Jonah Lomu, hoy se cumplen nueve años del fallecimiento del neozelandés de 1,96 metro y 120 kilos que, a partir de su deslumbrante aparición en el Mundial de Sudáfrica 1995, hizo que este deporte alcanzara una inédita dimensión universal.
Jonah Lomu figura emblemática de los All Blacks, se convirtió en la primera estrella global del rugby y, además, fue clave para el histórico paso del amateurismo al profesionalismo en esta disciplina.
A comienzos de la década del ’90 y, con más de 100 años de historia desde su creación, el rugby era uno de los pocos deportes que, a las puertas del siglo XXI, aún no había abrazado el profesionalismo.
Muchos defendían a rajatabla al amateurismo pero, si el rugby quería continuar siendo atractivo para el resto de espectadores del mundo, necesitaba cambiar. No había otra opción, y lo terminó haciendo.
Menos de dos meses después de la finalización del Mundial de Sudáfrica 1995 –donde los Springboks lograron el primer título de su historia– la International Rugby Board (IRB) anunció el paso al profesionalismo por primera vez desde su fundación y, a partir de ahí, este deporte entró de lleno en la era moderna, explotando todos sus recursos y espectacularidad.
Pero, para que crujieran los cimentos de una tradición centenaria, hubo un tren expreso de 1,96 metro y 120 kilos, que corría los 100 metros en menos de 11 segundos, que con su fenomenal potencia aplastaba –literalmente– a quienes trataban de detenerlo, y que fue absolutamente decisivo para este cambio.
Fue en ese mismo Mundial de 1995 donde Jonah Lomu, el imparable wing de los All Blacks, se convirtió en la primera megaestrella global del rugby.
El rating televisivo se triplicó, nuevos sponsors no quisieron quedarse fuera del nuevo orden que se avecinaba y, además, entusiasmados por su juego, miles de niños querían ser Jonah Lomu.
El público exigía espectáculo, velocidad, potencia avasallante. Quería más Lomus…
Y, así, bajo el hipnótico magnetismo de este neozelandés, de origen humilde y que llegó a lo más alto merced a su duro sacrificio –y del que hoy se cumplen nueve años de su prematura partida– el rugby se convertiría en un deporte profesional.