Hugo Chávez venció por primera vez a sus rivales el 6 de diciembre de 1998. Fue el comienzo de la era de la autodenominada Revolución Bolivariana, que desde entonces se ha impuesto en seis comicios presidenciales. Solo en abril de 2013, cuando se celebraron elecciones para elegir al sustituto del fallecido Chávez, con Nicolás Maduro como candidato, la oposición estuvo más cerca de conseguir un triunfo.
En octubre de 2012, Hugo Chávez había conseguido un triunfo para gobernar por cuarto período consecutivo, esta vez frente al exgobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, quien había ganado las primarias de la alianza Mesa de Unidad Democrática en febrero de aquel año, con 55,07% de los votos, el entonces mandatario sacó poco más del 10 por ciento de ventaja a su rival. Fue la victoria más estrecha que obtuvo en elecciones de ese tipo. Capriles alcanzó un 44,3%, pero volvería a tener una nueva oportunidad solo seis meses después, tras la muerte del presidente.
“Si hubiésemos tenido dos semanas más, con seguridad la ganábamos por un amplio margen”, asegura a CNN Carlos Ocariz, quien dirigió la campaña de Capriles en esa contienda.
El proceso fue rápido, ya que la Constitución obligaba a convocar a elecciones en los 30 días siguientes después del fallecimiento de Chávez, quien en su última aparición pública, el 8 de diciembre de 2012, había designado a Maduro, su entonces vicepresidente, como su sucesor “en caso de que ocurriera algo” antes de viajar a Cuba para su tratamiento contra el cáncer.
Con un pasado como dirigente sindical en la compañía estatal Metro de Caracas, Maduro ya había ganado notoriedad en el Gobierno de Chávez con seis años como canciller. Previamente fue diputado y presidente de la Asamblea Nacional.
Las primeras encuestas favorecían al oficialismo en medio del luto por la muerte de su líder. La oposición, con Capriles a la cabeza, tenía como objetivo convencer a los indecisos, pero también necesitaba atraer a un sector de los simpatizantes chavistas para revertir el escenario.
Ocariz señala que Venezuela todavía vivía los retazos de un superávit petrolero y de ingresos. “Había una situación económica distinta, un país distinto. La gente estaba hipnotizada por Chávez”, recuerda.
La campaña electoral para las elecciones del 14 de abril comenzó oficialmente el 2 de abril, pocos días después de que miles de venezolanos desfilaran durante horas ante el cuerpo del fallecido presidente en la capilla ardiente instalada en Fuerte Tiuna, el principal fortín militar de la capital venezolana. “Lo llamamos ‘los 40 días del desierto’, hubo una semana de velorios apoteósicos que paralizaron toda la actividad, los medios lo transmitían en cadena nacional, había muy poco tiempo (para la campaña)”, recuerda Ocariz.
En ese marco, la entonces presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, dijo que el proceso tendría un “delicado contexto emocional” y pidió evitar expresiones que pudieran crispar el ambiente.
Ocariz, que en ese momento era alcalde del municipio Sucre (un territorio que incluye parte de la zona este de Caracas) dijo que el mensaje de Capriles se centró en tres puntos: la promesa de no retirar beneficios sociales, la denuncia contra los funcionarios “enchufados” -un término que popularizó Capriles para describir a contratistas estatales favorecidos por sus vínculos con el chavismo- y el mensaje de que Maduro no es lo mismo que Chávez.
Capriles invitó varias veces a debatir a Maduro. El candidato oficialista puso como condición que el líder opositor se disculpara ante el país y la familia de Chávez por haber puesto en duda la fecha de la muerte del mandatario. Aunque Capriles expresó sus disculpas, el debate nunca se concretó.
“Fue la mejor campaña que se ha hecho en los últimos años. Eran circunstancias completamente distintas, pusimos a la gente a soñar con que era posible un cambio, que no se iba a perseguir a nadie y los beneficios no se iban a quitar”, dijo Ocariz. El dirigente también señaló que Maduro era “un mal candidato”, sin carisma e impuesto sin el consenso de las bases chavistas. “Había sido muy cercano a Chávez, pero con poca llegada a la gente”, consideró.
“Al final, la candidatura de Maduro se vía muy agotada, era un aspirante que generaba rechazo”, agregó. Según sus datos, Capriles estaba llegando al día de la elección “cruzando las líneas de las encuestas” para superar al oficialismo.
El domingo 14 de abril hubo un 79,6% de participación, la segunda más alta de los últimos 30 años, solo superada por décimas por los comicios de 2012. También participaron otros cuatro candidatos, pero la elección estaba polarizada y ninguno de ellos alcanzó los 20.000.
El primer reporte de resultados del CNE ya hablaba de una distancia “irreversible” a favor de Maduro, con el 99,12% del escrutinio. El resultado oficial fue de 50,61% a 49,12%, una distancia de 223.599 votos. Si se comparan los porcentajes obtenidos en ambas elecciones presidenciales, en seis meses Capriles había recortado poco más de 9% su diferencia con el oficialismo.
Capriles dijo ante sus seguidores que no reconocería el resultado “hasta tanto no se cuente cada voto”. Al día siguiente estallaron protestas en Caracas y otras ciudades del país que dejaron al menos siete muertos y decenas de heridos.
En los días posteriores, el candidato reclamó una auditoría con verificación de todas las firmas y huellas de los votantes. El proceso nunca se concretó en los términos planteados por el aspirante opositor, sino que consistió en una auditoría aleatoria del 46% de las mesas electorales “de las mesas que no fueron auditadas” de común acuerdo entre ambos candidatos, de acuerdo con la decisión del Consejo Nacional Electoral, un organismo controlado por el chavismo.
“La decisión de no hacer la auditoría solicitada fue lo que consolidó el resultado”, apuntó Ocariz.
“Yo no estaba exigiendo que me proclamaran ganador, sino que se hiciera una auditoría que demostrara las irregularidades. Lo que ha debido hacer el Consejo Nacional Electoral era una repetición parcial del proceso electoral”, dijo Capriles muchos años después, en un documental publicado en su canal de YouTube a diez años de aquellos comicios.
En 2022, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos consideró que en Venezuela «se vulneró el derecho de Henrique Capriles de participar en condiciones de igualdad” durante las presidenciales en 2013.
Tras la publicación del informe, CNN pidió comentarios al Ministerio para la Comunicación y la Información, al Consejo Nacional Electoral y al Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, sin recibir respuesta.
Para Ocariz, quien actualmente forma parte del equipo de campaña del comando opositor, Maduro es un candidato distinto al que compitió en 2013. “Es más experto en lo político, pero con un inmenso desgaste en su liderazgo y su credibilidad, en un país golpeado con malas decisiones”.
Con miras a la votación del 28 de julio, que enfrenta a Maduro con Edmundo González Urrutia, el aspirante de la oposición mayoritaria, y otros nueve aspirantes, Ocariz dijo que la única manera de ganar “es por nocaut” para que “a pesar de todo, si la ventaja es considerable, no sea posible remontar la cuenta”.
“Nuestro llamado es a votar masivamente. La van a tener muy difícil (el oficialismo), aunque no digo que no puedan salirse con la suya”, agregó.