La bulliciosa ciudad de Shanghái celebra las fiestas nacionales con espectáculos de luces de fama mundial, que iluminan sus rascacielos con colores deslumbrantes, como faros de la innovación china.
Es aquí donde científicos e ingenieros trabajan día y noche en pos de la próxima gran revolución tecnológica mundial, desde internet 6G y la IA avanzada hasta la robótica de última generación. También es aquí, en una discreta calle del centro, donde una pequeña empresa llamada Energy Singularity trabaja en algo extraordinario: la energía de fusión nuclear.
A las empresas estadounidenses y a los expertos del sector les preocupa que Estados Unidos esté perdiendo su ventaja de décadas en la carrera por dominar esta forma casi ilimitada de energía limpia, a medida que surgen nuevas empresas de fusión en China y Beijing gasta más que Washington.
La fusión nuclear, el proceso que alimenta al Sol y otras estrellas, es difícil de reproducir en la Tierra. Muchos países han logrado reacciones de fusión, pero mantenerlas el tiempo suficiente para utilizarlas en el mundo real sigue siendo difícil.
Dominar la fusión es una perspectiva tentadora que promete riqueza e influencia mundial al país que lo logre primero.