El corredor del Kern Pharma, doble campeón de etapa con finales en alto, se está destapando en un equipo de segunda división que apuesta por los jóvenes y que está haciendo la mejor grande de su historia.
De niño jugó al hockey sobre hielo porque es algo habitual en Jaca (Huesca), donde hay una pista profesional. Y, de padres militares y deportistas —Máximo se decantó por los maratones; Ana, por el ciclismo—, no se le dio mal el stick. Pero Pablo Castrillo (23 años) viró de rumbo.
“Me gustaba hacer de defensa, pero era un hobbie sin futuro”, cuenta. Así que optó por imitar a su hermano Jaime, ciclista de 2018 a 2022 en el Movistar y en el Kern Pharma, que lo dejó el curso pasado y ahora lo ha retomado bajo el maillot del Sabgal Anicolor, equipo portugués.
Sucede, sin embargo, que Pablo no corre sino vuela, capaz de ganar dos etapas en la Vuelta en la que la carretera se empinó. La primera, en Manzaneda, fue sentimental; la segunda, en Cuitu Negru, épica. “Venía con mucho respeto y me contentaba con meterme en alguna fuga”, explica Pablo; “todo esto es increíble”.
Castrillo no pudo reprimir las lágrimas en lo alto de Manzaneda, su primer laurel en una grande. Era el día señalado, pues acababa de fallecer Manolo Azcona, el padre de un equipo que lograba así la primera victoria de su historia en la Vuelta. “Hicimos un brindis por él y por el triunfo”, revela Juanjo Oroz, director deportivo del Kern Pharma.
“Era mi segundo padre y tuve la suerte de que cinco días antes me pude despedir de él”, relata Oroz; “sé que en esta carrera le estamos haciendo feliz”. Más que nada porque es la mejor Vuelta del Kern Pharma, que juega en Segunda (ProTeam) y ya suma dos victorias, un top-3 y tres top-5, registros que casi cualquier conjunto del World Tour envidiaría. “Estamos alucinando por lo que nos está pasando y porque los éxitos han hecho que el equipo explote mediáticamente”, dice Castrillo. Es el éxito de la constancia y de la paciencia. El ejemplo, claro, es Pablo.
Con Jaime en el equipo, seguir la pista de Pablo, que comenzó a pedalear con 14 años, fue sencillo. Entró en el Lizarte (filial del Kern Pharma), que va a contracorriente del ciclismo actual, condicionado en cualquier caso por su presupuesto. “Aunque tengas sinsabores porque las grandes estructuras se lo pueden llevar con dinero, la idea es apostar por los jóvenes y no por el resultado inmediato, por un tío de 32 años que puede garantizarte puntos UCI”, revela Oroz, consciente de que en los últimos cinco años muchos equipos World Tour han creado escuadras de formación, lo que hace que muchos juveniles no se planteen pasar por el campo amateur. “Si no llegamos a la primera opción, vamos a la segunda. Y si no, a la tercera.
Lo importante es qué haces con lo que tienes y no lo que traes”, acepta, a la vez que revela que desde Kern no ofrecen contratos a los jóvenes sino que dan apoyo integral en material, nutrición, experiencia… Como a Castrillo. “Le apoyamos y fue a correr la Montaña Central de juvenil y la ganó. Nos llamó la atención su carácter”, reseña Oroz, que considera que el paso por el campus sub 23 en el Finisher –equipo B del Kern–ha hecho de él el corredor que es. “Yo no exploté a los 18 años; me he ido adaptando poco a poco a cada categoría hasta ser profesional. Eso me ha dado madurez”, confirma Pablo. “Con paciencia, las cosas salen”, se suma Oroz. Y eso, paciencia, es lo que han tenido Castrillo y su equipo para brillar en la Vuelta.