A mi modo de ver una revolución es un cambio brusco en el ámbito social, económico y moral de una sociedad y que siempre viene dada por las injusticias sociales y la inestabilidad política existente en un país.
Además de tomar el poder político por una nueva clase dirigente, el fin último, a nivel teórico, será siempre el restablecimiento de las libertades y los derechos ciudadanos, y el establecimiento de un estado de bienestar aceptable para toda la sociedad. Ciertamente, no es el caso de la REVOLUCIÓN CUBANA y de ninguna otra revolución llevada a cabo en América Latina, las cuales analizaremos en próximas entregas.
Hace escasamente una semana hubo algo similar a un estallido social en varias provincias de Cuba. Al grito de “libertad” y otras consignas antigubernamentales, miles de cubanos salieron a las calles para protestar por la escasez de alimentos y medicinas, en una notable erupción de descontento. Por cierto, estallidos sociales parecidos han estremecido a muchos de los países latinoamericanos en los últimos años. Millones de cubanos llevan décadas acumulando agravios económicos y políticos. Esto sucede cuando el malestar no encuentra otra forma de expresarse.
Ciertamente, es difícil hablar de una isla de la felicidad, como la llamo el occiso de Venezuela (Hugo Chávez), sobre todo cuando uno conoce esa isla. Hambre, miseria, represión, agricultura a nivel de conuco, industria inexistente, control por medio de tarjetas alimenticias para comprar los productos de primera necesidad, a lo que habría que agregarle las sanciones impuestas por el presidente Trump que han bloqueado las remesas por un monto de 3.500 millones de dólares anuales y la pandemia que ha provocado una parálisis que corta los cruciales dólares del turismo.
Sin temor a equivocarme diría, porque conozco a los dos países que voy a mencionar, Haití y Cuba, son los dos únicos lugares en America latina en donde la palabra PRECARIEDAD se materializa. Una muestra de ello es que es la única razón, que obliga a los balseros a preferir caer en las fauces de un tiburón, a quedarse en la Isla, ya que el mar les ofrece una única oportunidad para resarcir sus vidas.
Ya no hay un hermano mayor que la proteja. Cuba siempre sobrevivió gracias a un gran hermano. Al principio fue la Unión Soviética y luego Venezuela. Hoy por hoy no tienen a nadie que subvencione esa economía que es absolutamente ineficiente. Casi todos los países se han concentrado en sus problemas generados por la pandemia y Cuba en ese sentido se ha quedado muy sola, debido a que la situación en Venezuela es cada vez peor y las ayudas a Cuba han dejado de ser relevantes.
Ya no hay ningún Castro y ni el discurso es el mismo. El presidente Miguel Díaz-Canel instó a sus partidarios a salir a las calles listos para el «combate», como respuesta a las protestas. Siempre tienen este mismo discurso: que los que están en la calle son contrarrevolucionarios, que les pagan los EEUU, que si el embargo, etc. La gente está muy cansada de ese discurso».
El último gran incidente de malestar social fue el Maleconazo de 1994, pero salió Fidel Castro y les dijo tranquilícense y se fueron todos a casa, pero Díaz Canel tuvo otro discurso. Además, de no ser carismático, le es difícil comunicarse con la gente y no lo eligió nadie. Le llaman “el que lo pusieron a dedo». No es Casto, no es nieto ni sobrino ni nada.
Y como si fuera poco, expertos en el tema cubano, señalan que hay malestar a lo interno del Gobierno porque tienen miedo debido a que ya no hay ningún Castro, porque la legitimidad del Gobierno es mínima y porque tampoco tienen soluciones.
Esperar que esto desemboque en un cambio radical sería mentirse a sí mismo, falta todavía mucha tela que cortar ya que el control policial y parapolicial sobre el pueblo cubano es total. Esa fue la gran enseñanza de los castros al líder de la revolución del siglo XXI y les está dando resultados.
Si bien es cierto que debido al corte de la conexión de Internet se nos dificulta saber lo que está pasando en Cuba, me arriesgaría a señalar que en Cuba no habrá cambios en los próximos años, como tampoco lo habrá en Venezuela ni en Nicaragua.