ONU cifra más de 670 fallecidos tras la avalancha en Papúa Nueva Guinea. Autoridades trabajan en evacuar a unos 1.250 supervivientes. Testigos tienen miedo de nuevos desprendimientos.
La Organización Internacional para las Migraciones, agencia de la ONU, elevó a más de 670 personas su estimación de muertos de un enorme alud de tierra en Papúa Nueva Guinea.
La cifra revisada se basaba en cálculos de responsables del pueblo de Yambali y la provincia de Enga sobre que más de 150 viviendas habían quedado sepultadas por el siniestro, dijo Serhan Aktoprak, jefe de la misión de la OIM en el país. La estimación anterior era de 60 casas.
“Estiman que más de 670 personas (están) bajo la tierra en este momento”, comentó Aktoprak a The Associated Press.
Las autoridades locales habían dado una cifra inicial de 100 fallecidos o más. Apenas se habían recuperado cinco cuerpos y la pierna de una sexta víctima. El personal de emergencia trasladaba a los sobrevivientes a terrenos más seguros mientras toneladas de terrenos inestables y disputas tribales, extendidos en las tierras altas del país, amenazaban las tareas de rescate.
Mientras tanto, el gobierno de la isla del Pacífico Sur estudiaba si necesitaba solicitar de forma oficial más asistencia internacional.
Los rescatistas habían perdido la esperanza de encontrar sobrevivientes bajo entre 6 y 8 metros de tierra y escombros después de que el deslave arrasara parte del poblado de Yambali, en la provincia de Enga, puntualizó Aktoprak.
“Las esperanzas de sacar a gente con vida de entre los escombros se han reducido”, dijo Aktroprak a The Associated Press. “La gente lo está asimilando, hay un duelo y luto considerable”, añadió.
El equipamiento pesado para desplazar tierras aún no había llegado a la población montañosa 600 kilómetros al noroeste de la capital, Port Moresby.
El gobierno estableció centros de evacuación en terrenos más seguros a ambos lados de la enorme masa de escombros que cubre la zona, y que abarca una extensión del tamaño de tres a cuatro campos de fútbol, además de cortar la principal autopista de la provincia.
“Trabajar entre los escombros es muy peligroso y la tierra se sigue deslizando”, explicó Aktoprak.
Además de la autopista bloqueada, las caravanas que han llevado comida, agua y otros suministros esenciales al pueblo devastado, que está a 60 km de la capital provincial, Wabag, han enfrentado riesgos asociados a los combates tribales en el poblado de Tambitanis, en torno a la mitad de la ruta. Soldados de Papúa Nueva Guinea prestaban seguridad a las caravanas.
Cabe destacar que recientemente ocho habitantes de la zona murieron en un altercado entre dos clanes rivales, en una antigua disputa no relacionada con el deslave. Unas 30 viviendas y cinco tiendas ardieron en los enfrentamientos, según las autoridades locales.
Aktoprak indicó que no esperaba que los combatientes atacaran los convoyes, pero señaló que delincuentes oportunistas podrían aprovechar la situación de caos para hacerlo.
La violencia en la zona ha cuestionado la estimación oficial de que casi 4.000 personas vivían en el pueblo cuando una ladera del monte Mungalo se vino abajo.
Las cifras de heridos y desaparecidos aún se estaban revisando al cierre de esta edición. Siete personas, incluido un niño, habían recibido atención médica, pero las autoridades dijeron no tener detalles sobre su estado.
Las instalaciones médicas de la población quedaron sepultadas junto con más de un centenar de casas, varios pequeños negocios, una casa de huéspedes, una escuela y una gasolinera, según las autoridades.
El ministro de Defensa del país, Billy Joseph, y el director del Centro Nacional de Desastres, Laso Mano, viajaron desde Port Moresby en helicóptero a Wabag para evaluar la situación de primera mano.
Aktoprak esperaba que el gobierno decidiera si solicitaba más ayuda internacional.
Estados Unidos y Australia, un país cercano a Papúa Nueva Guinea y su principal proveedor de ayuda internacional, eran algunos de los gobiernos que se habían ofrecido a asistir a los rescatistas.
Papúa Nueva Guinea es una nación diversa y en desarrollo con 800 idiomas y 10 millones de habitantes, en su mayoría campesinos de subsistencia.
“PROFUNDAMENTE ENTRISTECIDO”
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha trasladado su solidaridad con el pueblo y el Gobierno de Papúa Nueva Guinea tras la avalancha de tierra y rocas que ha dejado al menos 670 muertos.
Guterres, que se ha mostrado «profundamente entristecido por la pérdida de cientos de vidas» y ha expresado «su más sentido pésame a las familias de las víctimas», ha indicado que la ONU y sus socios están apoyando los esfuerzos de respuesta del Gobierno papú. Asimismo, ha subrayado que el organismo internacional está «dispuesto a ofrecer asistencia adicional en este momento difícil», tal y como ha indicado el portavoz del secretario general, Stéphane Dujarric, en un comunicado.
La directora de Care International para el país, Justine McMahon, avisó además de que la avalancha ocurrió en un lugar marcado por recientes luchas tribales que dejaron en febrero en torno a 50 muertos y acabaron expulsando a las comunidades afectadas precisamente a las tierras altas arrasadas por la avalancha.