La realidad de los hechos ha obligado a América Latina a asumir una posición frente a un acontecimiento imposible de ignorar. Quizás algunos hubiesen preferido no tomar partido en un conflicto que a primera vista pudiera resultar ajeno, pero eso no ha sido imposible.
Lo anterior ha quedado plasmado en la actuación de los países latinoamericanos en las Naciones Unidas en donde se han visto obligados a votar en favor de las iniciativas de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Canadá y Australia. Si bien la mayoría ha actuado de esa manera, otros como Cuba, Nicaragua, El Salvador y Bolivia se abstuvieron sobre las resoluciones de la Asamblea de la ONU o de la OEA. Venezuela no pudo votar en la ONU por falta de pago, debe 40 millones de dólares de la cuota de membresía a la ONU.
Si bien es cierto que América Latina no desempeña un papel primordial en ese distante conflicto y en el que sus intereses vitales no se encuentran en juego, también lo es que el antiguo proverbio chino “el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York”, llamado EFECTO MARIPOSA, está presente en los aspectos más fundamentales para cualquier país de cualquier del mundo: en lo político y económico.
Los exportadores de banana de Ecuador, los productores de carne en Colombia y los importadores de fertilizantes de Brasil enfrentan un problema similar: la invasión de Rusia en Ucrania ha puesto en riesgo sus negocios.
Aunque el volumen de negocios de Rusia con América Latina es bajo en comparación con otras regiones del mundo, hay sectores productivos de la región que se están viendo afectados por la guerra. Por ejemplo Rusia y Ucrania compraban casi la cuarta parte de las bananas que exporta Ecuador, pero con la aplicación de las sanciones es muy probable que su negocio enfrente duras consecuencias.
Brasil importa el 24% de los fertilizantes que produce Rusia necesario para sembrar soya y otros productos agrícolas y como sus dos grandes proveedores son Rusia y China, si se quedan solo con uno, tendrán muchas dificultades para conseguir el producto en otros mercados.
En los últimos días el fabricante brasileño Embraer anunció que suspende su servicio de mantenimiento, reparación de piezas y soporte técnico en Rusia, mientras que el Grupo Bimbo, una de las panificadoras más grandes del mundo, suspendió la venta de sus productos en Rusia, así como las inversiones en ese país.
En el año 2021, Rusia exportó US$11.000 millones a la región, mientras que Latinoamérica le vendió productos por un valor de US$8.500 millones, según el Observatorio de Complejidad Económica, (OEC, por sus siglas en inglés).
La mayor parte de las exportaciones rusas a América Latina llegan a Brasil y México, las dos mayores economías de la región.
Los principales productos que Rusia exporta a la región son fertilizantes, acero, petróleo refinado y las vacunas Sputnik, según ese mismo organismo.
El acero es el segundo producto ruso que más importa a América Latina, después de los fertilizantes, un sector que concentra el 40% de los envíos rusos a la región.
Por su parte, la canasta de productos más exportados por Latinoamérica a Rusia la componen frutas, verduras, carnes y pescado. Los países con mayores nexos comerciales son, Brasil que exporta soya, carne, tabaco y café; México que exporta autos, computadoras, cerveza y tequila, mientras que Ecuador le vende bananas, flores y camarones.
El impacto sobre América Latina no es directo, es colateral, está relacionado no solo con la guerra sino también con la crisis en la economía global producida por la pandemia. Con la guerra, los precios de las materias primas se dispararon, especialmente el petróleo, los productos agrícolas y los metales. A primera vista eso beneficia a países petroleros como Brasil, Colombia y Ecuador, y a países exportadores de granos como Brasil y Argentina.
Sin embargo, el aumento de la inflación es uno de los mayores efectos indirectos de la guerra, en América Latina. El problema se encuentra en que el aumento de precios viene acompañado de inflación y de bajo crecimiento económico. Me hace recordar la frase: el perro que se muerde la cola. para aquellos países que exportan petróleo, por ejemplo, los beneficios a mediano plazo se pueden evaporar, considerando que cuando sube el crudo en los mercados internacionales, se produce un efecto en toda la cadena productiva y eso hace que los productos que compra el consumidor final sean más caros.
Al final, como señalé anteriormente, es como el perro que se muerde la cola, es decir, vender más productos básicos y sientes que estás recibiendo más dinero, pero a la vez, esos mismos productos los tienes que usar para fabricar o importar otros a un mayor precio. Un buen ejemplo es México, país que exporta petróleo, pero importa una cantidad importante de gasolina.
Es decir, aunque el comercio entre América Latina y Rusia es bajo, la guerra tendrá un impacto, sobre todo que la inflación suele tener un fuerte efecto negativo en la política de cualquier país del mundo.
Los regímenes como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela dependen de Rusia para evadir las sanciones de Estados Unidos, y esos vínculos financieros se ven complicados por las sanciones que ahora ha impuesto Washington contra Moscú. Y aquellos gobiernos de América Latina que esperaban profundizar los lazos económicos con Rusia tendrán que congelar esos planes, como el Presidente Alberto Fernández de Argentina quien visitó a Putin antes del inicio de la guerra y anunció que Argentina se convertiría en la puerta de entrada de Rusia en América Latina.
En un tono similar, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ofreció la «solidaridad» de su país con Rusia días antes de que se produjera la invasión a Ucrania, señalando: «El presidente Putin es una persona que busca la paz».
En definitiva, la nueva guerra desnuda el dilema primario-exportador de América Latina y su dependencia del mercado mundial como proveedor de materias primas. Si la región va saliendo de la pandemia más empobrecida y desigual de lo que ya era, la guerra en Ucrania coloca más obstáculos para remontar la crisis.