El juicio penal contra Hunter Biden, hijo del presidente, Joe Biden, por tres cargos de posesión de arma de fuego cuando consumía drogas, concluyó este lunes con los argumentos finales de la Fiscalía y la defensa; después la juez, Maryellen Noreik, dio instrucciones al jurado, y comenzaron sus deliberaciones. Si es declarado culpable, podría recibir una condena de hasta 25 años de cárcel; su padre dijo a ABC News que no le indultará en caso de que ser condenado.
Los abogados de Hunter Biden podrían haber llamado a al menos un testigo más el lunes, pero dijeron a primera hora que el acusado no testificaría. Poco después cerraron su turno sin nuevos testigos, dando paso a los argumentos finales que cerraron el proceso.
En la corte están, como en días anteriores, su madre, la primera dama, Jill Biden; y su esposa, Melissa Cohen Biden, entre otros familiares, según informó la cadena de noticias NBC News.
Pruebas “abrumadoras” pero “necesarias”
La Fiscalía recordó este lunes que “nadie está por encima de la ley” al instar al jurado a condenar a Hunter Biden. Las evidencias, dijo, prueban de forma “abrumadoras” que él acusado sabía que estaba sumido en una adicción al crack cuando marcó en un formulario de compra de armas que no estaba consumiendo ilegalmente ni era adicto a las drogas, precisó el fiscal Leo Wise en su alegato final.
Además, dijo que las pruebas eran “personales, desagradables y abrumadoras», pero «también absolutamente necesarias”.
Wise señaló los mensajes de texto que, según el fiscal, mostraban a Hunter Biden intentando hacer tratos con drogas el día antes de la compra de armas y el día después. “Sabía que estaba consumiendo drogas. Eso es lo que muestran las pruebas. Y sabía que era adicto a las drogas. Eso es lo que demuestran las pruebas”, añadió.
El fiscal también indicó que no hay nada que apoye la sugerencia de la defensa de que Hunter estaba retirando grandes sumas de dinero del banco para pagar la rehabilitación. Los estados financieros muestran que los pagos de rehabilitación no se hicieron con dinero en efectivo, explicó Wise, argumentando que los retiros se hicieron para comprar drogas.
Wise también recordó mensajes de texto entre Hunter y su hija, Naomi, en octubre de 2018 durante un viaje a Nueva York, incluido uno en el que Hunter pregunta si el novio de Naomi podría reunirse con él de madrugada para intercambiar coches.
“Lo siento mucho papá, no puedo soportarlo”, respondió Naomi.
Un apellido famoso no significa que tenga menos derechos
En su alegato final en el juicio de Hunter Biden, el abogado defensor Abbe Lowell también recordó a los miembros del jurado que su deber de determinar la culpabilidad o inocencia de una persona conlleva una “tremenda responsabilidad”.
“La carga de la prueba (…) recae siempre sobre la acusación”, precisó, indicando a los miembros del jurado que Hunter se presume no culpable a menos y hasta que lo declaren culpable. El hecho de que tenga un apellido famoso no significa que tenga menos derechos que cualquier otro acusado, agregó Lowell.
Lowell también le precisó al jurado que debe considerar el testimonio de Hallie Biden y Zoe Kestan en virtud de las concesiones de inmunidad “con gran cuidado y precaución”.
Además, Lowell aseguró que los fiscales no habían podido probar su caso más allá de toda duda razonable e insistió que, en el momento en que Hunter Biden compró el arma, él hijo del presidente no se consideraba un adicto, y que lo que había escrito después en sus memorias era irrelevante.
“Con mi último aliento en este caso, pido el único veredicto que hará que los fiscales cumplan lo que la ley les exige”, concluyó Lowell, pidiendo a los miembros del jurado que declaren a Hunter no culpable.
La turbulenta vida de Hunter Biden, bajo el foco
Hunter Biden está acusado de tres delitos graves derivados de la compra en octubre de 2018 de un arma que tuvo durante unos 11 días. Los fiscales aseguran que mintió en un formulario obligatorio de compra al decir que no consumía ni era adicto a las drogas.
Hunter Biden se ha declarado inocente y acusó al Departamento de Justicia de ceder a la presión política del expresidente Donald Trump y otros republicanos para presentar el caso y cargos separados después de que un acuerdo con los fiscales se viniera abajo el año pasado. Ha dicho que lleva sobrio desde 2019, pero sus abogados han afirmado que no se consideraba un “adicto” cuando rellenó el formulario.
El caso ha puesto el foco en un momento turbulento en la vida de Hunter Biden tras la muerte de su hermano, Beau, en 2015.
Las luchas de Hunter Biden con su adicción antes de conseguir estar sobrio hace más de cinco años están bien documentadas. Pero sus abogados argumentan que no hay pruebas de que realmente estuviera consumiendo drogas en los 11 días que tuvo el arma. Había completado un programa de rehabilitación semanas antes.
Los miembros del jurado han escuchado testimonios emotivos de las antiguas parejas sentimentales de Hunter Biden y han leído mensajes de texto personales. Han visto fotos de él con una pipa de crack en la mano y parcialmente desnudo, y un video de su teléfono en el que se ve cómo pesa crack en una báscula.
Su exesposa y dos exnovias testificaron ante los fiscales sobre su consumo habitual de crack y sus esfuerzos fallidos por ayudarlo a desintoxicarse. Una mujer, que conoció a Hunter Biden en 2017 en un club de striptease en el que trabajaba, lo describió fumando crack cada 20 minutos mientras se alojaba con él en un hotel.
Los jurados han oído a Biden describir extensamente su descenso a la adicción a través de extractos de audio reproducidos en la corte de sus memorias de 2021, Beautiful Things. El libro, escrito tras su desintoxicación, cubre el período en que tuvo el arma, pero no lo menciona específicamente.
Un testigo clave de los fiscales es la viuda de Beau, Hallie, que tuvo una breve relación con Hunter después de que su hermano muriera de cáncer cerebral. Ella halló el arma descargada en la camioneta de Hunter el 23 de octubre de 2018, entró en pánico y la arrojó a un bote de basura en una tienda de comestibles en Wilmington, donde un hombre la tomó inadvertidamente de la basura, según contó.
“No quería que se hiciera daño, y no quería que mis hijos lo encontraran y se hicieran daño”, explicó Hallie Biden al jurado.
Desde el momento en que Hunter regresó a Delaware de un viaje a California en 2018 hasta que ella tiró el arma, no le vio consumir drogas, agregó Hallie a los miembros del jurado. Ese período de tiempo incluyó el día en que compró el arma. Pero el jurado también observó los mensajes de texto que Hunter envió a Hallie en octubre de 2018 diciendo que estaba esperando a un traficante y fumando crack. El primer mensaje fue enviado el día después de que compró el arma. El segundo fue enviado al día siguiente.
La defensa ha sugerido que Hunter Biden había estado tratando de dar un giro a su vida en el momento de la compra del arma, tras completar un programa de desintoxicación y rehabilitación a finales de agosto de 2018.
“No hay pruebas de que el consumo de drogas y la posesión de un arma fueran simultáneos”, escribió el abogado defensor Abbe Lowell en los documentos judiciales presentados el viernes. “Fue sólo después de que el arma fue arrojada y el consiguiente estrés que el Gobierno fue capaz de encontrar entonces el mismo tipo de evidencia de su uso que recayó con las drogas”.
La hija de Hunter Biden, Naomi, subió el viernes al estrado en nombre de la defensa y contó al jurado que visitó a su padre cuando estaba en un centro de rehabilitación de California semanas antes de que comprara el arma. Agregó que parecía “esperanzado” y que estaba mejorando, y le dijo que estaba orgullosa de él. Cuando la despidieron del estrado, hizo una pausa para abrazar a su padre.
El verano pasado parecía que Hunter Biden evitaría este caso, pero un acuerdo con los fiscales implosionó después de que la jueza de distrito Maryellen Noreika, que fue nominada para el cargo por el expresidente republicano Donald Trump, planteara dudas al respecto. Biden fue acusado posteriormente de tres delitos graves de posesión de armas. Además, se enfrenta a un juicio programado para septiembre por cargos de delito grave que alegan que no pagó al menos 1.4 millones de dólares en impuestos durante cuatro años.
Si es declarado culpable en el caso de las armas, se enfrenta a una pena de hasta 25 años, aunque a los delincuentes primerizos no se les aplica ni de lejos el máximo, y no está claro si el juez le condenaría a tiempo tras las rejas.