Duki nos mintió a todos: en su canción Jefes del Sudoeste, de su último disco, cantaba «ya rompí un Wizink, ahora voy por el Wanda», sin embargo, el artista argentino decidió olvidarse del estadio del Atleti y marcar su lugar el Santiago Bernabéu.
La lluvia en Madrid es poco habitual, menos todavía en junio, pero este sábado, el día del concierto, decidió hacer acto de presencia, como si fuese un fan más del astro argentino.
Llovía por la tarde cuando los alrededores del estadio fanáticos estaban dispuestos a darlo todo; había chicos jóvenes, ilusionados ante su primer concierto, que llevaban la cara pintada con las características alas de ángel/demonio que el mismo Duki lleva tatuadas; había chavales más mayores, al borde de la treintena, que portaban camisetas negras y cervezas de los puestos cercanos al estadio; de quien no había rastro, al menos aparentemente, era de Ruido Bernabéu, la viral cuenta de Twitter que denuncia el supuesto nivel excesivo de la música en el estadio: quizá se estaba preparando para darlo todo con Hello Cotto.
Corrían las nueve largas cuando, con el público bien recogidito, daba inicio el concierto en la zona cero del madridismo. Duki salía dándolo todo, encadenando su potente Rockstar con varias canciones junto a su compañero Ysy A, como Pintao. Era curioso mirarle la cara y los ojos en los intermedios entre temas, pues más allá de los éxitos y la fama, en el fondo, sus gestos delataban algo: que no se creía estar ahí.
Duki no es un artista al uso: es un artista de otro planeta, quizá más propio de su onírico Ameri que de la Tierra. Mauro, como en verdad se llama, empezó en las plazas argentinas, en esas batallas de gallos y pibes que más tardes llamaron el Quinto Escalón, y ha llegado donde muy pocos pueden soñar, hasta un recinto que solo una semana antes estaba Taylor Swift.
Gracias a su estilo melódico y sus letras completas, que mezclan las reflexiones propias de su generación con un estilo bien directo, aunque no por ello vacío, Duki se ha convertido en el artista argentino más importante del mundo, además de en uno de los cantantes más escuchados entre centenials y lo que surja.
Poco a poco y tras el primer subidón final, el concierto fue siguiendo su curso hasta que le llegó el turno a Emilia, su novia y también estrella de la música. Con el público al borde del llanto, fue muy curioso ver cómo muchos de sus fans, quizá los más jóvenes, se dejaban su garganta aún más intensamente que con las canciones del primer golpe del concierto, quizá porque el amor es incluso más fuerte que el trap.
El show siguió unos minutos más hasta que, gracias al protagonismo de otra mujer, el estadio estuvo a punto de caerse cuando Nicki Nicole, también una de las gigantes de Argentina, salía a cantar junto a Duki Ya me fui, una de las canciones más famosas del combo del Cono Sur.
Este artista (también Nicole) representa algo potentísimo que es difícil de explicar desde España; representa las posibilidades de toda una generación, podrida por la inflación y la pobreza en Argentina, de no solo salir del barrio y conseguir un futuro decente, sino de lograr conquistar el mundo gracias al trap en español: quizá haya media docena de personas más que hayan conseguido lo que él.
Por fin, ya rozando el reloj casi las once de la noche, el show llegaba a su recta final. Tras una espectacular salida de Jhayco al escenario (los asistentes se quedaron boquiabiertos al ver a la estrella puertorriqueña acompañar al Duki), nuestro argentino pisaba la tarima de la mano de Ysy A y Neo Pistea, sus compas del colectivo Modo Diablo, para cantar los temas más cafeteros (es decir: traperos) de todo el show, que levantó hasta la última silla del estadio y, casi seguro, hizo temblar la casa de Ruido Bernabéu.
En esta recta final, que es muy difícil de explicar si no es desde los ojos y oídos propios, el concierto dejó de ser un concierto para convertirse en un karaoke; aquello ya no era un festín musical, sino un auténtico aquelarre de toda una generación que se ha criado con las letras de un argentino que se llama Mauro, pero que podría llamarse David o Daniel o Israel, y podría ser aquel, usted o yo; la gente vibraba con Macbec (salió Bizarrap, productor del tema, al escenario) y se sintió un cénit general, como cuando un autobús a doscientos se estrella contra un muro, al sonar She dont give a fo, quizá uno de los himnos más importantes del trap latino.
Duki le partió el corazón a 65.000 personas; 65.000 personas se dejaron partir el corazón por Duki.