Luego de varios pasos tímidos por insertarse en el deporte profesional, Cuba dará este martes 27 un salto monumental en esa dirección, con la celebración del primer cartel de boxeo rentado desde la década de 1950 en La Habana.
De hecho, era la encargada de regular la parte amateur de este deporte, vinculada al Comité Olímpico Internacional (COI), pero que ha tratado en los últimos tiempos de colarse en el negocio rentado con carteleras de segundo nivel, como la de La Habana.
Pero la relación entre el COI y la IBA terminó, al punto de que el boxeo ha sido excluido, al menos por el momento, del programa de los Juegos Olímpicos de Los Angeles´2028, y su reinserción dependerá de los auspicios de un nuevo organismo, llamado World Boxing.
De todos modos y aunque se trate de un evento de categoría inferior, representa un parteaguas, más de seis décadas después de que Fidel Castro eliminó el profesionalismo en el deporte en Cuba y demonizó a quienes vivían del dinero que les reportaba sus habilidades atléticas, llamándolos “esclavos”.
En esos largos años, la prensa oficialista ignoró las hazañas de los cubanos, tanto en las Grandes Ligas del béisbol, como en los cuadriláteros de boxeo, a pesar de que hombres como José “Mantequilla” Nápoles, Ultiminio Ramos, Luis Manuel Rodríguez, y más recientemente Joel Casamayor, Erislandy Lara y Guillermo Rigondeaux, entre otros, consiguieron escalar a lo más alto del firmamento pugilístico rentado.
La única referencia a los boxeadores profesionales cubanos era a Eligio Sardiñas, Kid Chocolate, campeón mundial en la década de 1930, porque fue mucho antes de la llegada de Castro al poder, y porque decidió quedarse a vivir en la isla, donde falleció en 1988.
Entretanto, los medios dedicaban ríos de tinta para ensalzar el poderío de los boxeadores amateurs, que dominaban a su antojo en los Juegos Olímpicos y aportaban la mayor cantidad de medallas a las delegaciones cubanas en cuanto evento se celebrara por el planeta, con el soporte financiero de la extinta Unión Soviética, que permitía hacer del deporte una bandera de propaganda política.
Pero la URSS desapareció y con ella, se fueron los casi ilimitados fondos para el deporte, mientras el mundo continuó girando.
Toca ahora mirar hacia el pasado y tratar de insertarse en el mismo profesionalismo denostado décadas atrás, para tratar de arañar cualquier ganancia que ayude a financiar el venido a menos movimiento deportivo cubano, mientras Castro se retuerce en La Piedra de Santa Ifigenia.