El nuevo gabinete de Pedro Castillo, liderado por Guido Bellido ha activado una nueva alerta debido a las polémicas decisiones entorno a las cabezas de cartera elegidas por este nuevo gobierno que a tan solo a nueve días de mandato. Esto no solo ha despertado amplias críticas y cuestionamientos, sino incluso peligrosas ideas acerca del golpe de estado o la tan sonada vacancia presidencial; una peligrosa práctica que en el Perú empieza a tomarse como costumbre frente a las crisis que se gestan continuamente en el país.
Sin embargo, pese a lo reprochable que es la sola idea de quebrar la democracia de una país al tratar de derrocar al presidente a menos de una semana de asumido el cargo, es necesario que nos detengamos a observar una característica que se evidenció desde las primeras etapas electorales y que hoy más que nunca presenta una amenaza para las instituciones en las cuales descansa la estructura orgánica del Perú.
La improvisación de este nuevo gobierno es un lastre que puede llegar a costar el ínfimo avance que hemos tenido en cuanto a la estabilización de la crisis y el enfrentamiento a la pandemia, así como los pocos logros en cuanto a derechos humanos de los últimos años. La visión en cuanto a las prioridades y la agenda de este nuevo gobierno no es tan peligrosa como la forma en cómo se está concibiendo el poder: la falta de preparación e improvisación que derrochó la juramentación del gabinete no es más que un mal presagio en cuanto al manejo de recursos y la agenda del país.
Sin embargo, evidencia algo aún más peligroso: el criterio con el que se elige a un titular de cartera, la preparación para el cargo o las propuestas para el sector se ven totalmente soslayadas por la premura de llenar cargos para cumplir protocolos de ley que desde el primer momento fueron ignorados, y que por contrario apuntan a un planteamiento poco conciliadora al elegir personajes cuestionables y con antecedentes legales y policiales, vinculados a temas tan delicados como la apología al terrorismo y la militancia en grupos guerrilleros como el MRTA.
Sobre la mesa tenemos temas cada vez más urgentes y espinosos para tratar debido a la agudización de la crisis. Esperemos que el presidente pueda acoger las recomendaciones externas y decida reconformar su gabinete con personalidades con las que se pueda establecer un diálogo. Una vez más el Perú se encuentra al borde del abismo y aunque no queramos, tendremos que enfrentarnos a él.