Más allá de rememorar los acontecimientos históricos y a los héroes y heroínas que participaron en la Revolución Mexicana, es interesante destacar la importancia de la conciencia colectiva como elemento central para el cambio.
Democracia, estado de derecho y libertad son aspiraciones legítimas en las luchas ciudadanas. El movimiento armado de 1910 fue una respuesta a la exigencia mayoritaria de una vida digna en medio de una crisis económica, política, social y humanitaria.
Como resultado, se inició un sistema democrático con elecciones y se promulgó la Constitución de 1917. Esto representó un reconocimiento de derechos y obligaciones, así como la posibilidad de mayor participación ciudadana en la configuración del gobierno.
No obstante, en el transcurso de nuestra historia hemos perdido condiciones de equidad y de respeto por la democracia. Hoy en día, México sigue enfrentando situaciones que vulneran los derechos de su población; sigue habiendo desigualdad y acceso limitado para el trabajo digno, educación de calidad, servicios de salud adecuados y, sobre todo, falta paz social. Además, la presencia del narco, la corrupción y el predominio de un partido político vuelven a poner a prueba nuestra democracia.
De ahí la necesidad de una convicción hacia el cambio y la evolución, sustentada en una colaboración constante, estructurada e inteligente entre ciudadanía y gobierno para diseñar un nuevo contrato social. Cambio que debe guiarse por una meta clara y compartida: bienestar e igualdad de oportunidades para todos.
Mucho se ha dicho, con razón, que una revolución armada es precedida por una revolución de conciencias. Este concepto implica un despertar colectivo que promueva la participación ciudadana, la sostenibilidad y el análisis de las estructuras de poder e instituciones públicas.
Entre los intelectuales que han explorado este concepto destacan: Jiddu Krishnamurti, filósofo indio, quien subrayó la importancia del autoconocimiento como base para las transformaciones colectivas. Erich Fromm, psicoanalista alemán, quien señaló que la evolución social requiere un cambio en los valores, priorizando el «ser» sobre el «tener». Antonio Gramsci, político italiano, quien abogó por una revolución cultural e intelectual que desarrollara una conciencia crítica frente a las estructuras de poder dominantes. Eduardo Galeano, periodista uruguayo, quien destacó la necesidad de una conciencia histórica para terminar con la explotación y desigualdad en América Latina; y Enrique Dussel, filósofo mexicano, quien propone una Filosofía de la Liberación para superar las estructuras de opresión en América Latina. Los jesuitas lo llaman reconstruir el tejido social.
La revolución de conciencias busca que las personas desarrollen una visión crítica de la realidad; asuman un papel activo en la construcción de soluciones colectivas; rompan con patrones de pensamiento individualista y conformista; y valoren la equidad, la justicia y la sostenibilidad como principios fundamentales.
Para que este movimiento colectivo se desarrolle, es indispensable considerar tres pilares fundamentales: la verdad, el diálogo y la conciencia de que no estamos bien y se requiere actuar.
Si seguimos aceptando la denominada posverdad, que va mucho más allá de la simple mentira, porque tiene intenciones de afectar creencias y manipular la realidad. Si continuamos permitiendo la comunicación unidireccional en el Congreso que bajo la premisa de que “el pueblo lo pide” se toman decisiones poco racionales. Y si continuamos con una postura pasiva, aunque sea analítica, confiando que es el gobierno quien tiene que actuar, no lograremos una verdadera transformación social.
También está el cambio personal. El que nos lleva a actuar con ética, con visión solidaria y responsable. Me recuerda a un maestro que ante la pregunta de cuándo sería el examen respondía “el examen es hoy y todos los días, si su conciencia le dice que está aprobado, felicidades, si no, póngase a estudiar”.
Conmemorar la Revolución Mexicana no es solo un acto de memoria histórica; es también un recordatorio de que debemos seguir defendiendo la democracia, sus instituciones y nuestra libertad.
La revolución de conciencias nos invita a participar en la transformación de México con compromiso y visión de futuro que privilegie el bienestar colectivo. Es demostrar que “si me importa mi país”.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com