El verano no ha llegado aún, y los incendios forestales ya están rompiendo récords en el oeste. Para los latinos, esta historia no se trata de estadísticas. Se trata de personas. El pasado diciembre, David Díaz Guerrero salió de su casa en Superior, Colorado, para ir al supermercado. Unas horas más tarde, un incendio forestal consumió su casa y el trabajo de toda su vida documentando la historia de su comunidad y de su estado como fotógrafo. Más recientemente, en Nuevo México, donde el 49.3% de la población se identifica como hispana o latina, el gran incendio de Calf Canyon/Hermits Peak se ha convertido en el incendio forestal más grande en la historia del estado. Activo ya por más de dos meses, este incendio ha dejado cientos de miles de desplazados y ha afectado las billeteras de las familias en el estado con más latinos en el país.
Alimentados por las olas de calor impulsadas por el cambio climático y la sequía extrema que está afectando al oeste, estos incendios forestales masivos le están imponiendo una carga desproporcionada a nuestra familia latina. Sabemos que nuestras comunidades tienen el doble de oportunidades de vivir en áreas amenazadas por incendios forestales que la población general de los Estados Unidos. Esto obliga a millones de nosotros a evacuar sin saber si nuestros hogares, negocios y el arduo trabajo de toda una vida estarán allí cuando volvamos. En Nuevo México, sólo esta temporada ya ha destruido 330 casas, dejando daños millonarios a su paso.
Ya es bastante difícil huir de las llamas abrasadoras que acechan en la distancia. Es aún más difícil preguntarse si quedará algo más que cenizas cuando regresemos.
El peligro de los incendios forestales se siente particularmente en las comunidades rurales latinas, donde dominan las industrias agrícola y de exteriores. Los incendios forestales en las granjas han aumentado en los últimos años, dañando huertos, cultivos, ganado y edificios. A medida que las cosechas se reducen debido a los impactos de estos eventos climáticos extremos, los trabajadores agrícolas, a quienes se les paga por la cantidad o el peso de los productos que cosechan, enfrentan más desafíos económicos.
Desafortunadamente, nuestros hijos están en medio de todo esto, llevando una carga desproporcionada debido a la ahora interminable amenaza de los incendios. No es sólo nuestro modo de vida lo que está en juego, sino la salud misma de nuestros hijos. En 2020, muchos de los días de peor calidad del aire en Nuevo México fueron ocasionados por incendios forestales, y se ha demostrado que el humo de los incendios forestales aumenta las partículas finas en el aire y hace más difícil controlar el asma, que ya afecta al 8.5% de todos los niños latinos, dejándolos con el doble de probabilidades de morir de asma que los niños blancos.
A menos que veamos una acción climática audaz e inmediata, se proyecta que, sólo Nuevo México, tendrá casi 40 días con un alto potencial de incendios forestales para 2050, en comparación con aproximadamente 15 en 2000. A nivel mundial, los informes pronostican que los incendios catastróficos podrían aumentar hasta en un tercio para 2050, hasta un 52% para 2100 y ver un aumento de hasta el 57% para finales de siglo.
Nuestras familias ya no pueden vivir a merced de los incendios forestales. La inacción amenaza todo lo que apreciamos. El mes pasado, millones de australianos fueron a las urnas para exigir que los políticos tomen en serio el cambio climático después de una catastrófica temporada de incendios forestales 2019-2020. Con un abrumador 74% de los latinos en los Estados Unidos afirmando que el cambio climático es un problema muy serio y una devastadora temporada de incendios forestales que destroza a nuestras comunidades, debemos seguir el ejemplo de nuestros amigos australianos y hacer de la acción climática un tema decisivo al emitir nuestros votos este noviembre.