Agárrense mujeres, ahora sí van a sentirse más seguras. Según las estadísticas, aunque tal vez usted ya lo esperaba: el “machismo”, ese estado de ánimo masculino del que las mujeres tanto nos hemos quejado, y que el hombre adoptó más o menos cuando la mujer empezó hablar de liberarse, de ser “igual”, está en plena agonía, y a nadie le importa ya.
Los que están más contentos son los mismos hombres, que descubrieron por fin que el machismo solo servía para disimular sus debilidades, y ahora quieren ser viriles, pero basando esa virilidad en la propia seguridad, sin apoyos falsos. “El hombre maduro que hoy se perfila en el horizonte, el que no necesita vanagloriarse de sus conquistas extramaritales, para probar su hombría, aspira a una unidad muy fuerte con su mujer. Ella lo respeta mucho más por eso, y si muchas de ellas aún salen a trabajar será por el deseo de mejorar su vida o la de los dos.
Al escribir este artículo, hice una pregunta a mi esposo, si él creía que el machismo “se está terminando”, me respondió: “Ya eso se acabó. (…) No más machismo”. Me hizo reír, por la forma como lo dijo. Pregunté: ¿A qué se debe este cambio? continúo diciendo: “Aparentemente las estadísticas (con él siempre las estadísticas) arrojan un hecho alarmante, la declinación del deseo sexual en el matrimonio, un ‘no me importa’ que entre la pareja se hizo costumbre, mientras paralelamente se perdía también la de halagarse mutuamente, y compartir problemas, experiencias y sensaciones”.
Bueno, esto es verdad, “No había tiempo para aquello”. Cada uno llegaba a casa cansado de trabajar. Las mujeres con la angustia de lo que todavía le quedaba por hacer, porque sus roles de madre y ama de casa eran una continuación de su trabajo. ¿Contar con la cooperación de él? Solo cuando se precisaba la fuerza. El resto del trabajo, el minucioso, inevitable trabajo del ama de casa no era cosa de hombres. Todo ese montón de cosas que tanto tiempo consumen, eran cosas que le correspondían a la mujer. Ahora, en muchos matrimonios esto ha cambiado. El hombre está ayudando en los quehaceres de la casa. Aquí entre nos, mi esposo, ahora lava ropa y la dobla. En algunas ocasiones también lava los platos.
Otra cosa, el hombre que sostenía al margen de su vida familiar una relación con una chica 20 años menor que él, según algunos, porque esta “devuelve la juventud” …ese prototipo de hombre pasó a la historia. Al parecer se le acabaron las baterías, es un tipo que ya no impresiona a nadie.
Ahora surge un hombre maduro, desprovisto de arribismo, que no aspira a ser héroe de película sino un individuo estable, menos musculoso y más intelectual, un hombre valiente que se atreve a reconocer y a confesar sus errores.
Lo que es más importante, será un hombre seguro de sí, porque sus valores serán más accesibles. Tampoco temerá a los desafíos de un mundo inflado de falsos valores, será más solidario, más comprensivo y más apto para reconocer la necesidad de dar lugar y predominio a lo que mueve los destinos de la historia: el amor. No solo el deseo, no solo el atractivo físico, sino el sentimiento mismo, el cariño y la ternura. Para la mujer es el logro más importante: es una situación más positiva porque su hombre ha cambiado.
Con respecto a lo íntimo, no es disfunción sexual, es el estilo de vida lo que no funciona. Y en cuanto a la frecuencia sexual, esto es responsabilidad que la pareja debe compartir hablando del problema. De hecho, la misma conversación puede convertirse en el más poderoso afrodisíaco.
Por último, el nuevo hombre empieza a comprenderlo de otra manera. Se está dando cuenta que necesita encontrar tiempo para su compañera y hasta para sí mismo. Ahora baja un poco el nivel de sus aspiraciones, ahora sí, está dispuesto a hacerlo, para rescatar la esencia de la vida, para disponer así de esos minutos extra que necesita para reavivar el interés mutuo que se estaba perdiendo. Ahora se siente capaz de hacer la ofrenda máxima: la fidelidad.