Mientras la guerra que desencadenó Putin, no Rusia contra Ucrania, con conforme este lo planificó y lo ordenó, causando no solo pérdidas invalorables de vidas, desencadenando una ola migratoria que envuelve, no solo a Europa sino a América, destrucción masiva de infraestructura vital para el desarrollo de cualquier país y poniendo en peligro la seguridad del mundo ante la amenaza, que pudiera ser creíble, de una guerra nuclear si no se le atienden sus pedidos.
Tamaña encrucijada en la que ha puesto, a la humanidad, este hombrecillo, solo porque nos oponemos a validar las soluciones que les da a los contenciosos pendientes con otros países, de la misma manera que se hacía siglos atrás o como lo hacía otro desgraciado hombrecillo, Joseph Stalin. Hay que recordar siempre el HOLODOMOR, nunca más un Holodomor que en idioma ruso significa (dar muerte por hambruna), que sucedió de 1932 a 1933 en Ucrania, en aquel momento provincia rusa, cuya gente había confrontado las políticas comunistas de trabajo agrario colectivo y la abolición de la propiedad privada. Se calcula que 3,9 millones de ucranianos murieron de hambre porque Stalin y su gobierno decidieron que esa región necesitaba aleccionar.
Como mencione al principio de este artículo, al mismo tiempo se desarrolla otra guerra cuyo escenario de batalla es el ciberespacio y en el que participan gobiernos, prensa, redes sociales, y el pesado periodismo empírico. Cualquiera con un móvil o una computadora puede crear un hilo en Twitter, abrir un canal de Youtube donde muestre su opinión o publicar una historia viral en Instagram o TikTok.
Es de hacer notar que por la propia gravedad de una guerra, todas las noticias o imágenes parecen importantes. Pero hay que buscar el contexto de lo que estamos viendo para relativizar su impacto dentro del conflicto.
«La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad». La frase, atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. Veinticinco años después, durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill dijo «en tiempos de guerra la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras». Esas dos frases, verdaderas en sus tiempos y en sus contextos históricos, tal vez nunca como ahora son más verdaderas debido a los grandes avances en las comunicaciones.
Un ejemplo de lo anterior se puede mencionar que uno de los primeros videos que se volvió viral, que se incluyó en el montaje compartido por la cuenta oficial de Twitter de Ucrania, fue una representación de computadora de un simulador de vuelo de combate subido originalmente por un usuario de YouTube con 3000 suscriptores. Cuando el sitio web de verificación de hechos Snopes, publicó un artículo desacreditando el video, algunos usuarios de las redes sociales se negaron a creerlo. “¿Por qué no podemos simplemente dejar que la gente crea algunas cosas?”, respondió un usuario de Twitter. “Si los rusos lo creen, generan miedo. Si los ucranianos lo creen, les da esperanzas”. Es decir, y lo digo con toda responsabilidad, hay una lucha entre la información veraz y la información manipulada
Las víctimas de esa otra guerra son la sociedad en general, generando, angustias, desolación, inseguridad pero particularmente desinformación, es lo que se denomina en el área de inteligencia militar, CONTRAINTELIGENCIA dirigida a mal informar al enemigo y de paso a la comunidad en general.
Es tanto así que todo pareciera indicar que las anécdotas que detallan la valentía de la víctima o la brutalidad del agresor. son cruciales en la estrategia de guerra y forman parte de la doctrina de defensa que valora no solo ganar escaramuzas individuales sino como también, los corazones y las mentes de los ciudadanos, y para ello se encuentran las redes sociales que se han convertido en el principal conducto para propagar información, verificada o no. Lo que también les da a las empresas tecnológicas un papel en la guerra de la información convirtiendo a la audiencia tanto en objetivo como en participante, una especie de combatientes.
¿QUÉ HACER? Muy pocas cosas, sobre todo mantener una cierta dosis de escepticismo, verificar la fuente y confirmar que el generador del contenido sea un periodista reputado de un medio más o menos conocido que lo certifica como real.
Les confieso que me siento abrumado, ante tal volumen de noticias contradictorias, limitándome para realizar un análisis real de lo que está sucediendo.