Estamos terminando el año 2021 y daremos comienzo a un año más. Sería bueno recordar, refrescar la memoria o aprender sobre esta historia que muchas veces no le damos importancia.
El primer día del Año Nuevo, es una de las fiestas más antiguas y universales que se conoce, y viene acompañada de numerosos ritos, ceremonias y festejos, según la religión o creencias de quien la practique.
Según viejas tradiciones, el Año Nuevo fue celebrado hace más de 5.000 años. Los egipcios, Fenicios y persas (primera cultura en el Oriente) lo festejaba el DÍA del equinoccio del otoño (21 de septiembre). Los griegos (primera civilización en Occidente) lo festejaban el DÍA del solsticio de invierno (21 de diciembre).
Para los cristianos devotos, es una tradición que en estas fechas se celebran servicios religiosos en las Iglesias, aunque con mucho pesar, ahora que estamos viviendo la pandemia, se lleguen a celebrar estos actos, ya que la mayoría de las Iglesias han limitado algunas celebraciones.
En mi país, Ecuador, la fiesta de año viejo es una antigua tradición en la que simbólicamente se queman los fracasos, penas y enojos del año que termina, para dar la bienvenida a la esperanzas y resoluciones del año que entra. ¿Y cómo se hace esto? En el último día del año se elabora un muñeco de trapo relleno de paja, aserrín o trapos viejos, con artefactos pirotécnicos dentro del muñeco, que se viste con ropas viejas, y específicamente se elabora a un anciano con pelo canoso y arrugas, con expresión triste o lastimera en la careta. Estas caretas se elaboran con el rostro del personaje que se quiere quemar. En muchos casos, este muñeco hace representación a individuos que irritan al pueblo, como los políticos. A estos muñecos, se les prenden notas que explican por qué deben quemarse y que cambios y mejoras se desean para el año nuevo. También, se hacen caretas de personajes famosos populares y notorios en la localidad o región donde se vive.
Antes de quemarlos, mujeres y hombres se disfrazan de viudas con ropas negras. Estos llevan al monigote de puerta en puerta, llorando y dando lamentos por la inminente muerte del viejo. Se designa un notario que da lectura al testamento dejado por el viejo, para repartir la herencia acumulada durante el año; quien deja bienes, cualidades, defectos y penas. Todo esto con mucho humor y sarcasmo. Los temas son generalmente políticos, de corrupción, deportivos, sociales y de farándula.
En la historia del Ecuador, sobre estos muñecos o monigotes, señalan que la existencia de estos, ocurrió en 1895 cuando una epidemia de fiebre amarilla azotó a los guayaquileños, justo a fin de año. Y como medida sanitaria, confeccionaron atados de paja y ramas con los vestidos de los difuntos, para quemarlos en la calle el último día del año y ahuyentar así la peste y la desesperanza.
Y así fue, la representación de lo viejo, y el inicio de lo nuevo; de dejar el pasado y de proyectar el futuro. Desde allí, la idea de hacer estos monigotes año tras año, hasta el día de hoy.
En las diferentes ciudades de Ecuador, se realizan concursos de estos muñecos. Los dueños se esmeran en hacerlos lucir bien confeccionados, de buena calidad y de manera caricaturesca, con sus propias leyendas de los hechos más destacados.
Por último, a las doce de la noche del 31, se da inicio a la quemazón de estos muñecos, con bastante petardos, aclamaciones, aplausos, vítores, risas y bocinas de automóviles que van sonando por los barrios de la ciudad, anunciando el año nuevo.
Después de la incineración de los viejos, las familias se reúnen en sus casas, a celebrar, con una suculenta cena, con pavo y pierna de cerdo horneado, pasteles de plátano verde, hallacas y el ponche muy tradicional que se toma en Navidad y en Año Nuevo. Se termina con la parranda, hasta el amanecer.
FELIZ AÑO NUEVO, AMIGOS