¿Sabías que el 90% de las células vivas en nuestro cuerpo son bacterias? ¿Y que solo el 2% de nuestro ADN es humano? Sí, somos literalmente una comunidad de bacterias, parásitos, virus y hongos, y la mayor parte de nuestro ADN proviene de nuestro entorno, es decir, de los microbios que albergamos en nuestro cuerpo.
Cuando comemos, la primera persona en comer no somos nosotros, sino nuestros microbios. Ellos son quienes metabolizan vitaminas, antioxidantes; son un organismo completo que realiza todas las tareas que mantienen nuestro cuerpo en equilibrio. Además, se encargan de eliminar a los malos, como los virus.
Nuestra salud depende de la diversidad de microbios que tenemos. Por ejemplo, el 80% de nuestro sistema inmunológico está en nuestro intestino y básicamente son nuestros microbios, que han evolucionado a lo largo de la historia para realizar ciertas tareas. Para esto, esperan recibir de la naturaleza los alimentos adecuados para cumplir sus funciones. Sin embargo, si en lugar de eso reciben alimentos ultra-procesados, modificados genéticamente y cargados de sustancias que no provienen de la naturaleza, no pueden descomponerlos y terminan envenenándose. No solo estamos comiendo alimentos estériles, sino también tóxicos.
Dentro de esta diversidad microbiana podemos decir que tenemos a los buenos y a los malos. Por ejemplo, normalmente, los antibióticos se elaboran a partir de levaduras, como la penicilina o la rifampicina, y en nuestra comunidad de microbios, encontramos que éstos producen las sustancias químicas que necesitan para eliminarse entre sí, es decir, crean sus propios antibióticos. Los buenos, son capaces de eliminar a los malos.
Nuestros microbios más poderosos son las bacterias, que generan pequeños polipéptidos llamados bacteriocinas, y éstos atacan a los virus. Por ejemplo, se ha demostrado científicamente que los lactobacilos, que crean estas bacteriocinas, pueden combatir los virus de la gripe y el herpes. Incluso ciertas bacterias nos ayudan a desintoxicarnos de metales pesados. Podemos decir que el poder de curarnos está dentro de nosotros.
Entonces, el problema viene cuando tenemos demasiados microbios malos y esto crea un desbalance llamado disbiosis. ¿Cómo podemos hacer para restaurar el equilibrio en nuestra comunidad de bacterias? Pues dándoles el combustible ideal para que los microbios buenos cumplan correctamente sus funciones, y esto es, comida real.
Una dieta balanceada, que incluya una buena cantidad de fibra prebiótica y alimentos ricos en probióticos va a ayudar a restaurar el equilibrio en el intestino. Pero no solamente tenemos una microbiota ahí, sino también en la boca por ejemplo; por eso es tan importante elegir sabiamente nuestros productos de higiene personal, porque al tratar de “desinfectar” nuestra boca con enjuages bucales o determinadas pastas dentales llenas de potentes químicos, estamos alterando la comunidad de bacterias que vive ahí y son nuestra primera defensa. Lo mismo con la microbiota de nuestra piel; porque en nuestro afán de matar a los malos, también eliminamos las bacterias beneficiosas para nuestra piel.
Si tienes cualquier enfermedad o quieres prevenir enfermedades o simplemente saber exactamente cómo se encuentra tu comunidad de bacterias, te recomiendo que le pidas a tu médico de cabecera (un médico funcional, o naturópata que tenga conocimientos sobre el tema) una estudio sobre tu microbiota intestinal porque con eso podrás saber exactamente cuál es el desbalance, cuántos microbios buenos tienes versus los malos, si tienes alguna infección oculta debido a algún virus o tienes una alta cantidad de levaduras, incluso podrás saber por ejemplo por qué no bajas de peso porque hay también bacterias responsables del sobrepeso.
Cuando analizamos a detalle qué está pasando en nuestro intestino podemos crear un plan personalizado para devolverle el balance y con eso podemos cortar de raíz el origen de muchas enfermedades.