Cuauhtémoc estaba en Ixcateopan, donde se ocupaba de labores de dirección de su pueblo. A pesar de contar apenas con 18 años de edad, la gente confiaba en él. Vivía en compañía de su mamá, Cuayauhtitali, quien lo había visto crecer, medía alrededor de 1.80 cm, era fuerte y decidido. Entonces recibió la tremenda noticia y la orden de regresar a Tenochtitlan. Moctezuma, junto a todos los dirigentes de la Triple Alianza y de pueblos aliados, habían sido secuestrados a traición por los extraños visitantes extranjeros, que los mantenían aislados y cuya vida corría peligro. Rápidamente, Cuauhtémoc, acompañado de los mejores guerreros, se dispuso a viajar a la cuenca de México.
Hernán Cortés y sus huestes habían llegado el 8 de noviembre de 1519 a Tenochtitlan año ce acatl (uno caña), donde fue educadamente recibido por Moctezuma, acompañado por los otros dos tlatoanis de la Confederación: Cacama, de Texcoco, y Totoquihuatzin, de Tacuba, además de los 30 tlatoanis incorporados a la red de alianzas. De esta forma recibían a sus visitantes siguiendo sus costumbres ancestrales.
El haber enviado regalos a los extranjeros y recibirlos en su ciudad no fue una señal de sometimiento. Era habitual, al entablar contacto con las embajadas extranjeras, mandar presentes en señal de buena voluntad, recibirlos apropiadamente para negociar, tener tres entrevistas que se efectuaban cada mes (que eran de 20 días) para proponerles integrarse a la red de alianzas. El más fuerte le regalaba al más débil alimentos y armas para estar en pie de igualdad al tratar los asuntos y que, si había un enfrentamiento, no se hiciera en condiciones inequitativas.
Si luego de tres entrevistas no se ponían de acuerdo, la batalla era al mes (20 días en su calendario), en fecha y lugar prefijada por ambas partes, de día; el combate era entre ejércitos y la finalidad no era matar, sino hacer prisioneros; la población civil no era afectada de ninguna manera. De modo que el que Moctezuma y todos los dirigentes hayan recibido a la embajada de los españoles significó tan solo actuar como siempre lo hacían, con gran cultura y diplomacia.
Jamás hubieran podido imaginar, nadie lo hizo –porque no estaba en su experiencia–, que sus huéspedes iban a traicionarlos, a atacar por sorpresa y apresarlos. Este fue el método de los invasores españoles en todos lados (Cuba, La Española, Perú, etc.) y también lo aplicaron aquí. A la primera oportunidad, hicieron prisionero a su anfitrión, Moctezuma, y a todos los altos dignatarios. Luego siguieron apresando a los otros. Para liberarlos, pidieron un rescate en oro, y a los que iban a entregar el tesoro, también los retenían.
Cuauhtémoc había sido convocado para que viniera de Ixcateopan a preparar la defensa de la ciudad y rápidamente llegó a México-Tenochtitlan. Entre los prisioneros estaba Itzcuauhtzin, el gobernante de Tlatelolco, ciudad hermana de Tenochtitlan, y era necesario un tlacatecatl (jefe del ejército) en Tlatelolco para encabezar la lucha. Cuauhtémoc fue elegido para ocupar ese importante cargo. En sus historias, Cortés, junto con Bernal Díaz del Castillo y los otros militares cronistas, ocultaron todo lo que hicieron para iniciar la invasión y el saqueo, porque al narrar los hechos buscaban justificarse para no quedar fuera de la ley. Así pues, Cortés inventó el cuento de que Moctezuma, voluntariamente, colaboró para entregarlo todo. Esto es falso. Lo mismo repitieron los cronistas que habían cometido los crímenes junto con su cabecilla y también los que vinieron después.
Moctezuma siguió el protocolo hospitalario para recibir a visitantes extranjeros. Acompañado de su comitiva, condujo a los “visitantes” a la Casa de Axayácatl (Casa Comunitaria construida cuando éste fue tlahtoani) y ya dentro del recinto, a la mala, fue hecho prisionero Moctezuma y todos los principales. Es falso que fuera conciliador y cobarde; al contrario, siempre tuvo una actitud de resistencia y dignidad. La mayoría desconoce que Moctezuma Xocoyotzin, prisionero y mantenido como rehén en la casa de Axayácatl, encadenado y bajo severa vigilancia, declaró la guerra a los españoles, pero no lo entendieron. Lo hizo en los siguientes términos, según Bernal Díaz del Castillo:
La respuesta y mando que nuestros teules han dado a nuestros papás y a mí y a todos mis capitanes y es que os demos guerra y os matemos y os hagamos ir por la mar adelante, lo que he colegiado de ello y me parece que antes que comiencen la guerra, que luego salgáis de esta ciudad y no quede ninguno de vosotros aquí, y esto, señor Malinche os digo que hagáis de todas maneras que os conviene: si no mataros han y mirad que se os va la vida (Díaz,1961: 625).
Esto, traducido a sus costumbres, quería decir: luego de consensuar y evaluar la situación, la respuesta a la que se ha llegado, y a nombre y por determinación del Tlahtocan (Consejo), que ha dado órdenes a mí y a mi ejército, es que les dé a ustedes un ultimátum, así que mejor salgan de la ciudad y que no quede ninguno aquí antes de que comience la guerra. Así pues, señor Cortés, te advierto que lo vas a tener que hacer, y les conviene, porque si no, serán muertos y quedarán sin vida. De este modo, Moctezuma Xocoyotzin les declaró la guerra a los españoles a su manera tradicional, misma que sus captores no comprendieron porque ellos nunca avisaban antes de atacar.
Aquí llegaron los intrusos a aplicar las estrategias que habían usado en otros lugares. Otro de sus métodos era, una vez aprisionados los principales, desencadenar matanzas contra la población para producir pánico y parálisis. Una vez retenido Moctezuma, meses después, ya en mayo de 1520, año ome tecpatl (dos pedernal), se realizó la gran masacre de la fiesta de Tóxcatl, en la que centenares de jóvenes que danzaban ataviados con joyas fueron asesinados y robados por los españoles.
Después de enterrar a sus muertos, Cuauhtémoc, lejos de paralizarse, pasó a la acción y convocó a los mexicas a comenzar el asedio contra la casa de Axayácatl, donde estaban los españoles con sus rehenes. No dejaron entrar alimentos y los sitiaron. Los españoles comenzaron a sufrir hambre, y Hernán Cortés le gritó a Moctezuma encadenado: “Perro, haz que nos traigan abasto”. Moctezuma aprovechó la oportunidad para sugerir a Cortés que enviara a Cuitláhuac, quien también estaba preso, para que se lo trajeran. Así logró liberarlo. Tras esta gestión, en la que se sacrificó él, los principales y sus familiares secuestrados, le dio la orden no de traer alimentos, sino de dar guerra a muerte.
Luego de comenzar el combate, el tlatoani Moctezuma Xocoyotzin fue obligado a subir a la azotea en medio del ataque y la lluvia de piedras, pero se negó a hablar. Los españoles lo asesinaron (lo dicen los cronistas indígenas y religiosos españoles) y aventaron su cadáver fuera de la casa de Axayácatl, junto al de Itzcuauhtzin, de Tlatelolco, para aprovechar y huir en medio de la noche, mientras su pueblo hacía las honras fúnebres. Cuauhtémoc vio caer el cuerpo de Moctezuma sobre una tortuga de piedra que había afuera del palacio y se estremeció de dolor. Él sabía que su tío había sacrificado su vida, la de sus seres queridos y la de los dirigentes presos en aras de comenzar el ataque abierto. Era la hora de la verdad.
En medio de la noche salieron huyendo tras asesinar a decenas de sus rehenes en la casa de Axayácatl, pero una mujer vigilante los vio, dio la voz de alarma y comenzó el ataque.
Cuitláhuac desató la ofensiva al grito de: “¡Atlachinolli, atlachinolli!” (¡Agua y fuego, agua y fuego!), y a la orden de “¡Tiahui, tiahui!” (¡Adelante, adelante!). Cuauhtémoc, los guerreros mexicas y sus aliados reaccionaron como de rayo y derrotaron por completo a los ladrones que huían cargados de oro luego de asesinar a quienes, siguiendo sus costumbres ancestrales, les habían dado hospitalidad.
Cuauhtémoc no dejó de luchar en toda la noche. La derrota de los españoles fue abrumadora. Ellos vivieron su “Noche Triste”, pero para los mexicanos es la “Noche Victoriosa”. Esa noche murieron 2 066 europeos (sobrevivieron 425), además de miles de sus aliados indígenas, a los que mandaron por delante como escudo protector y sobre cuyos cadáveres que apilaron en el lago, pasaron los españoles, pues los arrojaron a los canales para poder huir. Esa noche también perdieron todos los tiros de artillería, la pólvora, casi todas las ballestas y escopetas, 79 caballos y casi todos sus perros.
Los mexicas pudieron haberlos perseguido y aniquilado, pero no era su costumbre pisotear al vencido. Cortés pudo llorar su desgracia bajo el ahuehuete conocido como “Árbol de la noche triste”, como reza la versión romantizada de Bernal Díaz del Castillo con la intención de enaltecer la “heroicidad esforzada” de Cortés y los invasores en desgracia. En realidad sólo tuvieron tiempo de huir despavoridos.
Esa fue nuestra noche victoriosa, triste para ellos. Hemos de reinterpretar la historia, analizarla desde el punto de vista mexicano y deshacernos de una vez por todas de las mentiras medievales y de la oscuridad colonial que hoy se sigue usando para mantenernos sometidos y continuar el saqueo neo colonial que se lleva nuestras riquezas: petróleo, plata y oro de forma desenfrenada.
La historia, sin embargo, nos la enseñan al revés. Luego de 500 años de la “conquista”, nos siguen contando las mentiras de los invasores españoles. La realidad es que, para nosotros, esa noche fue un gran triunfo contra los crueles ocupantes. Al mismo pablo moctezuma barragán 67 tiempo, fue inconcebible el dolor que sufrió Cuauhtémoc al constatar la muerte no solo de su admirado y valiente tío, sino de decenas de familiares y sabios dirigentes de pueblos aliados, pero convirtió su pena en fuerza para seguir en la lucha.
Así fueron los hechos que protagonizaron los europeos que llegaron a apropiarse de nuestra tierra para beneficio de la Corona española. Ahora los modernos hispanistas han salido con el cuento de que los mexicas fueron derrotados en una guerra intestina entre pueblos indígenas. Esto debido a que los españoles contaron con aliados nativos. Los invasores sí los tuvieron. Hay que recordar que aquí no había una sola nación, sino decenas de naciones originarias y que cada una podía hacer las alianzas que le conviniese. Cortés engañó, amenazó y traicionó a sus aliados, los cuales actuaban según sus costumbres ancestrales de conjuntar fuerzas y unirse a varios pueblos en términos de equidad para lograr hegemonía.
Tras 500 años, hay que abandonar la versión hispánica que justifica el genocidio en nuestras tierras. España invadió todo el territorio del Anáhuac y estableció “la Nueva España”. Aquí no había un imperio, sino confederaciones; había muchos pueblos y Cortés los engañó e impuso el dominio español. Como llegó sin permiso del rey para conquistar, junto con Bernal y compañía, tuvo que justificarse inventando que Moctezuma entregó todo voluntariamente. Por otro lado, en toda invasión hay locales que se alían al extranjero. Incluso después, cuando México era una nación, hubo aliados del extranjero en la guerra de Independencia, en la invasión estadounidense y en la intervención francesa. Que el ocupante tenga aliados no implica que no sea una invasión. Además, aquí no había una sola nación. No hubo tal sublevación de todos contra los mexicas, sino un invasor que se aprovechó de aliados coyunturales: tlaxcaltecas, totonacas, huejotzincas y cholultecas, sometidos por medio del terror, como hicieron con la matanza de Cholula, y con promesas de un trato equitativo, para luego traicionarlos y reducirlos al dominio de la Corona. Tampoco olvidemos que, a su vez, durante la Invasión del Anáhuac, los mexicas tenían muchos aliados: matlatzincas, malinalcas y cohuixcas, tepanecas, tlalnepantlenses, los pueblos de Cuautitlán, Tenayuca, Otumba, Cuautlalpan y a los pueblos tlatelolcas, para ayudar a la defensa.
Es importante activar, a 500 años de estos hechos, nuestra memoria histórica y difundir lo que realmente pasó en estas tierras, porque la historia oficial se basa en los dichos y los alegatos del mitómano y criminal Hernán Cortés. A tantos años de la Noche de la Victoria, unámonos, organicémonos y luchemos para conquistar nuevos triunfos. Cuauhtémoc al convocar a la alianza y la unión de todos los habitantes del Anáhuac puso la primera piedra para la construcción de México que se forjó en el combate contra el invasor extranjero y logró su independencia de España en 1810. Cuauhtémoc es el símbolo de la resistencia y la soberanía de México.