¿Será el amor un auténtico acto de fe en uno mismo y en el ser amado que va más allá de un compromiso? Veremos.
Una de las frases más comunes es aquella que dice: “El amor lo puede todo a pan y agua”
Es verdad, pero eso era antes, cuando se creía que el amor lo podía todo. Aunque no tenían nada, se casaban sin pensar lo que vendría después. En estos tiempos, yo lo llamaría INMADUREZ.
¿Y qué es la madurez? Ser maduro es tener una identidad propia y definida, estar seguro de sí mismo y de tener un trabajo estable para mantener a una familia.
Me contaba una amiga que su nieta de 18 años se fue a vivir con su noviecito de colegio, a un apartamento, y que la familia les está ayudando a amueblar. En mi opinión, esto ni siquiera lo hubieran permitido los padres. Son demasiado jóvenes que no saben lo que hacen. Para mi concepto estos jovencitos están muy acelerados. Yo solo pregunto, y hablando de los padres:
¿Estará preparada la niña de “papito y mamita” y el jovencito que se cree un hombre de provecho y macho?
Según la abuela, dicen que están enamorados, que están seguros que nada ni nadie podrá separarlos. No chiquitos, el secreto está en mantener los pies sobre la tierra y pensar bien en lo que vendrá después.
Según las estadísticas, los matrimonios entre personas menores de veinte años son los más riesgosos. Y esto se atribuye a los fracasos por la falta de madurez y responsabilidad, como ya les comenté.
En cambio, una pareja con madurez y pensando bien lo que hacen, el amor los puede unificar para seguir adelante. Por eso la madurez hace a uno profundamente sensible a los deseos y necesidades del otro, sin ir más allá de lo estrictamente necesario.
Significa dar y darse, sin perder su propia identidad.
Existe otra situación en los matrimonios repentinos de jovencitos. En algunas ocasiones muchas parejas se juntan para resolver problemas familiares, sea con sus padres o hermanos, que los tienen cansados y quieren salir corriendo de su casa, piensan que “todo se arreglara cuando se junten».
No, amigos no, la realidad es otra. El esposo no puede compensar a la mujer con todo lo que le faltó con sus padres, ya sea en lo emocional o de otra índole, y así a la inversa. En otras situaciones, tampoco los cónyuges podrán sustituir a los padres y ser a la vez esposos. Por esto y otras cosas más, el matrimonio no borra el pasado, ni los problemas.
Estar junto a tu amorcito no lo es todo. Ahora todo lo ves hermoso, andas entre nubes, pero la realidad es otra. Estoy segura que tú, chiquita, no estás enterada de cómo es él en su vida íntima, es decir sus hábitos, si son comparables con los tuyos o no. En fin, hay tantas cosas en una pareja que de seguro se irán descubriendo.
Solo hay un error, y es querer “cambiar” al compañero o compañera a “su” manera. Tal vez esto es más común en las mujeres que en los hombres.
Convertir al bebedor en abstemio, al impuntual en puntual, al desordenado en ordenado y así por el estilo; esto es demasiado optimismo y solo tendrán dificultades. Aunque no todo estaría perdido, con mucha táctica y perseverancia podrías cambiar los hábitos que no te gusten de tu pareja, y si esto no te resultara tendrías que reconocer y aceptar que “me casé o me uní, con un hombre desordenado y descuidado”, así de simple. Él por su parte diría: “Me uní a una mujer que, sin ser ángel de amor, es a veces irritable, terca e impaciente”. Porque todos tenemos errores, mucho más, sin son jóvenes sin experiencia.
Por último, la mejor gratificación en el amor es la mutua aceptación, sincera y simple de nuestras limitaciones y así evitamos una fuente posible de frustración y desengaño.
Como ven el amor no lo es todo. Tiene e implica muchas cosas y altibajos.