Cientos de legisladores recién electos acudieron el martes con emoción al Parlamento, después de la transformadora elección en el Reino Unido, que llevó al Partido Laborista al poder.
En los pasillos del laberíntico edificio se oían los ecos de la emocionada charla de los 650 miembros de la Cámara de los Comunes, 335 de los cuales acudían por primera vez. Esto contrasta con los 140 nuevos legisladores tras la última elección, realizada en 2019.
En la sede de la democracia británica se respiraba un ambiente de “regreso a clases”, desde los casilleros instalados temporalmente en los corredores con paneles de madera, hasta el personal que ostentaba letreros de “Pregúntame” para ayudar a los desconcertados recién llegados.
La nueva Cámara de los Comunes incluye al mayor número de mujeres jamás elegido: 263, un 40% del total, y al mayor número de legisladores no blancos, con 90.
El legislador más joven es el laborista Sam Carling, de 22 años. Es uno de los 412 congresistas electos la semana pasada que ocuparán las bancas verdes del lado del gobierno en la Cámara de los Comunes.
Frente a ellos, estará un contingente reducido de 121 conservadores, un número muy crecido de demócratas liberales, compuesto por 72 miembros, y un puñado de representantes de otros partidos, como el Verde y Reform UK, que se opone a la inmigración.
Mientras acudían los recién llegados, los legisladores que perdieron sus escaños la semana pasada se llevaban el contenido de sus oficinas en cajas y portafolios.
Primera tarea: elegir un presidente
La primera tarea de los legisladores fue elegir a un presidente que supervise los asuntos de la Cámara de los Comunes y que trate de mantener en orden a la frecuentemente indisciplinada asamblea.
El presidente se elige de entre las filas de los legisladores y deja a un lado su afiliación al partido mientras ocupa el puesto, que es imparcial.
Lindsay Hoyle, elegido originalmente por los laboristas al puesto de presidente en 2019, fue reelecto sin oposición. Prometió a los legisladores que seguiría siendo “justo, imparcial e independiente”.
Para mantener la tradición, el presidente de la cámara simuló su renuncia y fue arrastrado por sus colegas a la silla de presidente, una costumbre que se remonta a los días en los que los presidentes podían ser sentenciados a muerte si desagradaban al monarca.
Tras recibir elogios de los líderes partidistas, entre ellos, el primer ministro Keir Starmer y el líder conservador Rishi Sunak, el presidente electo recibió la aprobación formal del rey Carlos III.