Cada elección en el país vecino exhibe las miserias de la “democracia americana”, dicen que el triunfo de Trump, fue “arrollador”, dentro de su sistema sí, pero es un sistema en el que 250 millones de estadounidenses están en edad de votar, pero solo se registran alrededor de 170 millones, de los cuales, se abstuvieron de votar el 35% por ciento de los electores. De las personas en edad de votar solo el 29% eligió a Donald Trump. Más de 100 millones de personas decidieron no votar, especialmente los jóvenes.
Donald Trump ganó la presidencia en gran medida por el apoyo de la clase dominante estadounidense que piensa que sirve mejor a sus intereses. Uno de sus apoyos más visibles fue Elon Musk, el hombre más rico del mundo. También contó con el apoyo de sectores de las fuerzas armadas, el primero de octubre, un grupo de más de 200 almirantes y generales retirados, conocidos como Flag Officers America, dieron su apoyo a Trump, calificándolo como un «líder probado que asegurará nuestra frontera, rechazará a nuestros adversarios, revitalizará nuestra economía y mantendrá a Estados Unidos seguro y fuerte». Abogan por una mayor «preparación militar» y advierten que Estados Unidos podría perder en conflictos con adversarios como China.
Las elecciones en EE.UU. se presentan como “democráticas” pero son elecciones de dinero y corrupción para imponer intereses de las grandes corporaciones capitalistas. El sistema está configurado para mantener al pueblo en la pasividad y fuera de la toma de decisiones, mismas que monopolizan las cúpulas empresariales. Esto es claro para millones de estadounidenses que están desencantados y descontentos con la forma de gobierno que se les impone.
Cunde el coraje de la gente al constatar que todo lo que sucede durante la elección, los escándalos, insultos, procesos, son para desviar la atención y que en ningún momento se analice la situación, ni se informe de los problemas, y menos se promueva la discusión y las propuestas para encontrar las soluciones y alternativas que el pueblo vislumbra.
Al contrario de los intereses populares, durante la campaña electoral se promueve el ataque, la división interna y azuzar con la falsa idea de que los problemas son culpa de los extranjeros: los migrantes mexicanos y latinoamericanos, los rusos, los chinos, los iraníes, palestinos, cubanos o venezolanos. Sobre tal base promueven el chovinismo, la guerra, el racismo y medidas antipopulares e intervencionistas en el mundo entero.
Además, es una elección indirecta en la que solo cuentan 538 votos del Colegio Electoral, de los que Donald Trump obtuvo 312 frente a los 226 que alcanzó Kamala Harris. Debido a este sistema electoral estadounidense puede ser que gane el candidato que pierda, como sucedió con el mismo Trump en 2016 y otros años en los que candidatos con más votos perdieron: en el 2000, 1888, 1876 y 1824. En esta ocasión Trump obtuvo mayoría en la votación popular, pero 74 millones de votos, apenas suman el 29% de los votos de la población en edad de votar. Trump mantuvo su nivel de votación con respecto a 2020, elección en la que también obtuvo 74 millones. La causa principal de su triunfo fue el derrumbe en la votación de los demócratas. Biden obtuvo 81 millones de votos en la pasada elección de 2020, mientras que Harris con 71 millones contó con 10 millones menos y perdió la contienda.
Esta votación expresa el rechazo de millones de personas a las políticas de Biden-Harris de apoyo incondicional al genocidio contra Palestina, el ataque al Líbano, la política de guerra que llevó a financiar con 200 mil millones de dólares a Ucrania, lo que disparó la inflación en EE.UU. Trump sacó ventaja de estas situaciones diciendo que con él no hubo guerra durante su presidencia ni la habrá en un segundo mandato. Promesa de campaña de dudosa veracidad, pero que sí caló en el electorado. Frente a sólo dos opciones, que es como tener que elegir entre Coca Cola o Pepsi Cola, el electorado fue incitado a votar por el “menos malo”.
El sistema estadounidense promueve el bipartidismo, en México por ejemplo impulsaron a dos partidos sucediéndose en el poder: el PRI-PAN. En EE.UU. los electores solo tenían dos opciones viables: Donald Trump y Kamala Harris, hubo otros candidatos totalmente invisibilizados por el sistema: Cornel West, Independiente, Jill Stein por el Partido Verde, Chase Oliver, por el Partido Libertario, Claudia De La Cruz por el Partido por el Socialismo y la Liberación, y Robert Kennedy quien a pesar de suspender su candidatura para apoyar a Trump apareció en la boleta electoral en algunos estados. En Estados Unidos, para que terceros partidos o candidatos independientes se registren y aparezcan en la boleta electoral existen enormes trabas, tanto por las innumerables barreras administrativas como por el gasto multimillonario que implica participar en esas campañas que son de dinero. Se debe tener el respaldo financiero, político y mediático de los sectores más poderosos para ser competitivos.
El proceso electoral de EE.UU. es injusto y desigual, cada estado tiene diferentes leyes para registrarse como candidato o para votar. Y estas diferentes reglas están diseñadas para excluir a los trabajadores y a diversos sectores del pueblo.
En general, las reglas favorecen la maquinaria de los cárteles de partidos, para mantener fuera a los pequeños partidos y a los trabajadores. Y los cambios a estas leyes benefician cada vez más a las fuerzas de los partidos de los cárteles: el demócrata y el republicano.
Las elecciones que tuvieron lugar en los Estados Unidos el 5 de noviembre no fueron solo para el próximo presidente de los Estados Unidos, sino también para toda la Cámara de Representantes compuesta por 435 miembros, cada uno de los cuales cumple un mandato de dos años. Un tercio del Senado también estuvo en juego. El Senado tiene 100 miembros, dos de cada estado, que son elegidos para servir por un período de seis años. El Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos conforman las dos cámaras del Congreso. Trump se llevó en las urnas el control del Senado y está a un tris de hacer lo propio con la Cámara de Representantes, dependiendo de lo que digan las últimas sumas.
Ganó el candidato más cuestionado en la historia de los Estados Unidos. Trump ha sido el cuarto presidente sometido a juicio político, por «incitación a la insurrección» por los eventos del 6 de enero de 2021 en el Capitolio, aunque fue absuelto por el senado. Antes se dio el caso en tres ocasiones en 243 años de historia de EE.UU. Los expresidentes Andrew Johnson y Bill Clinton fueron acusados en la Cámara de Representantes, Richard Nixon renunció en 1974 ante la amenaza de un juicio político. Además, Donald Trump está condenado por su intento de ocultar un pago de 130,000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels, cuyas acusaciones de una “aventura” amenazaban con perturbar su campaña de 2016. Sumado a esto, Trump es el primer delincuente convicto que ganó una elección presidencial en Estados Unidos, y recibirá el 26 de noviembre su sentencia en el único juicio que logró avanzar en medio de la campaña presidencial, el de manipulación de datos contables en Nueva York. Además, enfrenta 88 cargos, en cuatro causas. Ha sido condenado con 34 delitos y tres causas pendientes en los tribunales. Aunque lo más probable es que al haber ganado la elección presidencial le sea otorgada por los jueces una amplia inmunidad frente a procesamientos penales.
En las elecciones de EE.UU. nadie se está planteando eliminar el imperio ni cambiar el sistema político, está en juego cómo dirigirlo, en beneficio de qué intereses de las cúpulas financieras en competencia y enfrentamiento por sus mezquinos intereses privados.
El fracaso de todas las instituciones existentes en Estados Unidos es un problema que lleva a la clase dominante estadounidense a recurrir a gobernar a través de los poderes policiales de la propia presidencia. Es por eso que el programa de ambos candidatos presidenciales, Kamala Harris y Donald Trump, es fortalecer los poderes presidenciales y gobernar impunemente sobre la base de estos poderes policiales que están por encima del estado de derecho.
Está claro para la mayoría de la gente que las elecciones ya no sirven para resolver los conflictos dentro de la clase dominante o entre la clase dominante y el pueblo. Las facciones que compiten por el poder recurren a lo que vean necesario para ganar. Los estrechos intereses privados que han usurpado los poderes del Estado a nivel federal y estatal han eliminado cualquier concepción de un sistema que sirva al «bien público», cuando todo lo que buscan es servir a uno u otro de los sectores dominantes.
La cuestión central en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que tuvieron lugar el 5 de noviembre, es que en el fondo el candidato que obtuvo la mayor cantidad de votos en el colegio electoral, no traerá el tipo de cambio que la gente quiere, ni atenderá a sus necesidades. A pesar de su retórica de que EU tendrá su “época dorada” y de su demagogia populista.
Son cada vez más los estadounidenses que rechazan todo el sistema que representan estos candidatos. Para ellos está claro que tanto Trump, como Harris y las instituciones existentes están en contra de la democracia, la paz y la libertad. En una cuestión que afecta seriamente a la juventud que se ha estado movilizando a lo largo y ancho de su país, el genocidio en Palestina y los cada vez más extendidos y agresivos ataques del sionismo en el Medio Oriente es apoyado rabiosamente por los dos candidatos, el triunfante Trump y la derrotada Harris.
Tanto en la Convención Nacional Demócrata como en la Republicana, se manifestó la denuncia de los ataques contra los migrantes y refugiados, el rechazo al Centro de Capacitación en Seguridad Pública de Atlanta, un complejo en construcción que servirá como centro de entrenamiento para la policía y los bomberos de la ciudad de Atlanta, Georgia, así como la oposición a los asesinatos policiales y los encarcelamientos masivos. También hay protestas contra el abandono de las personas que quedan en la indigencia al enfrentar el calor, la sequía, los incendios forestales, la devastación de los huracanes y las tormentas tropicales, el desempleo y la carestía.
El pueblo estadounidense ya no quiere seguir secuestrado por las cúpulas agresivas y rapaces, ni es engañado como antes por sus medios de comunicación y redes sociales, quiere soluciones a los cada vez más graves problemas que atraviesa y busca modificar el rol de su país en el mundo, para convertirse en un factor de paz y desarrollo del bienestar de los pueblos.
Las movilizaciones de los trabajadores y la juventud muestran que existe un pueblo que alza su voz, que busca el poder de decidir y desafía los intentos de silenciarlo y reprimir utilizando penas severas que incluyen despidos, multas y encarcelamiento. La creciente movilización en EE.UU., muestra una sociedad en la que el pueblo está tomando conciencia, asumiendo su responsabilidad y disponiéndose a lograr una profunda transformación. En ese marco se desarrolla la agenda del pueblo, que busca una democracia verdadera, empoderar al pueblo y construir instituciones para que el pueblo tome la batuta en impulsar políticas de paz y justicia, de respeto y apoyo con los pueblos y naciones del mundo.