Si buscamos respuestas para entender cómo deberíamos vivir y cuidar nuestro cuerpo, la respuesta siempre nos llevará a la naturaleza. Tal vez no haya nada más evidente que las virtudes de la leche materna para confirmar que, a lo largo del tiempo, el cuerpo humano evolucionó a partir de la sabiduría de la naturaleza.
La leche materna es el único alimento que necesitará tu hijo durante los primeros seis meses, pero también puede complementar su dieta durante varios años. No hay ninguna regla que establezca una fecha de destete; esto lo decidirán instintivamente la madre y el bebé. La leche materna es un alimento nutricionalmente completo y perfecto; ni siquiera es necesario agregarle agua, ese juguito extra que te recomienda tu suegra o el purecito de plátano que sugiere la vecina que tuvo diez hijos y mucha “experiencia”.
Una de las cosas más sorprendentes de la leche materna es que está viva, ¡sí, literalmente viva! Contiene células vivas, incluyendo glóbulos blancos que refuerzan el sistema inmunológico, citoblastos que ayudan al desarrollo, células madre, proteínas, azúcares complejos, enzimas, anticuerpos y muchos otros nutrientes. Además, la composición de la leche materna se ajusta según las necesidades y la edad del niño. Es una prueba de la perfección de la naturaleza. Seguramente escucharás a muchos doctores diciendo: “Después del año tu leche no sirve para nada porque es pura agua”. Esto no es cierto; simplemente las necesidades nutricionales de tu bebé (que ya consume alimentos sólidos) han cambiado, y tu leche se adapta a esos cambios.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que la nutrición durante la etapa de lactancia es tan importante como durante el embarazo. Este no es momento de hacer dieta, sino de prestar atención a los nutrientes que consumes y elegir sabiamente. No necesitas leche para producir leche, ni existe una receta mágica que aumente la producción. Ese caldo de gallina vieja que prepara tu abuelita para que “produzcas más leche” no es mágico, pero sí te aportará nutrientes y agua necesarios para producir leche. Para producir leche, lo único que necesitas es la correcta succión del bebé (esto se aprende, nadie nace sabiendo) y agua. Punto.
Lo que comes, de alguna forma, llega al bebé. Por ello, además de elegir cuidadosamente tus alimentos, es importante observar cómo reacciona tu bebé. Hay muchas cosas que la ciencia aún no puede explicar, pero las estadísticas en los consultorios pediátricos demuestran, por ejemplo, que, si tu bebé tiene una predisposición genética a la intolerancia a la lactosa y tú consumes lácteos, podría presentar síntomas estomacales o en la piel. También se ha demostrado que algunas madres que consumen verduras crucíferas pueden notar gases o hinchazón estomacal en sus bebés.
Por lo tanto, es importante prestar atención a tu dieta y considerar evitar alimentos alérgenos como lácteos, gluten, soya, maíz y maní, así como evitar alimentos que no beneficien tu salud ni la de tu bebé, como alcohol, productos procesados, cafeína, pescados altos en mercurio y medicamentos. Además, recuerda que los alimentos con altos niveles de azúcar, sodio, colorantes o conservantes pueden influir en la calidad nutricional de la leche.
La lactancia materna no solo es un acto de amor, sino también un reflejo de la sabiduría de la naturaleza. La leche materna es el alimento perfecto, diseñado de manera asombrosa para satisfacer las necesidades cambiantes de tu bebé, fortaleciendo su sistema inmunológico y adaptándose a su desarrollo. Además, tu alimentación desempeña un papel clave para asegurar la calidad de tu leche, especialmente en un mundo lleno de toxinas como el que vivimos hoy, que dista de ser natural.
Recuerda que la naturaleza es sabia y que tu cuerpo está diseñado para producir leche; todas las mujeres pueden hacerlo, incluso si tienen un bebé adoptado. Confía en tu instinto, busca apoyo cuando lo necesites, elige tus alimentos con cuidado y, sobre todo, disfruta del vínculo especial que se crea en este hermoso proceso natural.