Nosotras las mujeres pedimos PERDÓN más de la cuenta. ¿Estaremos “programadas” de antemano para eso?! ¡Yo creo que sí!, pero espere, esta es solo mi opinión.
La próxima vez que tenga un incidente desagradable con alguna persona, como cuando alguien la mira abochornado porque le acaba de dar un tremendo pisotón, cuente hasta diez, mire a la persona de frente, ¡y resista esa urgencia inexplicable de decir! ¡PERDÓN! Si la que merece las excusas es usted.
El problema de pedir PERDÓN sin necesidad es muy frecuente. A usted le ha pasado, estoy segura de que sí.
Recientemente vi a una muchacha tropezar con otra, con el carrito del supermercado, la pobrecita herida, buscando un papel tisú de su cartera, para secarse el hilo de sangre que le corría por el pie. Herida, no cesaba de pedir PERDÓN a la causante del accidente. Oh no, dije para mis adentros, esto no puede ser así. Acepto que me dio coraje por la situación, y más de ver a la causante del problema irse como si nada hubiese pasado.
Después recordé, que, en una ocasión, fui a un restaurante, una señora le pedía PERDÓN al distraído mesero, porque le trajo un filete crudo, el cual ella lo había pedido bien asado. Ella apenada le dijo, «PERDÓNEME, pero tráigame otro».
Parece ser que el mundo es una competencia de pedir PERDONES innecesarios. Hay hasta quienes piden PERDÓN a sus invitados en su propia casa, porque llueve, o por la comida que se va a servir, diciendo: PERDÓN, hice una comidita muy sencilla, pero con mucho cariño… Basta con decir… con mucho cariño. Hasta porque el perro se atravesó se pide PERDÓN y así sucesivamente.
Yo me pregunto: qué hay detrás de esa urgencia de pedir perdón. Llegué a la conclusión que son sentimientos de culpa, porque estos, buscan una válvula de escape constantemente.
La repetición de este comportamiento equivocado de pedir PERDÓN sin razón, muchas veces proviene de una culpabilidad arraigada que data de la niñez. El proceso de escape, que es pedir excusas, se convierte en automático.
Esta es mi explicación: desde nuestra niñez es muy fácil provocar un mecanismo emotivo de culpabilidad en un niño, sin mala intención, claro está. Solamente, recuerde si durante su niñez, les han dicho frases similares a estas: “Mamá no te quiere si sigues haciendo eso o aquello», «Debería darte vergüenza ser así», «No juegues pelota en la calle, eso es para los vagos», «Las niñas no juegan a las canicas, eso es de los varones”, en fin, son tantas cosas que uno recuerda de la niñez.
Estas formas son equivocadas del adulto al comunicarse con sus hijos. Lo ideal es que se hubiese censurado la acción, pero nunca atacando la personalidad de sus hijos, o puesto en duda el amor de los padres.
Tengo unos ejemplos para los nuevos padres y según mi punto de vista deberían ser una comunicación constructiva:
Regaño constructivo: «No dejes la ropa tirada»
Regano destructivo: “Mamá no te quiere si sigues regando la ropa»
O, por ejemplo
Regaño constructivo: «Se come con los cubiertos» y no, «Debería darte vergüenza comer de esa manera», que es destructivo
Como estos ejemplos, hay muchos más. Otras que inconscientemente el adulto ha manipulado al niño a base de hacerlo sentir culpable, tampoco es que los padres hayan sido malos o muy rectos. Lo que pasa es que a ellos también los educaron de esa manera. Y, es de ahí donde provienen otros problemas a medida que pasan los años.
Este tipo de culpa se siente cuando la persona ya adulta depende demasiado de la aprobación de los que tiene a su alrededor, de la madre, el padre o esposo.
Hay un libro maravilloso que leí: «Tus zonas erróneas”. Estoy segura de que a través de sus consejos ha liberado a muchas personas de la constante necesidad de la aprobación ajena y de pedir perdón.
Por último, libérese para siempre de esa urgencia de pedir PERDÓN, su estimación y confianza se reflejarán en el modo de vivir su vida.