No cabe duda, Andrés Manuel sabe cómo encender el ánimo político. Sus declaraciones a unos preocupan, a otros enojan y a sus seguidores enamoran. Ahora, salió con la novedad de contar con un testamento político en el que dejará instrucciones para la continuidad de su proyecto de transformación en caso de que falleciera sin terminar su periodo presidencial.
Un testamento político es un documento en el que su autor, normalmente líder de estado, deja instrucciones para que sean cumplidas por sus seguidores. El diccionario lo define en dos vías: continuidad de visión y justificación de la actuación política que han llevado a cabo. En algunos, los mandatarios señalan a sus sucesores.
Es en sí, resultado de quienes están enfermos de poder y se creen poseedores de la verdad, de los bienes del país que gobiernan y, por lo tanto, desean trascender su ejercicio y filosofía política. No quieren estar en el olvido. Creen estar en una posición superior a los demás.
AMLO se concibe como “el político” mexicano que en su imaginario trasciende en la historia por su gobierno que ha logrado desterrar vicios pasados y construir un México prospero.
Después de someterse a un cateterismo cardiaco, el presidente expresó que cuenta con un testamento político pues no puede “dejar un país en un proceso de transformación, no puedo actuar, por responsabilidad…sin tener en cuenta la posibilidad de una pérdida de mi vida, ¿cómo queda el país? Tiene que garantizarse la gobernabilidad, entonces tengo un testamento para eso”, declaró.
Han dejado testamentos políticos, Lenin en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), López de Santana en México, Hitler en Alemania, Francisco Franco en España, Juan Domingo Perón en Argentina, Augusto Pinochet en Chile y Hugo Chávez en Venezuela. Como diría mi abuela, “pura canela fina”.
En México, la Constitución prevé claramente quién y cómo debe suceder al presidente en caso de que fallezca. El artículo 84 señala que, en caso de la falta absoluta del titular del Poder Ejecutivo, el secretario de Gobernación, en este caso Adán Augusto López, es quien asume provisionalmente la presidencia. Si la falta absoluta del presidente ocurriese en los dos primeros años, el Congreso de la Unión se constituirá inmediatamente en Colegio Electoral y nombrará en escrutinio secreto y por mayoría absoluta de votos, un presidente interino.
El presidente provisional no podrá remover o designar a los secretarios de Estado sin autorización previa de la Cámara de Senadores.
Mientras que, si la ausencia acontece en los cuatro últimos años de la administración, el Poder Legislativo debe designar a un presidente substituto, quien concluirá el período del presidente ausente.
Entre los requisitos del sucesor está el no ser secretario o subsecretario de Estado, fiscal General de la República, ni titular del poder Ejecutivo de alguna entidad federativa, a menos de que se separe de su puesto seis meses antes del día de la elección.
En el caso de AMLO son evidentes varias cosas: Luce frágil en su salud y lo sabe; su ego es enorme; su autoritarismo es peligroso; la Constitución le vale; se siente dueño del país; quiere seguir mandando; y sabe cómo distraer y manejar la atención de la opinión pública.
Su testamento tiene carácter político, no tiene efecto jurídico ni trascendencia constitucional. Entonces, podría ser interpretado como mensaje a Morena, a sus congresistas y partidarios. Seguramente deja instrucciones de a quién dejar y qué proteger; cómo deberían de votar (en su caso). El mensaje es claro mientras él siga al frente: “hay línea qué seguir”.
Por lo pronto dijo estar bien, y de buenas. “Vamos adelante, a trabajar esta semana y este fin de semana, vamos a la supervisión del Tren Maya”, comentó. Ojalá no recaiga en su salud por el sobrecosto y la afectación brutal de árboles de esta obra.
Así las cosas.