La fiesta de La Navidad se conoce en todo el mundo. Los comunicólogos dirán que está bien posicionada. El festejo de un día se extiende a toda una temporada. Aunque no todos la celebran por razones religiosas, esta festividad es tan popular que se ha convertido en un acontecimiento cultural a la que todos se suman. El festejo no garantiza que se viva su verdadero significado aún y en los 2.3 mil millones de cristianos. Para los creyentes, se celebra el nacimiento de Jesús, el salvador del mundo que trajo el mensaje de amor-entrega que debe prevalecer siempre.
La Navidad es la época del año más esperada por todas las personas. Para el comerciante, es la oportunidad para vender más; en los mercados informales se aprecia la tensión por colocar la mercancía que posiblemente se adquirió en cantidades mayores con la esperanza de venderla en su totalidad. Para el empleado que recibe aguinaldo, espera el dinero para poder pagar deudas o bien, hacerlo rendir para comprar regalos a la familia. Para quien no tiene empleo, piensa en la posibilidad de que surja algo eventual por ser temporada de ventas intensas.
Para la familia dispersa, es la ocasión para reunirse y fortalecer lazos fraternales. Para quien tiene relaciones fracturadas está quizá la posibilidad de arreglarlas. Para quien tiene la vida en orden es la oportunidad para dar gracias en familia.
En todos, hay esperanza.
También es la temporada de los excesos en comida, bebida y trajines; de tráfico intenso, de compras irracionales, quizá de incremento de deudas. Como si existiera el compromiso de dar algo o de reunirse. Nos esmeramos por tener atención, por convivir, por corresponder a los regalos, ¿por qué la presión? ¿no debe ser siempre?
Es una época de abundancia para algunos y de escasez para otros. De expresión exagerada de la alegría o de la tristeza por las sillas vacías, la enfermedad o el desempleo. “Vender-comprar-gastar-dar-perdonar-rezar”, eso es La Navidad. Cansancio-desvelo-apuros. Si el trasfondo es una introspección para enmendar errores y valorar la esperanza para vivir el verdadero significado, qué maravilla. Pero si el punto es sólo vivir la fiesta y sumarse a eventos y regalos hay un vacío que es necesario llenar.
Hasta los malandros esperan la Navidad para cobrar más alto “el piso”, controlar precios, robar aguinaldos, cobrar moches y extorsionar a la gente.
Los políticos aprovechan la época de distracción para recibir el aumentado bono navideño y avanzar en sus planes sobre todo si son poco populares. O bien, para transmitir mensajes emotivos aprovechando que la gente está sensible y sumar votos.
Muchos festejarán los buenos negocios que hicieron gracias a las redes de complicidad e impunidad de la 4T y se frotarán las manos al pensar en el posible “segundo piso” del proyecto de transformación.
AMLO seguramente continuará en campaña a favor de Morena para el Congreso de la Unión del próximo año y por supuesto para apoyar a Sheinbaum. Además, seguirá insistiendo en desaparecer los órganos autónomos como el Instituto Nacional de la Transparencia y Acceso a la Información, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal Competencia Económica y la Comisión Reguladora de Energía, entre otros, que según él no sirven para nada y representan gastos superfluos. Ojalá aprovechara esta época de introspección y renovación para pensar en estrategias diferentes al “apapacho” para resolver los problemas de violencia en el país y acepte que en México no “vamos bien” ni estamos “de buenas”.
Para muchos esta Navidad será como tantas otras en donde no solo no hubo cambio en condiciones de movilidad social o justicia, sino retroceso. Pensemos en la realidad de los migrantes y en la de los 91 mil niños y niñas que fueron detenidos de enero a octubre de este año. En las familias de los seis estudiantes asesinados en Celaya a quienes el presidente “culpó” por el consumo de drogas; en los pobladores de Texcapilla que como muchos otros mexicanos tienen que enfrentar a los grupos criminales para defenderse de la extorsión por sus cultivos; en los 275 mil afectados por el huracán OTIS que todavía no reciben el apoyo necesario para recuperar lo perdido.
En las familias de los 161 mil 500 mexicanos asesinados del 1º de diciembre del 2018 al 31 de octubre del 2023; en las familias de las personas secuestradas que en promedio son 67 al mes; en las madres buscadoras de las 112 mil personas desaparecidas y no localizadas; en los 35 millones de trabajadores que no tienen acceso a una institución prestadora de servicios de salud, ni tiene seguridad social.
La Navidad para ellos y para muchos que viven la desigualdad y el desamparo será triste. Aunque la riqueza que debe prevalecer es la espiritual siempre es inevitable hacer referencias materiales.
Ojalá el espíritu compasivo prevalezca en todos y compartamos algo de lo que tenemos con los demás. Busquemos la verdadera Navidad, la que Jesús nos regala todos los días en la sencillez, en la humildad y en la paz.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com