No es de más decir que todos anhelamos la felicidad. Pero, ¿qué es realmente lo que buscamos en la felicidad? En mi opinión, toda jovencita sueña con su príncipe azul y cree que este sería su felicidad, o hasta el desdichado que se envicia con todo tipo de drogas y malas intenciones, cree que eso es la felicidad. En mi concepto, la felicidad se busca en nuestra familia, en relaciones importantes, en la profesión, en la religión que profesamos, en el sexo para algunos, y en los bienes materiales para otros.
Pero no todos nos sentamos a pensar realmente sobre que nos haría feliz. Por lo general, las personas tratan de buscar la felicidad en lo externo. He preguntado a algunas jovencitas y solteronas que conozco, y me dieron respuestas como estas: “Yo seré feliz cuando encuentre al hombre correcto que me pueda comprar la casa de mis sueños”. Creo que fue necesario preguntar: “¿Dime, para qué quieres ese marido y esa casa?” Respondieron, individualmente, que eso les haría feliz, porque así tendrían un marido de tiempo completo y disfrutarían la casa en familia; pensando lógicamente en tener hijos, y eso está bien.
Es bueno y correcto querer una familia unida y pensar que eso les traerá tranquilidad. Sin embargo, a veces la búsqueda de la felicidad puede frenar nuestras posibilidades de alcanzarla. Las expectativas, las definiciones individuales de lo que necesitamos para ser felices, pueden actuar como un reto. Cuando mayor sea la diferencia entre lo que tenemos y lo que queremos alcanzar, más aguda será la frustración que se va a sentir si no lo logramos.
Está en nuestras manos alcanzar nuestra propia felicidad. No necesitamos depender de nadie, de nada, ni de una casa para alcanzarla. Todo radica en nuestra forma de ver la vida. Una vez leí sobre el Dalai Lama que dijo estas verdaderas y hermosas palabras: «El camino hacia la felicidad verdadera llega cuando aprendamos a aceptar tanto lo agradable como lo desagradable». Yo diría, que deberíamos aprender de cada experiencia, de cada situación, de esta manera podremos entonces diseñar nuestra vida y destino para obtener la felicidad que tanto añoramos.
¿Y por qué debemos ser felices?… Según mi punto de vista es porque la gente feliz es más saludable y vive más tiempo de la que no lo es. Además, goza de una mejor calidad de vida que no necesariamente tiene que ser «rica o acomodada» como se dice generalmente. Estas personas alegres tienen un vínculo o un círculo de amistades más amplio. Los invitan a fiestas, viajes, paseo, en fin, a un sinnúmero de diversiones; siempre son bienvenidos. Todos se acuerdan de ellos, porque esta gente irradia felicidad, alegría, entusiasmo y además son buenos amigos.
Es importante reconocer las creencias negativas que a veces atan, que impiden ser feliz; porque te hacen esperar siempre lo peor de la vida.
Identifica las emociones que te hacen daño. El estrés, los temores y la ansiedad son obstáculos a la felicidad, recuérdalo. Si realmente tu sueño es tener un buen marido y una casa, pero por temor no te atreves a dar los pasos necesarios para conseguirlos, entonces nunca los tendrás.
Así como la felicidad es necesaria en nuestra vida, es correcto sentirnos agobiados y con un poco de temor, hasta cierto punto viene bien en algunas situaciones.
Los bellos pensamientos y positivos, todos ellos, son amuletos de buena suerte, recuérdalo, sé positivo.
Proponte metas que sabes que cumplirás. También, hay que prepararse adecuadamente para situaciones difíciles, porque tampoco es que todo en la vida es de color de rosas. Y, como digo yo: Siempre hay «pajitas que le caen a la leche», pero no por esto te dejes aniquilar.
Y para terminar: Dejen atrás el drama, eso es para los actores. Obsérvense de lejos y pregúntense. ¿Qué es lo que realmente quiero y puedo tener? En algunos casos, conseguir un príncipe azul y una casa no son factores que realmente dan la felicidad.