El pasado 11 de julio, miles de personas salieron a las calles en más de 20 localidades de Cuba a protestar, hartos de la dictadura de 60 años y de las condiciones en que viven sus habitantes. “Abajo la dictadura”, “patria y vida” son parte de los mensajes contra el presidente Miguel Díaz-Canel quien responde con represión y contramarchas para calmar las manifestaciones. La gente pide cambios ante las crisis severas que viven, la renuncia del presidente y respeto a sus derechos humanos. Es la mayor protesta ocurrida en un país donde la oposición al gobierno no está permitida.
Los gritos se fusionan en un solo mensaje: Libertad
Aunque siempre ha habido opositores, activistas, artistas y académicos que se manifiestan y que desde luego son reprimidos, el antecedente similar data del verano de 1994 por motivos idénticos, aunque con líderes distintos. En 1994 en el Malecón de La Habana la gente protestó contra el gobierno también cansados de la falta de comida y medicinas, y viviendo en crisis energética, monetaria y económica. En ese momento Castro respondió con represión y poco después, como forma de control, abrió las puertas del país ante lo cual miles de cubanos sobre todo los descontentos, aprovecharon la oportunidad y se lanzaron en balsas hacia Estados Unidos. A este éxodo se le conoce como la “crisis de los balseros” que terminó en 1995 con Bill Clinton quien restringió el asilo cubano e inició la devolución a su país, de los interceptados en el mar.
Según algunos historiadores, la crisis del 94 también propició una serie de medidas económicas, como la dolarización de la economía, la apertura de negocios particulares y la autorización de envío de remesas pero no ha sido suficiente.
Ahora todo se agravó por la pandemia del COVID. «No hay comida, no hay medicinas, no hay libertad. No nos dejan vivir. Ya nos cansamos», expresó uno de los manifestantes.
Aunque la relación con Estados Unidos siempre ha sido crítica, el gobierno cubano y sus seguidores acusan a Estados Unidos de ser responsable del estallido por las sanciones económicas en la administración de Trump. Además, con la restrictiva política migratoria de Estados Unidos la gente ya no puede huir de La Isla hacia aquel país lo que aumenta la presión social.
Durante décadas, muchos cubanos han dependido de las remesas, el turismo, y el mercado negro para sobrevivir ante los salarios insuficientes.
A la crisis se suma el recorte en la ayuda económica venezolana y el cierre del turismo por el COVID. De acuerdo con el investigador Carmelo Mesa-Lago, “…debido al COVID, Cuba cerró por completo el turismo y la caída de este ingreso se estima en 1.800 millones de euros; además, un descenso de 917 millones de euros en las remesas de cubano-americanos, debido al incremento del desempleo a 38 millones en EEUU, un descenso del PIB de un 11% en el primer trimestre, así como el cese del envío de remesas por personas que viajan. Ambas pérdidas combinadas equivalen al 5% del PIB de 2019; en vista a este cálculo, la proyección de la CEPAL de -3,7% en 2020 parece ser optimista”.
Ahora hay algo que no se tenía en la protesta del Malecón en 1994: un presidente no carismático y las redes sociales. El gobierno de Cuba asegura que las redes sociales son utilizadas por los enemigos de la revolución para crear estrategias de desestabilización que siguen manuales de la CIA. Señala que cualquier campaña fuera de los canales oficiales es un intento de descrédito, “para presentar la imagen de Cuba como un caos total» que, asegura, no se corresponde con la situación sanitaria real ni con sus indicadores de COVID.
Por otra parte, tener internet y redes sociales favoreció compartir información al exterior de las condiciones de vida en Cuba. Gracias a esto las protestas se extendieron y además viralizaron mensajes con las etiquetas #SOSCuba y #SOSMatanzas para pedir ayuda internacional y una intervención humanitaria.
La duda es cómo resolverá Miguel Díaz-Canel la situación pues insiste en el centralismo. De no haber un cambio estructural difícilmente se podrá mejorar la situación que viven los habitantes quienes sufren libertades limitadas, desabasto de víveres y medicinas, salarios exageradamente bajos, pobres condiciones sanitarias y ánimo social caído.
Ante problemas de esta naturaleza que ya caen en crisis humanitaria, no se puede actuar solo, se necesita ayuda del exterior. La situación actual no ofrece posibilidades para un futuro mejor, salir de ahí sería la única esperanza. Oremos por Cuba.