Donald Trump hizo una advertencia apocalíptica a un grupo de agricultores del estado indeciso de Pensilvania: si pierde las elecciones, “no tendrán granjas por mucho tiempo”.
Trump habló este lunes en un acto en el que destacó su promesa de proteger a los estadounidenses del medio rural del percibido poder depredador de China, y en el que también demostró que, cuando trata de centrarse, puede ensamblar argumentos económicos efectivos y populistas que ayudan a explicar su dominio en las encuestas sobre el tema más importante de las elecciones.
Pero la predicción de Trump sobre quiebras masivas en el sector agrícola también se hizo eco de un estribillo familiar, que es la base de su credo político pesimista. El expresidente adapta esta construcción a casi cualquier audiencia mientras evoca una visión de una nación asolada por la delincuencia, la ruina económica y la invasión de inmigrantes.
La mayoría de los políticos cortejan a los votantes ofreciéndoles una visión optimista, vendiendo esperanza y promesas de cambio. La candidata demócrata Kamala Harris trata de barrer la sombría imagen de Trump de unos Estados Unidos en crisis invocando la alegría y un nuevo tipo de “economía de oportunidades”. Trump, sin embargo, reparte sobre todo miedo y amenazas.
Por ejemplo, advirtió a los estadounidenses en su debate con Harris de que “van a acabar en la Tercera Guerra Mundial”. En un foro abierto en Fox News a principios de este mes, advirtió que “este país desembocará en una Gran Depresión si ella se convierte en presidenta. Como en 1929”. Tacha a Harris de “comunista” y “camarada” mientras argumenta implícitamente que si pierde, Estados Unidos dejará de tener una economía.
En otro giro de su retórica extrema, Trump también parece estar buscando chivos expiatorios en caso de perder las elecciones en poco más de 40 días.
La semana pasada, en un acto sobre antisemitismo, el expresidente advirtió de que “el pueblo judío” tendría parte de culpa si pierde en noviembre. Parecía estar sugiriendo, como en el pasado, que los judíos no deberían votar a los demócratas porque, sin su ferviente apoyo al primer ministro de extrema derecha Benjamin Netanyahu, podría dejar de existir Israel. Los comentarios fueron solo la última ocasión en la que invocó un tropo antisemita que sugiere que los judíos estadounidenses tienen doble lealtad. El Gobierno de Biden, al tiempo que pide a Netanyahu que haga más por proteger a los civiles palestinos, envió grandes recursos a Medio Oriente para proteger a Israel, especialmente cuando lideró un esfuerzo internacional para repeler un ataque masivo con misiles iraníes en abril.
Apuntando a otro grupo religioso, el expresidente escribió este lunes en las redes sociales que los votantes católicos “deberían hacerse examinar la cabeza” si apoyan a Harris, dando a entender que los fieles ya no tendrían catolicismo con una afirmación infundada de que “los católicos están siendo literalmente perseguidos por este Gobierno”.
Durante el fin de semana, el expresidente lanzó un extraño y patriarcal mensaje en mayúsculas en Truth Social que parecía más un dictado de un estado autoritario que una promesa, al afirmar que “LAS MUJERES SERÁN FELICES, SANAS, CONFIADAS Y LIBRES” si vuelve a ser elegido presidente.
En un mitin en Pensilvania este lunes por la noche, Trump –que fue declarado responsable por un jurado federal en un caso civil por abuso sexual y está por detrás de Harris entre las votantes femeninas– dijo a las mujeres de Estados Unidos: “Soy su protector. Quiero ser su protector. Como presidente, tengo que ser su protector”.
Los agricultores como metáfora de la economía estadounidense
Con este telón de fondo, la ominosa advertencia de Trump a los agricultores sonó bastante familiar. Afirmó que los precios de la energía se dispararían en un Gobierno de Harris y llevarían a la quiebra a las empresas agrícolas de las zonas rurales que mayoritariamente la apoyan. “Si ganan, sus costos energéticos se van a disparar… se están disparando, ¿de acuerdo? No tendrán una granja por mucho tiempo, se los aseguro”, dijo Trump.
La amenaza conjurada de que las granjas -el–ido de la vida rural– podrían ser aniquiladas en un Gobierno de Harris juega con el tema central del expresidente en el debate, a saber, que “nuestro país se está perdiendo. Somos una nación en decadencia”.
Sus comentarios también se hicieron eco de una de sus declaraciones más notorias y escalofriantes como presidente, cuando el 6 de enero de 2021 dijo a una multitud que marchara al Capitolio de EE.UU. y “luchara como el demonio” o, de lo contrario, “dejarían de tener un país”.
Las advertencias de desastre del candidato republicano no son una novedad. En 2020, con covid-19 rampante, advirtió de que si no era reelegido, no habría “niños en la escuela, ni graduaciones, ni bodas, ni Acción de Gracias, ni Navidad, ni el Cuatro de Julio juntos”. Aunque esos rituales se vieron gravemente alterados cuando él ocupó el cargo en 2020, el país se recuperó gradualmente bajo el mandato de Biden, que aprovechó sus primeras celebraciones del Día de la Independencia en el cargo para declarar la independencia del virus, aunque al final la vida normal tardara más en reanudarse.
Parte de esta retórica es la clásica exageración de un vendedor de toda la vida; o lo que Trump llamó una vez “hipérbole veraz” en su tratado “The Art of the Deal”.
Pero una vez que pasó de los negocios a la política, las exageraciones de Trump adquirieron una dimensión más siniestra. Su mordaz discurso en la Convención Nacional Republicana de 2016 advirtió de que Estados Unidos se hundía en la pobreza, la violencia y la corrupción. En la Casa Blanca, la “hipérbole veraz” se convirtió en “hechos alternativos” a medida que Trump inventaba nuevas realidades que servían mejor a sus objetivos personales y políticos.
Con sus amenazadoras predicciones sobre el futuro de Estados Unidos si gana Harris, el expresidente está adoptando una táctica típicamente utilizada por hombres fuertes y líderes dictatoriales en el extranjero que personalizan el liderazgo y predicen el desastre a menos que estén en el poder. Las cosas van tan mal que solo el toque de un hombre fuerte puede salvar al país. “Solo yo puedo arreglarlo”, prometió Trump en la Convención Nacional Republicana de 2016. Este año amplió su tema en uno de sus frecuentes homenajes al primer ministro de Hungría de línea dura, Viktor Orbán, durante una entrevista en la cadena Fox: “Dicen que es un hombre fuerte”, reflexionó Trump. “A veces necesitas un hombre fuerte”.
Cómo la retórica de Trump atrae partidarios
Una de las razones por las que la retórica de Trump fue eficaz –al menos para cimentar la base leal del Partido Republicano– es que canaliza los sentimientos de muchos votantes y los legitima.
Aquí es donde confluyen los instintos autoritarios y los impulsos económicos de Trump.
El expresidente aprovechó este lunes el enfado por la forma en que la globalización y la industrialización han arrasado las pequeñas explotaciones agrícolas en las últimas décadas. Y arremetió contra China, tanto por sus esfuerzos para comprar tierras de cultivo estadounidenses como por lo que dijo que era su fracaso a la hora de comprar US$ 50.000 millones en productos agrícolas estadounidenses en virtud de un acuerdo comercial que elaboró con el presidente Xi Jinping antes de la pandemia. Muchos expertos dudaban de que China fuera a cumplir las condiciones cuando Trump lo firmó, aunque el entonces presidente aclamó el acuerdo como uno de los mejores de la historia.
Trump culpó a Biden de no haber exigido a Beijing que cumpliera. Y prometió que uno de sus primeros actos como presidente sería llamar a Xi y ponerle las cosas en su sitio, no solo en cuestiones agrícolas, sino para exigirle que imponga la pena de muerte a los fabricantes de precursores químicos del fentanilo, que ha causado la muerte de decenas de miles de estadounidenses por sobredosis. Hay cero posibilidades de que la superpotencia rival de Estados Unidos responda positivamente a esa orden, pero la amenaza de Trump lo hizo parecer fuerte a la hora de defender los intereses estadounidenses.
“Nadie ha hecho por los agricultores lo que yo he hecho”, declaró Trump. Sin embargo, gran parte de su generosidad al enviar miles de millones de dólares en subsidios a la industria mientras estaba en el cargo fue diseñada para mitigar el impacto de su guerra comercial con Beijing.
Este lunes, el expresidente advirtió que si el Congreso intentaba bloquear la imposición de nuevos aranceles a China, simplemente ignoraría a los legisladores. “No los necesito. No necesito al Congreso, pero lo aprobarán. Tengo derecho a imponerlos yo mismo si ellos no lo hacen”, dijo el expresidente.
Y Trump también dijo que impondría un arancel del 200% al fabricante de tractores John Deere si traslada la producción a fábricas a México. “Se lo estoy notificando a John Deere ahora mismo: si hacen eso, vamos a poner un arancel del 200% a todo lo que quieras vender a Estados Unidos”, dijo Trump. “Está perjudicando a nuestros agricultores. Está perjudicando a nuestra fabricación”. John Deere anunció en julio que despedirá a unos 600 empleados en tres fábricas de Estados Unidos a medida que la empresa con sede en Illinois traslada la producción a una instalación prevista en Ramos, México.
Las peleas que elige Trump en el pasado no siempre han ayudado a los trabajadores estadounidenses. Las inversiones y los puestos de trabajo que el expresidente prometió que salvaría a menudo no se materializaron. Y el presidente Joe Biden ha destacado con frecuencia sus propias inversiones en fabricación e infraestructuras que el expresidente no cumplió.
Pero la perdurable –y según los críticos, ficticia– imagen de Trump como astuto hombre de negocios y su habilidad para las fotos populistas ayudan a explicar las nuevas encuestas realizadas por The New York Times y Siena College este lunes, que muestran que el 55% de los encuestados en Arizona, Carolina del Norte y Georgia dijeron que Trump haría un mejor trabajo en la gestión de la economía, frente al 42% que eligió a Harris.
La vicepresidenta ha tratado de reducir la ventaja adoptando su propia vena populista: atacando lo que ella dice que son los precios abusivos de las cadenas de supermercados y acusando a Trump de planear nuevos recortes masivos de impuestos para los estadounidenses más ricos que serían un reflejo de los de su primer mandato. Al igual que Trump, Harris defiende que US Steel debe seguir siendo propiedad estadounidense y se opone a su venta a Nippon Steel, el mayor fabricante de acero de Japón.