Hace ya un año de la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo, en junio de 1815. La monarquía española, disuelta años atrás por Francia, ha sido restaurada, y el rey Fernando VII se prepara para lanzar una ofensiva final contra los revolucionarios en América.
Este es el mundo y la América en la que se proclama la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la futura República Argentina, el 9 de julio de 1816, 208 años atrás.
¿Qué ocurrió exactamente en 1816?
La situación militar en ese invierno austral de 1816 era dramática. Las Provincias Unidas habían sido derrotadas un año antes por las fuerzas leales a España: ocurrió en Sipe-Sipe, actual Bolivia. Mientras que José María Morelos y Pavón, en México, fue capturado fusilado y Simón Bolívar, en Venezuela, también resultó superado por los realistas, entre otros reveses de los independentistas.
En marzo de 1816 las Provincias Unidas convocaron, en este contexto, un congreso en la ciudad de San Miguel de Tucumán.
En el Congreso de Tucumán se discutió el futuro del país, y especialmente su posible independencia del Reino de España, una decisión postergada por muchos años de guerra, a pesar de que Colombia y Venezuela, entre otros, ya habían proclamado –pero no consolidado– sus propias independencias.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata, de hecho, surgieron tras la revolución de mayo de 1810, cuando los habitantes del Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, decidieron en un cabildo abierto tomar el poder en manos del virrey.
La espera por la independencia
«La de 1810 es una revolución porque a partir de ahí van a cambiar muchas cosas, pero todavía no había un sentimiento independentista, todavía no queríamos romper con la monarquía española», dijo Camila Perochena, historiadora en la Universidad Torcuato di Tella, a CNN Radio. «Tampoco éramos conscientes de estar haciendo una revolución, sino que empiezan a descubrirla a medida que la revolución va sucediendo».
Las causas para esta revolución son muchas y complejas, en el marco de un largo proceso histórico.
Pero el detonante es uno, reconstruye el historiador José Luis Romero. En mayo de 1810 los vecinos de Buenos Aires reciben la noticia de que las tropas francesas de Napoleón Bonaparte, que invadieron España en 1808 –creando desde entonces tensiones en las colonias–, han triunfado en todas las batallas y que la resistencia española en nombre del rey Fernando VII –despuesto en 1808 y reemplazado por José Bonaparte, hermano del emperador francés– ha terminado.
«Actualmente los historiadores recomiendan poner el énfasis en 1808, en el cambio que se produce cuando Fernando VII va preso y la Corona queda acéfala. Ese proceso político que sucede en España es el causante de la revolución, que es un proceso eminentemente político con consecuencias económicas», dijo Perochena.
Con la derrota completa en España, la autoridad de la que dependían los virreyes, representantes del rey español en América, había caducado, como señala la historiadora Noemí Goldman en su libro «¡El pueblo quiere saber de qué se trata! Historia oculta de la Revolución de Mayo».
La guerra entre los patriotas, que buscaban formar nuevos estados en América –con diferentes y conflictivas visiones, más o menos cerca de la independencia–, y los realistas, que defendían la autoridad del Imperio Español, empieza casi de inmediato y se centra, especialmente, en los territorios actuales de Perú y Bolivia (entonces parte del Virreinato del Río de la Plata), donde la presencia militar española era mayor.
Pero aunque las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron a la guerra contra el Imperio Español, aún se dudaba en declarar la independencia debido a las distintas visiones entre los revolucionarios sobre encarar una mayor autonomía o autogobierno o avanzar con un quiebre absoluto, como destaca Goldman. Especialmente ante una posible restauración monárquica española tras la primera derrota francesa de 1813 y la definitiva en 1815, mientras comenzaban a acrecentarse las diferencias entre Buenos Aires y las provincias.
La proclamación en Tucumán
Esas dudas parecen disiparse, en parte, aquel 9 de julio de 1816, cuando el Congreso General Constituyente de Tucumán declara unánimemente la independencia, justo en el peor momento de la guerra, luego de que Napoleón, heredero de la Revolución Francesa e involuntario impulsor de las revoluciones americanas, es derrotado y exiliado, y comienza la restauración monárquica en toda Europa y América.
Los 29 diputados reunidos en San Miguel de Tucumán, representantes de las provincias, aprobaron la proclama en español, pero también en quechua y aymara, dos de las principales lenguas de los pueblos indígenas que habitaban en las Provincias Unidas.
«Declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nacion libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», dice el acta de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomada de la Biblioteca del congreso de Argentina.
Tras la declaración, comienza una nueva fase en la Guerra de Independencia Argentina y en los conflictos emancipatorios en toda América, y con el tiempo declararían su independencia Chile (1818), Perú (1821), México (1821), Ecuador (1822) y Bolivia (1825), entre otros.
Así, el general José de San Martín, el principal líder militar de las Provincias Unidas, cruzó la cordillera de los Andes en enero de 1817 y derrotó a los realistas en Chile. Luego las tropas argentinas y chilenas desembarcaron en Perú en 1820, y en 1822 tuvo lugar en Guayaquil el famoso encuentro entre San Martín y Simón Bolívar.
La Guerra de Independencia Argentina culminó en 1824 con la victoria de los patriotas, y las Provincias Unidas del Río de la Plata cambiaron su nombre al de República Argentina en la Constitución de 1826.
Pero la historia moderna del país, y de todo el continente, apenas comenzaba.