En entrevista ‘Soncora’, uno de los principales representantes del país en las MMA, recuerda sus inicios, su vida antes de llegar al más alto nivel y la vez que renunció a lavar platas en un restaurante para perseguir su sueño.
El calendario marcaba el 13 de septiembre del 2022 y aunque esa fecha parecía no tener relevancia, finalmente se quedó marcado en su corazón para la eternidad. Pero antes que llegue ese día, uno de los más felices de su vida, Daniel Marcos tuvo que transitar por un camino lleno de tribulaciones. Tras meses entrenando sin algo seguro que le respalde, sin encontrar oportunidades para brillar lejos del Perú, el peleador se cansó de los puños y comenzó a lavar platos en un restaurante. La situación se había vuelto insostenible. Pero el destino le tenía preparado algo mejor dentro de una jaula.
Mientras enjuagaba, la llamada por la que esperó durante varios años llegó. No lo dudó ni un segundo: renunció con solo un día de trabajo. Su sueño era innegociable. El resto es historia. ‘Soncora’, como le conocen dentro y fuera del octágono, firmó contrato con UFC después de una pelea brillante, donde la lesión que sufrió en el cráneo —poco antes— pasó a segundo plano.
En una entrevista con Infobae Perú, Daniel Marcos cuenta su historia y el camino que se ha trazado para cumplir el sueño de llevar al país a lo más alto de las MMA. Un invicto le respalda y su ambición, seguramente, lo llevará más lejos de lo que ya llegó.
No, yo descubrí que las artes marciales mixtas existían a los 19 o 20 años. Yo trabajaba vendiendo telefonías móviles en Perú y una vez mi amigo me dijo para ir a entrenar a un gimnasio de “vale todo”, como se conocía. Buscamos y encontramos uno en Pueblo Libre. Nos agradó, porque justamente estaba mi entrenador, que estaba cortando peso, en ese momento era peleador. Y me gustó todo, las rejas, el corte de peso, los pads… me gustó esa sensación. Sentí una energía muy buena y dije: ‘aquí es’. Allí comenzó todo el transcurso de mi carrera. Jamás pensé ni tuve noción de las MMA como deporte, porque en Perú y en Sudamérica, en general, es todo fútbol.
De la nada, la MMA llegó a mi vida, yo pensé que era solamente un hobby, pero me gustó mucho más cuando tuve mis primeras competencias de lucha libre, que gané. Me gustó la sensación y así, sucesivamente, fue pasando el tiempo hasta que tuve mi primera pelea amateur y después no dejé de pelear nunca más.
No, ningún deporte, solamente el fútbol, que lo jugaba siempre con todos mis amigos en San Miguel. Eso sí practiqué, pero no otro deporte de contacto. Me gustaba pelear en las calles, siempre me ha gustado pelear. El fútbol no llegué a entrenar en una academia porque no tenía los recursos económicos, pero participé en campeonatos y en mi barrio éramos muchos que peloteábamos todo el día. En vacaciones estábamos desde la mañana hasta las seis de la tarde y no parábamos, pero no pude ejercerlo por un tema de dinero.
En la transición pura para las MMA, yo era una persona que trabajaba en ventas hasta la cuarta pelea o quinta pelea aproximadamente. He trabajado vendiendo líneas móviles. Me gustaba siempre estar en la calle y vender, esa era la forma de solventar mis gastos, creando oportunidades. Luego mi entrenador me dijo que no podía hacer las dos cosas a la vez. Trabajé de delivery, haciendo almacén de un amigo que me ayudó mucho, también fui entrenador, pero cuando pasó la pandemia, ahí fue el tema más duro, porque cerró todo en Perú y se hizo mucho más lento mi progreso. Lo único que pude hacer fue trabajar vendiendo mascarillas en las calles y en los mercados. Hice delivery también en ese tiempo y siempre creé oportunidades para sobresalir y entrenaba hasta que me dio el covid. Esta enfermedad me cambió mi forma de pensar, necesitaba estar 100% entrenando. Además, tengo una familia y tenía que solventar los gastos de la casa.
Yo llegué a Estados Unidos en enero y entrené duro hasta julio, cuando pensé que ya no podía más. Tenía que trabajar y buscar dinero, porque mi familia también lo necesitaba. Comencé a lavar platos en un restaurante peruano y ese mismo día que inicio me avisaron que había una pelea para Contender Series, que es un evento donde dan oportunidades para llegar a la UFC. Trabajé un solo día allí, dejé todo porque era mi oportunidad y no la quería desaprovechar. Salí muy tarde en la noche y al día siguiente me puse a entrenar.
Tuve un accidente, porque yo manejaba un scooter de dos ruedas, y de la nada se me rompe la llanta camino a mi entrenamiento. Entonces, vuelo, estaba a 40 kilómetros por hora y me abro la cabeza. Me pusieron 15 puntos, estaba todo raspado y ya faltaba un mes para la pelea. La gente no sabía eso, pero tenía que pelear sí o sí, era lo que estaba esperando. Gracias a Dios se dio una buena pelea y gané el contrato. Valió la pena todo lo que me pasó, porque me ha hecho sentir mejor persona y me ha hecho crecer como atleta.