“Cilita”, como la llama el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, lleva más de una década como primera dama -aunque en la jerga oficial del chavismo la llaman “primera combatiente”- y más de 30 años como pareja del actual mandatario, en los cuales construyó su propio capital político hasta ser considerada una de las mujeres más poderosas de Venezuela.
Cilia Flores, nacida en 1956 en la localidad de Tinaquillo, estado Cojedes, en el centro de Venezuela, creció en barriadas del oeste de Caracas. A Maduro, quien con frecuencia resalta su origen humilde, lo conoció en los inicios del chavismo. Ella, abogada especialista en derecho laboral y penal, asistía legalmente a Hugo Chávez y a otros militares que intentaron derrocar al entonces presidente Carlos Andrés Pérez en 1992. Maduro, por su parte, también hacía campaña por la liberación de Chávez y estaba en el equipo de seguridad del teniente coronel.
“En esa travesía por la liberación de Chávez andábamos en actividades en la calle. Yo siempre recuerdo de una asamblea en Catia y cuando un muchacho pide la palabra, habló y me quedé mirando. Dije ‘qué inteligente’”, recordó Flores en noviembre, en la primera emisión del podcast de Maduro.
Desde entonces no se separaron, pero Flores tejió su propio recorrido político. Fue elegida en 2000 para su primer período como diputada de la Asamblea Nacional. Volvió a obtener un escaño en 2005 y un año después fue la primera mujer en presidir el Parlamento, sucediendo justamente a Maduro, quien pasó a ser el ministro de Relaciones Exteriores de Chávez.
Bajo su mandato, prohibió la entrada a los periodistas al hemiciclo de sesiones. Además, fue señalada por contratar a decenas de familiares como empleados en el Congreso. En una entrevista con el periódico español La Vanguardia, respondió que la denuncia nunca se formalizó y que se trató de una campaña de desprestigio, pero confirmó contrataciones: “Sí ingresó mi familia por cualidades propias, me siento orgullosa y defenderé su trabajo las veces que haga falta”.
Entre 2009 y 2011 también fue la segunda vicepresidenta del Partido Socialista Unido de Venezuela, entonces liderado por Chávez, quien en 2012 designó a Flores procuradora general de la República.
Junto a Maduro, quien ya era vicepresidente, visitó a Chávez en Cuba en sus últimos meses de vida. “Hija de Chávez”, decía su perfil de Twitter cuando lo abrió en 2015, aunque unos años después lo cambió por “chavista”.
Flores y Maduro, que se conocieron tras el «por ahora» de Chávez, todavía no se habían dado el «para siempre».
Se casaron en julio de 2013, luego de dos décadas de relación y poco tiempo después de la victoria en las elecciones presidenciales frente al entonces candidato opositor Henrique Capriles.
“Ella tiene todo un trabajo político. Cuando llega a primera dama, pasa a un segundo plano. Pero para muchos, es el poder detrás del trono o una asesora de primera línea”, dijo a CNN Carmen Arteaga, doctora en Ciencia Política y profesora asociada de la Universidad Simón Bolívar. “Cuando se casan, bajó muchísimo el perfil, casi no hace declaraciones públicas, no compite por el espacio, da un paso atrás”, agregó.
El presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro, celebra junto a su esposa Cilia Flores después de conocer los resultados de las elecciones en Caracas el 14 de abril de 2013. ( LUIS ACOSTA/AFP vía Getty Images)
Según la politóloga, el apoyo y la asesoría de Flores, como una eminencia gris, habría sido fundamental en esos años en los que el chavismo tenía disputas internas por la sucesión de Chávez. Maduro, ungido por el entonces presidente, todavía terminaba de consolidar un liderazgo sobre otras figuras de renombre y cercanas al fallecido mandatario, como el defenestrado presidente de Petróleos de Venezuela y ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, el diputado Diosdado Cabello o el exvicepresidente Elías Jaua.
En ese círculo, pocas mujeres han ocupado puestos jerárquicos. Para Arteaga, “no hay dudas” de que Flores es la mujer más poderosa del país, o al menos mientras el chavismo siga en el poder.
Por su parte, la politóloga Estefanía Reyes señala a CNN que es difícil cuantificar su poder porque “ocurre tras bambalinas” y no está institucionalizado. “Es peligroso no entender las dinámicas de la toma de decisiones, porque eso hace difícil generar una rendición de cuentas y ser transparente en cuanto a la influencia”. Si es que alguna vez hubo un doble comando, nunca quedó formalizado, como en el caso de Nicaragua entre el presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
Reyes también apuntó que Flores ha aparecido en los últimos años con un rol de apoyo y de madre, buscando conectar más con lo popular antes que como una figura de competencia electoral. “El chavismo instrumentaliza el rol de madre. En lo simbólico, sigue estando atada a las restricciones de género”, consideró la politóloga, profesora asistente en la Universidad Western (Canadá).
Durante años, el cargo de primera dama no fue utilizado en Venezuela, ya que Chávez se había divorciado. Cuando Maduro asumió el poder, bautizó a Flores como “primera combatiente”, bajo el argumento de que primera dama era un “concepto de la alcurnia”.
En ese sentido, Reyes señaló que, pese al cambio informal de título, el cargo continúa estando vinculado, al igual que en otros países, a causas como la protección de la niñez y la dirección de organizaciones caritativas.
En ello coincide la politóloga Nastassja Rojas, profesora de Derechos Humanos en la Universidad Javeriana (Colombia). “El chavismo traiciona todo lo que habían criticado al ponerla como primera combatiente. Lo que ahora proyecta es una persona que es pareja del presidente, que lo acompaña. En los últimos años le cambiaron completamente el perfil”, dijo a CNN.
Sancionada y con sobrinos condenados en EE.UU.
Con menores apariciones una vez iniciado el gobierno de Maduro, Flores casi se limitó a uno de los numerosos programas radiales que han tenido las figuras del oficialismo, con el título “Con Cilia en familia”.
Pero su nombre volvió a los titulares cuando en 2015 dos de sus sobrinos fueron detenidos por agentes encubiertos de la agencia antidrogas estadounidense (DEA) en Haití, bajo acusaciones de narcotráfico. Flores calificó ese hecho de secuestro, pero ambos fueron enjuiciados y condenados en Nueva York a 18 años de cárcel por conspirar para importar cocaína a EE.UU. En 2022, fueron liberados en un intercambio de prisioneros entre Caracas y Washington.
También fue sancionada en 2018 por las autoridades de Canadá junto a otros 13 funcionarios, un día después que la OEA reportara que el gobierno de Maduro había cometido delitos de lesa humanidad.
Unos meses después, también en 2018, se sumaron las sanciones del Departamento del Tesoro de EE.UU., que explicó en una nota de prensa que Maduro “se apoya en su círculo íntimo para mantenerse en el poder”. En respuesta, el mandatario declaró: “Si ustedes quieren atacarme, atáquenme a mí, no se metan con Cilia, no se metan con la familia, no sean cobardes. Su único delito, ser mi esposa”.
A esta altura, Flores había vuelto al Palacio Legislativo, luego de ser elegida en 2017 para la Asamblea Constituyente, y en 2021 como diputada a la Asamblea Nacional, cargo que mantiene actualmente.
Arteaga, de la USB, sostuvo que Flores no se ha distinguido por impulsar propuestas del feminismo, aunque explica que el socialismo tiene un discurso reivindicador de los oprimidos que incluye a las mujeres en ese grupo. “(Flores) tiene la agenda del chavismo, no ha sido conocida por una agenda feminista”, agregó.
Y aunque no acapare la atención pública como Maduro, Arteaga afirma que es igual de polarizante que el presidente. “Actualmente es impopular, tiene la misma imagen que él. Trabajan estrechamente, la opinión pública los percibe como una entidad”.
De esa forma, cuando el gobierno entregó millones de juguetes para las fiestas navideñas de 2022, repartía la imagen de “SuperBigote”, la caricatura inspirada en Maduro, pero también la muñeca de “Cilita”, coprotagonista del dibujo animado.
En la actual campaña presidencial ha acompañado a Maduro a varios actos, incluso bailando con él en el escenario.
Rojas, de la universidad Javeriana, señala también que la presencia constante de Flores evitó que la campaña sea vista como una contienda entre un hombre (Maduro) y una mujer (María Corina Machado, ganadora de la primaria opositora, que quedó excluida de los comicios).