En México el presidente Andrés Manuel López Obrador lamentó el martes 15 de febrero, que “el país viva actualmente tiempos de zopilotes, temporada de canallas: la manera en que los grupos de interés creados se mueven de manera encubierta, soterrada y cómo son capaces de todo, hasta de golpes de Estado”. Recordemos un pasaje de nuestra historia “La decena trágica” que transcurrió del 9 al 22 de febrero de 1913.
Porfirio Díaz fue derrocado en 1911 por un movimiento revolucionario que con valentía comenzó Francisco I Madero. El dictador Díaz fue un feroz represor de obreros, campesinos e indígenas yaquis, mayos y mayas. Llegó al poder luego de rebelarse en contra de Benito Juárez y posteriormente contra Sebastián Lerdo de Tejada, con la bandera de la “No reelección”. Contó con el apoyo de EU para llegar al poder y entregar las riquezas del suelo y el subsuelo a los capitales extranjeros.
Tras tres décadas de dictadura, estalla la revolución y triunfa el 21 de mayo de 1911, luego de un intervalo en el que gobernó el porfirista León de la Barra, llega Francisco I Madero a la Presidencia el 6 de noviembre de 1911.
Apenas gobernó unos 15 meses pues fue asesinado tras la llamada “Decena Trágica” que culminó el 22 de febrero de 1913.
El 9 de febrero, cuando comenzó la rebelión. Fueron liberados Bernardo Reyes y Félix Díaz de la cárcel desde donde organizaban el siniestro complot. Todo gracias a la debilidad de Madero, que les permitía a los prisioneros toda clase de visitas y actuar a sus anchas, en sus narices se cocinó el golpe.
Los sublevados comenzaron su intentona el 9 y ese día el Zócalo quedó sembrado de cadáveres tras el encarnizado combate que se efectuó en la Puerta de Palacio Nacional. Fue trágico, la mayoría de los muertos eran peatones que casualmente pasaban por ahí. Así con gran derramamiento de sangre inocente empezaba el golpe militar de los porfiristas.
El general Manuel Mondragón dirigió las operaciones para liberar de la cárcel de Tlatelolco a Bernardo Reyes y Félix Diaz quienes eran los jefes del alzamiento contra Francisco I Madero. Un regimiento de caballería de los golpistas ocupó Palacio Nacional pero el General maderista Lauro Villar lo recupera rápidamente. Cuando Bernardo Reyes se aproxima al Palacio Nacional, creyendo que estaba en manos de los reaccionarios porfiristas, es acribillado y cae muerto de su hermoso caballo blanco y cayó frente a las puertas de Palacio.
Así empezó el golpe militar contra el presidente Madero. El general Villar quedó herido y fue necesario sustituirlo, eso le abrió la puerta a Victoriano Huerta, quien iba a traicionar a la Revolución.
El terrible complot había sido orquestado por el Embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson quien ese mismo 9 de febrero de 1913, desde la Embajada Norteamericana, organizaba el golpe militar en coordinación con Félix Díaz, Manuel Mondragón y Bernardo Reyes. Al ser muerto Bernardo Reyes los golpistas rechazados se refugian en La Ciudadela, ubicada en Balderas.
El presidente Madero, protegido por los alumnos del Colegio Militar llega en caballo al Zócalo para tomar control de la situación. A esta acción se le recuerda como “La Marcha de la Lealtad”.
En ese complot el Embajador de EEUU Henry Lane Wilson, fue instigado por las compañías petroleras Standard Oil, Royal Dutch, British Petroleum que estaban enojadas porque Madero les impuso un impuesto de 3 centavos el barril en julio de 1912. Las corporaciones y la oligarquía que lo odiaba solo esperaba el momento de acabar con él.
Había que sustituir a Lauro Villar, el 10 de febrero de 1913, Madero salió él solo en un audaz viaje en coche a Cuernavaca para traer al general Felipe Ángeles, regresando con él a la ciudad por el rumbo de Xochimilco y Tepepan. Tenía la intención de darle el mando a él, pero como era general de brigada, quedó a cargo del general de división Victoriano Huerta quien sería un vil traidor y asesino. Mientras que Felipe Ángeles siempre fue fiel al pueblo y a la Revolución.
El 11 de febrero de 1913, el traidor Victoriano Huerta se había unido a la «conspiración de la Embajada Yanki», entonces estando los sublevados arrinconados en la Ciudadela, en vez de rematarlos, se confabula con los alzados y comienza un bombardeo sin distinción donde el blanco no era la Ciudadela, lo que hizo fue bombardear toda la ciudad y a matar civiles. Obuses y granadas destruían todo sin ton ni son, fachadas, teatros, templos, comercio y Madero no se deba cuenta que Huerta hacía de todo menos atacar a los sublevados.
Y es que Victoriano Huerta, famoso por sus crueldades y su alcoholismo, ya obedecía las órdenes de quien mandaba en la conspiración el Embajador Henry Lane Wilson, y al frente del ejército se preparaba para dar el golpe de gracia al gobierno revolucionario. Francisco Madero se vió débil, aislado e indefenso, porque conciliadoramente nombró a Victoriano responsable de la defensa y así se puso en manos del ejército porfirista mientras que había desmovilizado y desarmado a los ejércitos revolucionarios que sí lo podían defender. Lamentablemente Madero le había dado la espalda a Pancho Villa, quien tuvo un conflicto con Huerta en Chihuahua y acabó en la cárcel de Santiago Tlaltelolco, hasta que se escapó. Madero no había querido ni siquiera escuchar a Villa cuando pidió hablar con él. Por otra parte Emiliano Zapata y su ejército del Sur fueron combatidos por su gobierno a sangre y fuego, mandando al siniestro General Juvencio Robles a atacar sin misericordia, hasta que Felipe Angeles logró introducir la conciliación. Así la fuerza de Madero se vio mermada porque por conciliar con la oligarquía no cumplió con lo que prometió en el Plan de San Luis: una reforma agraria y derechos obreros que Madero no impulsó. Por cierto que Emiliano Zapata fue, a pesar de cómo los había tratado, el único que le ofreció su apoyo al presidente arrinconado.
12 de febrero de 1913 el Embajador Yanki, Henry Lane Wilson quien continúa apoyando a los sublevados contra el gobierno de Madero. Se hace acompañar de los embajadores Paul von Hintze de Alemania, Francis W. Stronge de Inglaterra y Bernardo J. Cólogan y Cólogan de España para presionar insolentemente a Madero y ayudar al complot contrarrevolucionario. Se entrevistaron con el presidente exigiéndole sustituir en el control del orden en la capital, a los soldados por la policía, que era de origen porfirista, para hacer a un lado a elementos revolucionarios del ejército. Luego le exigirían a Madero la renuncia, en una intromisión inaceptable y descarada.
El embajador había acordado que tras derrocar a Madero y Pino Suarez, el presidente de México, iba a ser Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz. Huerta llegaría a la presidencia interina solo para entregarle el poder a Díaz. Pero aquel mañosamente, traicionó a todos.
El intuitivo y valiente Gustavo A Madero, había descubierto la conspiración y avisó a su hermano Francisco pero él no le hizo ningún caso. Pagó caro su error. El 18 de febrero de 1913 son arrestados sorpresivamente el Presidente Francisco Madero y el Vicepresidente José María Pino Suarez en Palacio Nacional por Aureliano Blanquet. En la Embajada de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, Victoriano Huerta y Félix Díaz firman el Pacto de la Embajada por el cual desconocen al gobierno de Madero, que había sido electo democráticamente.
Cuando la reacción triunfó la primera víctima fue Gustavo, aprehendido a traición, torturado y muerto.
El 19 de febrero de 1913. El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza convoca a organizar un ejército para defender el orden Constitucional ante la prisión del Presidente Francisco Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez La mayoría de los gobernadores actuaron cobardemente y reconocieron al espurio Huerta salvo el gobernador de Chihuahua Abraham Martínez, mismo que por cierto había reclutado a Pancho Villa en las filas revolucionarias.
El 20 de febrero de 1913, por la tarde, desesperada, Sara Pérez Romero, esposa de Francisco I Madero va a la Embajada de Estados Unidos a solicitar al embajador que no asesinen a su marido y al vicepresidente Pino Suarez. El embajador yanki se rehúsa a interceder y le reclama a Doña Sara: «su marido ha caído porque nunca quiso seguir mis consejos». Madero y Pino Suarez prisioneros firman su renuncia – grave error- creyendo en la promesa de que, a cambio, sería transportado a Veracruz y enviado a salvo a Cuba junto con su familia.
El 22 de febrero de 1913 fueron asesinados Madero y Pino Suarez, por la espalda y a traición, cuando supuestamente los iban a trasladar a otra cárcel. Tras el asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suarez, Victoriano Huerta usurpó el poder, estableció un gobierno de facto e impuso su dictadura que defendía a la oligarquía y reprimía al pueblo.
Antes de morir el 22 de febrero de 1913, estando prisionero Madero reconoció ante Federico González Garza que también estaba preso: «Como político he cometido dos grandes errores, que son los que han causado mi caída: haber querido contentar a todos y no haber sabido confiar en mis verdaderos amigos. ¡Ah! si yo hubiera escuchado a mis verdaderos amigos, nuestro destino hubiera sido otro muy distinto; pero atendí más a quienes no tenían simpatía alguna por la revolución y hoy estamos palpando el resultado. Conciliar con los porfiristas y darles la espalda a los revolucionarios como Zapata y Villa y al cumplimiento de las demandas del pueblo fue su perdición.
Eso costó muy caro. Pero gracias a la lucha revolucionaria el usurpador Huerta quien fue presidente de facto en 1913 y 1914 fue derrotado finalmente, clave en la victoria fue la toma de Torreón y Zacatecas por la División del Norte de Francisco Villa y la toma de Cuernavaca por el Ejército Revolucionario del Sur encabezado por Emiliano Zapata.
La victoria contra los porfiristas abrió paso a las transformaciones revolucionarias y a una nueva Constitución que fue en su momento la más avanzada del siglo y reconocía derechos sociales y laborales, así como el predominio nacional sobre suelo y subsuelo, lo que daría lugar a la expropiación petrolera y la reforma agraria por parte de Lázaro Cárdenas. Grandes experiencias a tomar en cuenta.