Impactante. Ríos humanos, cientos de miles de personas se movilizan con gran fe. La fuerza de un pueblo se manifiesta. Es impresionante cómo el 12 de diciembre el pueblo mexicano celebra a la Virgen de Guadalupe.
Este culto tiene raíces milenarias en la cultura del Anáhuac, en este día se movilizan miles y miles de mexicanas y mexicanos en peregrinación a la Villa de Guadalupe en la Ciudad de México. Decenas de grupos de danza prehispánica hacen retumbar sus huehuetls o tambores. México se une para festejar, cantar, rogar por un futuro propio, para la familia y la sociedad. Se tiene por costumbre que en las peregrinaciones los fieles y organizadores, se incluyan grandes ofrendas florales y que fieles y organizadores, se acompañen de danzantes diversos, los “matachines”, los “concheros”, la danza “mexihka” quienes lideran a los contingentes.
Se calcula que en México cada año se organizan por lo menos 3,000 peregrinaciones a la Basílica y la concurrencia en esos días es de varios millones de personas, siempre acompañadas de sus familias, desde bebés en brazos, hasta ancianos en sillas de ruedas.
Miles de peregrinos se congregan en la fiesta tradicional. Celebrando con danzas al ritmo de los huehuetl o tambores, ondean las banderas, se oye el sonido de los ayoyotes, y los teponaztles, silban las flautas de carrizo y resuenan los caracoles. Antiguos instrumentos musicales del Anáhuac mueven los corazones de los presentes mientras saborean el huautli o amaranto, alimento milenario y disfrutan de frutas y dulces, mientras se acompaña a las personas que llegan de rodillas cumpliendo una “manda” o “pidiendo un milagro”.
Hay un factor que ayuda a los peregrinos a aguantar la caminata que emprenden para ver a la Virgen de Guadalupe, y que no necesariamente es la fe. Se trata de la comida, en grandes cantidades, que les es ofrecida, por lo que es además es un festín gastronómico y en el lugar se consume en gran cantidad, pan dulce y café, té o atole, naranjas y botellas de agua, tortas, tamales, tacos al pastor, latas de refresco de cola, gorditas de nata, dulces, cigarros, y chilaquiles que son tan solo parte del menú que se puede encontrar en la Basílica y zonas aledañas. Y en esa festividad nacional no pueden faltar el pozole, además de la cerveza y otros “tragos” para amenizar el baile. Las “mañanitas” a la Guadalupe se escuchan a lo largo de la madrugada y la emoción cunde entre las y los asistentes y desde luego muchos televidentes, porque no faltan en el espacio las cámaras de las televisoras.
La fuerza que tiene este culto se debe a las ancestrales raíces de nuestro pueblo milenario, surge de lo más profundo de nuestra sociedad y toma energía tanto del consciente como del inconsciente colectivo.
La nuestra era una cultura que entendía que todo es dual: vida-muerte, frío-calor, día-noche, mujer hombre, joven-viejo, alegría tristeza, alto-bajo. En nuestra cultura originaria la energía suprema o dios era Ometeotl y se traduce como energía dual compuesta por Ometecutli y Omecihuatl el señor y la señora de la dualidad, que eran pares. Guadalupe vino a ocupar ese lugar, el de Omecihuatl. Por eso la fuerza femenina en nuestra historia.
Hace muchos siglos, aquí ya se veneraba a Tonantzin, que se traduce como “nuestra madre” en el cerro del Tepeyac, que en náhuatl quiere decir Tepe-yaca-c, monte con nariz, se le festejaba en el solsticio de invierno y venían miles de gentes a rendirle culto. Por eso ahí tras la invasión española siguió el culto, ahora a Guadalupe en el mismo tiempo y lugar. Tonantzin también conocida como Coatlicue, representaba la fertilidad (no tenían dioses ni diosas), la vida y la muerte y era guía del renacimiento siendo venerada en el Cerro del Tepeyac, donde los españoles comenzaron el culto a la Virgen de Guadalupe, que para el pueblo representaba a Tonantzin.
Al prohibir la veneración de las representaciones indígenas como fueron Tonantzin, y otros más como, Quetzalcóatl,, también Tezcatlipoca y por supuesto, Huitzilopochtli, lo que hicieron los pueblos originarios fue continuar venerando a sus mismas representaciones, pero ahora detrás de las imágenes europeas. Tenían que hacerlo, si no la Inquisición los quemaba vivos. Así pues, se dio el sincretismo. Si antes veneraba a Huitzilopochtli en el solsticio de invierno, ahora festejaban el nacimiento de Jesucristo, detrás de Guadalupe, estaba Tonantzin, Quetzalcóatl era escondido detrás del apóstol Santiago, y Tezcatlipoca dentro del Cristo Negro o también del de San Miguel.
Podemos constatar pues que el culto a Guadalupe-Tonantzin es milenario y tiene profunda significación en el consciente y el inconsciente colectivo. Es símbolo de nuestra tierra y bandera de Independencia: Hidalgo tomó el estandarte de Guadalupe como símbolo patriótico de veneración. Los ejércitos insurgentes avanzaban detrás de su imagen y se enfrentaban a los realistas que tenían como símbolo a la Virgen de los Remedios. Morelos también se acogía y promovía su imagen y cuando cayó preso se negó a renegar y delatar a sus compañeros y dado que le exigían y lo obligaban como requisito para terminar sus torturas y poder ser confesado antes de ser fusilado que escribiera una carta al Virrey, el sanguinario Calleja. José María Morelos burlándose, la escribió el mismísimo 12 de diciembre día del símbolo de la Independencia y en esa carta para quitarse de encima a sus jueces y poder ser sentenciado dio informaciones verdaderamente ridículas como: que por Acapulco guardó en un charco cobre en barra, y que dejó balas en una zanja, que en un punto de El Veladero que no sabe el punto fijo enterró acero y estaño, y que del lado derecho del río Grande dejó plata, y que conseguían plomo cerca de Mezcala y que el salitre es del Cutzamala, pura paja que no decía nada, ninguna información comprometedora . Así se carcajeó del Virrey. Por cierto, hay historiadores que lo acusan de haberse arrepentido y delatado por esta carta magistral con la que dejó a los realistas con un palmo de narices. El que la haya escrito el mismísimo 12 de diciembre reafirmaba su ideal de independencia.
También los zapatistas traían estampas de Guadalupe en sus sombreros. La fuerza del símbolo ancestral y el amor a la guadalupana tiene hondas raíces en nuestra cultura. Hoy también es símbolo en la lucha por la Soberanía.
Este año el pueblo mexicano la festeja como cada año y quienes no van a la Villa, la veneran en sus colonias, barrios, unidades habitacionales y siempre desde el fondo de nuestro corazón.
A la Virgen de Guadalupe no solo se le venera en México, también en Estados Unidos y Canadá, en América Latina y el Caribe y hasta en Filipinas y China. También en países europeos como Francia e Italia.
En su honor, yo he compuesto un poema que con gusto les comparto:
GUADALUPE – TONANTZIN
NUESTRA MADRE
NUESTRA MADRE TIERRA
BANDERA DE LA INDEPENDENCIA
EMBLEMA ZAPATISTA
FUERZA DE LIBERACIÓN
GUADALUPE-TONANTZIN
SÍMBOLO ANCESTRAL
DE LA TIERRA NUESTRA
SOMETIDA, ULTRAJADA…
QUE LUCHA Y RESISTE
Y REVIVE TRADICIONES DE LA PATRIA
QUE NOS IMPULSAN
A COMBATIR Y A VENCER
POR NUESTRA TIERRA
MADRE TIERRA
QUE SERÁ LIBRE Y SOBERANA
La Guadalupana es el símbolo de la unidad nacional por excelencia y está íntimamente ligada a la identidad y memoria histórica mexicanas.