Hace poco leí una expresión, con relación a la legalización del aborto, referente a las mujeres que no desean ser madres: “La maternidad te sepulta” el tema me volvió a hacer ruido después de ver la película La hija oscura en inglés The Lost Daughter actualmente en sistema streaming.
Confieso que la frase y el filme me impactaron muchísimo por la fuerza emocional que contienen, pero sobre todo por la realidad que expresan, realidad que quizá no se conoce lo suficiente. Es la situación de quienes son madres, sin querer serlo, y viven un infierno en el que hay puros perdedores, porque la madre que no quiere serlo y el hijo que no tiene el amor genuino de ella experimentan desamparo. ¿Cómo salvar a un hijo de su propia madre?
Pero es verdad, hay mujeres que no desean vivir la maternidad lo cual es válido y debe ser respetado. El tema se vuelve problema crítico cuando tienen hijos y no asumen la responsabilidad de haber dado el “el sí”.
¿Cuántas mujeres podrán reconocer que se lamentan de ser madres? No me refiero a quienes viven la maternidad desde la enfermedad, desapariciones, cárcel o situaciones adversas, sino a aquellas que la ven como una lucha entre la realización personal y la responsabilidad filial. Aquellas que se niegan a ser etiquetadas como “mala mujer” o “egoístas” y viven con el sentimiento de culpa.
En una encuesta realizada en 2016 en Alemania, el ocho por ciento de un total de mil 200 consultadas dijo que lamentaban haberse convertido en madres. En México desconozco si se tiene un dato similar, el más cercano que encontré fue el que señala la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018 (ENADID) en donde solamente el ocho por ciento de las mujeres entre 45 y 54 años no había tenido nunca un hijo o hija; entre este pequeño grupo, el 66 por ciento no quería decendencia.
Brenda Navarro en la novela Casas Vacías expresa con mucha crudeza esta realidad cuando en voz de uno de sus personajes señala: “Hay quienes nacemos para no ser buenas madres y, a nosotras, Dios debió esterilizarnos desde antes de nacer”.
En lo personal, creo que la maternidad revive; es experimentar una fuerza que va más allá del ser, es la vivencia más maravillosa del amor que madura conforme al crecimiento de los hijos. Pero, sí, se requiere voluntad y desear ser madre para asumir con amor y compromiso las responsabilidades que implica. También es cierto que quien decide no ser madre, puede experimentar el amor y la vida plena mediante otras formas.
Hay muchas aristas en el tema. En principio, a nadie se le debe obligar a ser mamá, pero eso no necesariamente significa abortar; tampoco implica abandonar a los hijos ni justificar la violencia hacia los hijos. Tampoco equivale a afirmar que el camino de la maternidad es un cuento de hadas y que toda mujer está llamada a vivirla. Significa tomar la decisión acertada en tiempo, capacidades y competencias. El camino no es fácil, lo único cierto y permanente es la duda de si se estará haciendo lo correcto con los hijos.
La maternidad requiere compromiso, responsabilidad, atención, calidad de vida, asegurar salud, alimentación, casa y educación para los hijos. Ciertamente, no es “o tú o yo” y menos cuando se compite con personas, los hijos, que no pueden defenderse por sí mismos en edad temprana. La maternidad, como toda decisión, exige renuncia, pero surgen otros espacios y oportunidades de realización que es necesario tener la disposición para advertirlos.
Vocación y decisión. No es fácil, pero es posible. El apoyo de la pareja es fundamental.
La BBC Mundo publicó hace tiempo un reportaje sobre el tema con declaraciones muy reveladoras de tres madres:
“…si lo hubiera sabido, no los habría tenido… sientes que no has sido una buena madre y esa es una culpa que siempre te acompaña”.
» …podría haber tenido una mejor carrera… resentía su intrusión en mi tiempo».
“Era deprimente…parecía que no tenía la capacidad de ser este tipo de madre cariñosa y calurosa…”
El planteamiento de la película que protagoniza Olivia Colman, excelente actuación, refiere a una joven madre que, aunque sí ama a sus hijas, decide dejarlas al amparo de un padre irresponsable para seguir su carrera profesional. En la madurez de la vida se cuestiona si hizo lo correcto y la lleva a comportamientos que reflejan su afectación emocional y sentimiento de culpa.
Muchas mujeres son madres por presión social y por temor a ser juzgadas y etiquetadas como malas. O simplemente por aprovechar su reloj biológico.
La maternidad sepulta al egoísmo. Esto no supone madres perfectas, no las hay. Y el discurso de “ser madre es lo mejor”, ya está en desuso, justamente por la libertad de decisión.
Si no hay seguridad por la maternidad se debe prevenir para cuidar el embarazo. “Probar” la experiencia puede ser muy lastimoso y desventajoso para los hijos.
La película es complicada pero buena. Una excelente oportunidad de reflexión.
Así las cosas.