Arnulfo Castorena fue criado por su abuela, aprendió a nadar en un internado y ahora lleva cuatro oros en los Juegos Paralímpicos.
En una vida, Arnulfo Castorena ha pasado de tener nada a ser un ejemplo. Nació en Guadalajara (mayo 27, 1978), pero su madre falleció en el parto y su padre se desentendió cuando supo de su discapacidad. Su abuela tomó la responsabilidad de un niño que 46 años después ganó su cuarto oro en los Juegos Paralímpicos de París 2024 dentro de la prueba de 50 metros pecho, clase SB2.
Tras su llegada al mundo, la abuela Todosia se encargó de cuidarlo porque nació sin desarrollar el pulmón, el brazo izquierdo y las extremidades, de acuerdo a la página Olýmpics.com.
La abuela le llamaba Cocoliso y lo protegió porque no lo aceptaban en la escuela. Forjó un niño a base del amor, pero debió dejarlo volar muy joven, a los seis años, cuando se fue a la ciudad de México para entrar a un internado de monjas, donde aprendió a leer y escribir, y comenzó su historia en el deporte porque ahí se lanzó a la alberca y comenzó a nadar.
En ese trance se enteró que su abuela había muerto. Si antes tenía poco, ahora tenía menos.
Arnulfo volvió a Guadalajara a los 12 años y quedó a cargo de su tía Consuelo. A su alrededor había vicios y perdición; él prefirió vender chicles en un semáforo para ganarse la vida. Con las ganancias de ese esfuerzo se compró un patín del diablo para moverse, una necesidad primaria porque las prótesis ya le empezaban a quedar pequeñas.
En esa labor fue descubierto por un funcionario del CODE Jalisco (el instituto del deporte de Jalisco) lo encontró y lo invitó a practicar deporte. Jalisco, la máxima potencia olímpica y paralímpica, lo lo había hecho parte de su sistema.