El balear cede en tres sets ante la pegada del alemán y da las gracias al público por su apoyo.
Rafael Nadal se ha despedido este lunes de Roland Garros tras hincar la rodilla ante Alexander Zverev, por 6-3, 7-6(5) y 6-3, en 3 horas y 5 minutos. Sólo él y su cuerpo saben si es una despedida definitiva. Todos los condicionantes hicieron que lo pareciera.
Rafa hizo lo que tenía que hacer para llegar en las mejores condiciones posibles pero no le dio ante un tenista superior y que será el mismo perfil de jugador que se encontrará en el futuro en los torneos por su actual ranking (275). La élite está entre los 32 primeros puestos. Lo que sea bajar de esa clasificación significa sufrir desde el primer día.
Zverev, un inmenso verdugo, es apenas el tercer tenista capaz de derrotarle en la central del Bois de Boulogne tras Robin Söderling y Novak Djokovic. Sólo otras dos veces había cedido el español en el debut en un ‘major’.
Nadal ganó el sorteo y eligió sacar. El primer punto del partido, tras un largo intercambio, acabó con una dejada en la red del español. Estaba apoyado por las 15.000 personas que llenaban la Philippe Chatrier.
Lejos queda el tiempo en que le iban en contra. Fue de 2005 a 2008. Cuando Roger Federer, el favorito del público, levantó la Copa de los Mosqueteros en 2009, todo cambió.
Marc Maury, el histórico speaker del torneo, se había quedado sin voz al relatar todas las hazañas del manacorí sobre la tierra parisina y en los grandes escenarios de la raqueta.
Zverev ganó el primer juego en blanco. A Rafa se le habían visto todas sus carencias en apenas tres minutos. Falto de movilidad en los movimientos laterales y renqueante al servicio con una inoportuna doble falta.
Al español no le favorecían en nada los elementos. La tierra estaba pesada como consecuencia de la lluvia que obligó a disputar el duelo bajo techo. Sascha, llamado a ser un campeón de ‘Grand Slam’, sigue con la vitrina vacía a sus 27 años. Su fragilidad mental es un hecho a pesar de que ostenta 22 títulos, entre ellos el oro olímpico en los Juegos de Tokio.
A los ocho minutos, el marcador era de 2-0. El alemán había sacado adelante un segundo juego en el que iba 0-30. Rafa buscaba sensaciones desesperadamente y no las encontraba con su revés, muy diezmado desde su operación de cadera. Necesitaba estrenar su casillero. A los 13 minutos, logró su objetivo. La grada se volvió loca. Estaba con él.
El palco del campeón de 22 grandes estaba repleto como si fuera una final y con la misma gente que le había acompañado en sus 14 finales en los Internacionales de Francia. Su padre Sebastià compartía fila con sus tres hermanos. Miquel Àngel, Rafael y Toni, mentor de Rafa y el que le condujo a saborear las mieles del éxito. También estaba su madre Ana María, su hermana Maribel y su esposa Mery Perelló.
No se lo quisieron perder Novak Djokovic, el mayor rival que ha tenido el español en una pista de tenis y también en el Abierto galo, y Carlos Alcaraz.
Zverev sacaba por encima de los 200 kilómetros por hora sin apenas esfuerzo. Pero empezó a fallar. De repente, Nadal se fabricó un 15-40 para igualar a dos. No lo convirtió porque su adversario lo contrarrestó con misiles.
El español había ganado a todos en los entrenamientos, pero hace tiempo que no juega como entrena. En el octavo asalto, como ha venido realizando a lo largo de su trayectoria, el rey de la tierra cambió de raqueta.
Sacha tuvo la primera opción de set al resto. Estrelló una derecha en la red. La segunda se le marchó con un punto de saque de la leyenda. Una derecha que murió en la red dio la primera renta al tenista natural de Hamburgo.
Nadal no generaba golpes ganadores (5) y sufría ante las balas que le llegaban desde el otro lado de la red.
El último partido del balear al mejor de cinco sets había sido el 18 de enero de 2023 con Mackenzie McDonald en el Open de Australia. Y acabó lesionado. El tiempo también corría a favor de Zverev.
Nadal fue competitivo y murió con las botas puestas. Salvó dos pelotas de ‘break’ en el juego inicial del tercer set y se distanció después hasta el 2-0 con un punto de relajación de Zverev que le podía costar caro. Supo reaccionar a tiempo.
Rafa sufría para sacar adelante cada uno de sus juegos al servicio. Siguió vivo hasta el séptimo juego del tercer set. No quería sacar la bandera blanca, pero no le quedó más remedio ante el revés cruzado de su verdugo.