La salida de Messi y Cristiano Ronaldo de la Liga Española, el segundo mejor campeonato nacional en el mundo después de la Premier League.
Dejó un profundo vacío porque durante una década, ambos jugadores habían protagonizado una de las mayores disputas en la historia del futbol: el mejor jugador de la época según los madridistas, contra el mejor jugador de esa misma época y probablemente de cualquier época, de acuerdo a los aficionados del Barça y a millones de personas que sin ser fanáticos de estos equipos se sumaban jornada tras jornada y temporada tras temporada a esta discusión.
Por si fuera poco, esos años de competencia feroz por las audiencias, los patrocinios, los Balones de Oro y desde luego los títulos, tuvieron un ingrediente extraordinario: Mourinho dirigía al Madrid en su apogeo y el joven Guardiola al Barça agregando una cuota de rivalidad pocas veces vista en los banquillos, las salas de prensa y los medios de comunicación que en pleno estallido del ecosistema digital, llevaron este viejo clásico a cifras descomunales de penetración, cobertura, seguidores, generación de contenidos y conquista de territorios.
La caducidad de Messi y Cristiano como futbolistas estelares produjo una pérdida inmediata del interés en La Liga a nivel mundial. De alguna forma este campeonato había perdido aquel brillo universal que le permitía pelear codo a codo con el inglés.
Este enorme hueco imposible de llenar, vamos, ni siquiera de imaginar poder llenar, ha sido paliado un poco por la monumentalidad del Real Madrid que en los últimos tiempos sostuvo el imperio de su Liga con triunfos europeos heroicos y memorables.
La llegada de Mbappé al Madrid y por lo tanto al campeonato español, ayudan a recuperar cierto interés por ver a los mejores jugadores en los mejores equipos de España; el problema para La Liga es que ahora todos juegan para el Madrid: la diferencia será abismal.