena de televisión CBS encuentra que Gallego aventaja a su rival por trece puntos porcentuales, el 46% frente al 36% de la intención de voto. Entre los votantes hispanos, esa diferencia aumenta a 26 puntos, el 58% frente al 32%.
Faltan aún seis meses para las elecciones, y todo está por decidir. Pero algo está claro: quien consiga la mayoría del respaldo latino bien puede ganar en Arizona y, con ello, hacerse con la llave de la Casa Blanca. Hasta entonces, Rosa Rentería seguirá manifestándose por un sistema migratorio justo y deshojando la margarita sobre qué recomendará votar a sus hijos: “Lo tengo que pensar muy bien”.