Tras una investigación de años realizada por un fiscal del Departamento de Justicia nombrado bajo el mandato del expresidente Donald Trump, un jurado de Delaware declaró culpable a Hunter Biden de tres cargos penales distintos relacionados con la compra de un revólver en una armería de Wilmington hace seis años.
Los fiscales alegaron que Hunter, el menor y único hijo superviviente del presidente Joe Biden, mintió en un formulario de ocho páginas que tuvo que contestar para comprar el revólver de calibre 38. Mentir en el formulario, conocido como formulario ATF 4473, constituye un delito federal, lo que, según los fiscales, hizo cuando marcó una casilla que indicaba que no era consumidor de drogas ilegales.
También alegaron que infringió otra ley penal al hacer una declaración falsa al vendedor de armas autorizado sobre su condición de drogadicto durante la transacción, y al poseer el arma mientras era adicto a las drogas.
¿Eran graves los cargos? Sí. Cualquier cargo penal relacionado con las armas suele ser grave, incluso en un país con leyes relativamente laxas que regulan la posesión y adquisición de armas de fuego.
El juicio, que duró una semana y se celebró en un tribunal federal no muy lejos de donde tiene su sede la campaña de reelección del presidente Biden, significó un golpe bajo para Hunter. El abogado, graduado de Yale y convertido en empresario, lleva décadas luchando contra la adicción a las drogas y el alcohol, según ha admitido él mismo.
Y es solo el último capítulo de una larga odisea que los republicanos esperan que termine con los problemas de Hunter para expulsar a su padre de la Casa Blanca y dar paso a un segundo mandato de Donald Trump, a pesar de su condición de delincuente convicto.
Desde 2019, cuando quedó claro que Joe Biden sería candidato en las elecciones de 2020 contra Trump, Hunter Biden ha sido un garrote que el Partido Republicano ha tratado de blandir contra su padre. Comenzó con la infame llamada telefónica entre Trump y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, durante la cual Trump presionó a Zelensky para que anunciara investigaciones tanto sobre el mayor de los Biden como sobre su hijo.
Nunca consiguió lo que intentó sonsacar a Zelensky. Pero tampoco impidió que Trump mintiera repetida y descaradamente sobre los negocios de Hunter en el extranjero y acusara a Joe Biden de haberse beneficiado de ellos, a pesar de que no había prueba alguna de que hubiera ocurrido algo así.
El estatus de Hunter como objeto de odio de la derecha se solidificó aún más en octubre de 2020, después de que el New York Post obtuviera e informara sobre correos electrónicos de una copia de un disco duro supuestamente de una computadora portátil que le perteneció. La computadora fue supuestamente abandonada en un taller de reparación de computadoras de Delaware administrado por un partidario de Trump, que proporcionó copias del disco a varios simpatizantes de Trump de alto perfil, incluido el exalcalde de Nueva York caído en desgracia Rudy Giuliani.
Esto provocó una reacción y unas consecuencias dramáticas. La entonces dirección de Twitter limitó por error (en sus propias palabras) —y brevemente— la difusión de la historia del Post porque creían que el correo electrónico en cuestión había sido robado como parte de una operación de hackeo y filtración similar a la que los servicios de inteligencia rusos habían hecho a destacados demócratas cuatro años antes. En una carta abierta de más de 50 antiguos expertos en inteligencia se afirmaba que tal operación de hackeo y filtración tenía “todas las trazas” de una operación rusa de desinformación, aunque no hay pruebas de que lo fuera. Entonces, para los fieles seguidores de Trump, se convirtió en un artículo de fe que significaba que una de las únicas razones por las que Trump perdió las elecciones —y partiendo desde el argumento de que sus partidarios creían que había perdido— fue porque los votantes no estaban al tanto de la computadora errante del hijo errante del presidente.
Desde entonces, atacar a Hunter ha sido de rigor para cualquier republicano que espere tomar medias para luchar por la causa de Trump.
Para ello, se creó toda una industria artesanal en torno a Hunter. Un exayudante de la administración de Trump ha pasado gran parte de los últimos cuatro años publicando flujos de contenido cada vez más extraños a partir de una copia del disco duro que obtuvo. Los republicanos en el Congreso también han pasado gran parte de los últimos dos años minando entre los datos robados de Hunter. Tienen la esperanza de encontrar alguna forma de acusar de forma creíble a su padre de algo que justifique un juicio político para vengarse de los demócratas por los dos casos justos que presentaron contra Trump durante su tumultuoso cuatrienio en la Casa Blanca.
El único efecto real que tuvo la investigación liderada por el Partido Republicano sobre Hunter fue presionar a un juez nombrado por Trump para que desestimara un acuerdo de culpabilidad al que había llegado para evitar este juicio, ya que habría impedido que el gobierno lo juzgara por cargos de haber violado la Ley de Registro de Agentes Extranjeros. Fuera de los terrenos conspirativos, no había muchas pruebas de que hubiera violado dicha ley.
Después de que el acuerdo se vino abajo, el fiscal nombrado por Trump, que había estado persiguiendo a Hunter, fue designado para un papel de abogado especial, lo que le permitió presentar un segundo conjunto de cargos contra él por presuntas violaciones de la ley tributaria en California.
Pero las investigaciones del Congreso sobre el presidente Biden no lo han inmutado, y Hunter ha tenido que lidiar con el peso de la venganza republicana contra él, tras haber sido juzgado por cargos que, según los expertos jurídicos, nunca se habrían presentado fuera de un caso más amplio que implicara delitos mucho más graves.
El Partido Republicano intentará utilizar el resultado de este juicio para acusar a Joe de las fechorías de Hunter, al igual que hizo Donald Trump durante su segundo debate hace cuatro años.
No funcionó entonces y no funcionará ahora.
Aunque Hunter Biden haya actuado mal, no está en la boleta este otoño. Y los estadounidenses lo saben.