Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, ha aprovechado su participación en el Grupo de los 20 en Brasil para dar el paso tan esperado por los demócratas venezolanos. «El pueblo venezolano se pronunció contundentemente el 20 de julio y nombró a Edmundo González presidente electo. La democracia exige respeto a la voluntad de los votantes«, subrayó Blinken.
A lo largo de cuatro meses, Washington ha pasado de exigir a la revolución bolivariana que presentara las actas electorales a denominar al diplomático como ganador de los comicios, pero había evitado el término «presidente electo», al igual que la Unión Europea.
González Urrutia aplastó en las urnas a Nicolás Maduro, a quien aventajó en más de cuatro millones de votos, con un porcentaje del 67% de los apoyos frente al 30% del líder bolivariano. El chavismo forzó en la misma noche electoral el mayor fraude de la historia en América Latina para proclamar al «hijo de Chávez». Gracias a la valentía y al esfuerzo de más de un millón de ciudadanos, que protegieron primero los votos y luego salvaguardaron las actas electorales para digitalizarlas y subirlas a una base de datos abierta a todo el mundo, se ha conocido el verdadero resultado electoral.
Blinken no ha dudado en comunicar a los presentes en Río de Janeiro la decisión de su gobierno. Hasta ahora sólo algunos de los aliados más cercanos a la oposición democrática en el continente habían usado este concepto.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela proclamó el triunfo de Maduro la misma noche de las elecciones, sin mostrar las actas de votación, y desde entonces la oposición ha estado reclamando que hubo fraude en los comicios y que tiene pruebas de la victoria de González.
A su vez, diversos países, entre los que se encuentran aliados para Maduro en la región como lo son México, Brasil y Colombia, pidieron al CNE que muestre públicamente los datos desglosados, mesa por mesa, “de forma expedita”, algo que no ha ocurrido.
Y el 1 de agosto, el gobierno de Estados Unidos reconoció a González como ganador de las elecciones presidenciales de Venezuela.
“Está claro para Estados Unidos y, más importante aún, para el pueblo venezolano que González Urrutia obtuvo la mayor cantidad de votos en las elecciones presidenciales de Venezuela del 28 de julio”, señaló entonces en un comunicado de prensa el secretario de Estado, Antony Blinken.
Finalmente, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela convalidó el 22 de agosto los resultados que dieron el triunfo a Maduro.
Pero cómo pasó González Urrutia, de 74 años, de una vida vida familiar de académico, escritor y jubilado, de pasear al volante de su Escarabajo amarillo a liderar la penúltima batalla de la oposición en Venezuela.
El camino a la candidatura de Edmundo González
González no estaba en las apuestas iniciales para representar a la oposición.
María Corina Machado, elegida como candidata por la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) en primarias para batirse en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, fue inhabilitada, así como Corina Yoris, a quien Machado designó como sustituta.
Así fue como este «compromiso con los venezolanos» cayó sobre González Urrutia, elegido in extremis y de modo unánime para enfrentar a Nicolás Maduro en las urnas.
La postulación es «una responsabilidad que acepto con humildad», dijo González en abril, al formalizar su candidatura.
«Es una situación inesperada. Yo jamás pensé que iba a estar en esta posición. Sin embargo, cuando me lo plantearon, lo tomé como un compromiso personal con Venezuela, con el sistema de gobierno y la democracia», señaló en una entrevista concedida a BBC Mundo.
Un político extraño
En un país donde, en la política, poco a poco se fue imponiendo la estridencia, las arengas, los titulares fuertes y tan llamativos como la ropa de quienes los decían -no lo olvidemos, la chaqueta tricolor la usaron en campaña tanto el chavismo como la oposición-, González precisamente destaca por la prudencia.
No en vano, su carrera se desarrolló en la diplomacia y, como dijo en una entrevista en el portal Prodavinci, nunca ejerció un cargo de elección popular, «de ningún tipo, ni siquiera en la universidad, que es cuando quizás pude estar más cerca de la política».
Fue en la Universidad Central de Venezuela (UCV) donde se hizo internacionalista y después estudió una maestría en Relaciones Internacionales en la American University.
Su primer destino fue como secretario de la embajada de Venezuela en Estados Unidos, en 1978, con 29 años. Después estuvo en El Salvador durante la guerra civil que azotó ese país centroamericano hace más de cuatro décadas.
Y así, hasta 2002, ejerció como diplomático en diversas delegaciones de Venezuela en Bélgica, Reino Unido o Argelia.
Años después, entre 2013 y 2015, fue el representante internacional de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición opositora que hoy mutó en la PUD y que, en su día, aupó a Henrique Capriles como candidato unitario contra Hugo Chávez (2012) y Maduro (2013) y logró la primera gran victoria de la oposición en las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015.
En su primera entrevista tras ser declarado candidato, González Urrutia destacó en varias ocasiones que él era “un funcionario público” al servicio del Estado.
Y buena cuenta de ello es que a finales de 1999 recibió sus credenciales como embajador del gobierno de Rafael Caldera y, tiempo después, fue ratificado por Hugo Chávez, bajo cuyo gobierno trabajó como embajador en Argentina hasta 2002.
En este puesto promovió la entrada de Venezuela a Mercosur, algo que el país logró en 2012.
A hombros de María Corina Machado
La campaña a la que Edmundo González concurrió fue atípica para Venezuela en muchos sentidos.
Un señor de 74 años, diplomático jubilado que nunca había hecho carrera política, quedaba en la boleta como candidato y hacía campaña junto a quien estaba destinada a ser la absoluta protagonista, María Corina Machado.
Fue una «campaña 2×1», como le dijo a BBC Mundo la politóloga Carmen Beatriz Fernández.
«Funciona como un tándem, una bicicleta de dos puestos, donde María Corina es quien lleva el manillar y Edmundo pedalea«.
Y, efectivamente, Edmundo pedaleó. Recorrió la extensa geografía venezolana en muchas ocasiones junto a su esposa y, siempre, con Machado al lado.
En sus mítines prometió la mejora de salarios y los servicios de agua y electricidad en un país que atraviesa una severa crisis económica.
Preguntado por BBC Mundo antes de las elecciones sobre qué atendería primero si era elegido, dijo que «son muchas cosas, porque hay prioridades económicas, políticas y sociales. Tenemos que atender la inflación, los salarios, las pensiones, la pobreza».
A la vez, dijo en esa entrevista que se esforzaría en hacer un plan económico «que busque recursos internacionales, que genere confianza y que atraiga inversión extranjera para poder superar las dificultades».
Otra de las preocupaciones que observó en varios momentos de la campaña fue la «reinstitucionalización del país», donde la mayoría de los poderes públicos están bajo poder del chavismo.
Reencuentro
También desde el primero momento, González insistió en tres palabras: reencuentro, entendimiento y reconciliación.
Si bien los analistas hace tiempo ya no hablan de polarización en Venezuela, sí que, sin duda, existe la confrontación y una gran ruptura del tejido social. Y no es raro encontrar estos días gente posteando en sus redes «menos mal que nunca fui chavista» o tachando de «escuálidos, gente de apellidos» a aquellos que votaron por la oposición.
«Ya basta de gritos, ya basta de insultos, es la hora del reencuentro», dijo González durante la campaña.
Y, cada vez que habla, de modo muy pausado y calmo, se dirige a «los venezolanos y las venezolanas».
En entrevista con Prodavinci apuntó que hay que dejar atrás el «enfoque en el que el adversario es un enemigo. El chavismo, el antichavismo, nosotros tenemos que superar esa dicotomía”.
«Tenemos que buscar la reconciliación nacional y si eso incluye a sectores que actualmente están con el oficialismo, pues los incluiremos», expuso en entrevista con BBC Mundo.
Pero también ha hablado en diversas entrevistas de términos como justicia transicional y reparación a las víctimas.
Actualmente, Maduro enfrenta una investigación en la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de lesa humanidad.