Chile dio, el domingo 19 próximo pasado, un paso histórico eligiendo al candidato de la izquierda, Gabriel Boric, como nuevo Presidente de ese país, con el 55,87% de los votos, en un momento de crisis política e institucional. Ese voto dejo claro que el discurso conservador enarbolado por José Antonio Kast quien obtuvo el 44,13%, no pudo impedir que en las urnas se impusiera la evidencia de que Chile aposto por una renovación de liderazgo que permita salir del atasco político y social en el que se encuentra.
Boric será el primer presidente que no forma parte de los dos grandes bloques (centro-izquierda y centro-derecha), que se alternaron en el poder desde el retorno a la democracia en 1990. Y es también el primer candidato que remonta en el balotaje tras no haber ganado en la primera vuelta, en la que se impuso Kast.
La ventaja fue mucho mayor de la esperada en unos comicios polarizados, a dos años de un estallido social que abrió la puerta a la redacción de una nueva Constitución. Boric, a diferencia de Kast, respalda el trabajo de la Convención Constituyente, y su llamada agenda transformadora sintoniza con el sentir mayoritario de los chilenos, que tras el estallido social de 2019, la pandemia han reclamado mayores derechos sociales, más presencia del Estado y cerrar la desigualdad que no ha corregido el crecimiento económico del país en los últimos años.
La pregunta siempre será la misma, en cualquier parte del mundo, en una situación semejante, por supuesto: ¿Qué PASO?
Y la respuesta, igualmente será la misma: EN POLITICA TODO SE PAGA, MAS AUN CUANDO SE TRATA DEL BIENESTAR DE LA POBLACION. Particularmente cuando los gobiernos no se dan cuenta que para administrar un país hace falta más que ruedas de prensa, promesas vacías, permisividad para que pocos disfruten de la riqueza de todos.
El antecedente inmediato de este resultado electoral lo podemos encontrar en que Chile se convirtió, en las últimas décadas, en una de las economías latinoamericanas que más rápido creció, y que ha sido un ejemplo para la región, ello se debió a que creo un marco económico sólido, que le permitió atenuar los efectos de un contexto internacional impredecible. Sin embargo, al mismo tiempo, más del 30% de la población es económicamente vulnerable y la desigualdad de ingresos siguió siendo elevada, según datos aportados por el Banco Mundial.
Así mismo, la constitución, aún vigente, data de hace cuarenta años, cuando Chile aún estaba gobernado por el dictador Augusto Pinochet. Fue aprobada en un plebiscito nacional, redactada en gran parte por economistas chilenos neoliberales que concentró el poder, en gran medida, en manos de la élite política y empresarial de Santiago, que prosperó magníficamente mientras que el resto del país se quedó atrás.
Está marcada desigualdad generó un fuerte resentimiento entre los chilenos de la clase trabajadora, debido a un sistema de salud y educativo público deficiente. Para que tengan una idea, según el Banco Mundial, en 2020, la brecha de desigualdad de ingresos alcanzo un 65 por ciento más alta que el promedio entre los 37 países miembros de la OCDE, organización a la cual pertenece Chile. PALABRAS MAS PALABRAS MENOS ESA FUE LA CAUSA DEL RESULTADO ELECTORAL DEL DOMINGO 19 DE DICIEMBRE DE 2021.
El nuevo presidente, compartirá poder con el Congreso y con la Convención Constituyente y eso puede generar tensiones y muy en particular en el proceso constituyente se juega parte de su destino. Se espera que a mediados de 2022 se celebre un plebiscito en el que la población aprobará o rechazará el texto que redactan ahora los 155 miembros de la Convención.
Vale la pena hacer notar que uno de los mayores problemas que encontrará en su gestión de gobierno será que ni la izquierda ni la derecha tiene el control de las cámaras del Congreso, por lo que cualquier ley deberá contar con apoyos de ambos bandos. Lo cual no es malo per se, ya que habrá que negociar, tendrán que convivir con el check and balances. El presidencialismo fuerte como es conocido en America Latina, tendrá que tomar unas largas vacaciones.
Lo anterior convertirá en desafío la implementación de las políticas que el nuevo presidente quiere poner en práctica, además de gobernar sin mayoría en el Congreso, deberá mantener el apoyo de la coalición electoral que lo llevó al poder, establecer un puente de diálogo con el empresariado y navegar en el mar del frenazo económico.
Respecto a la agenda que se propone desarrollar al asumir en marzo próximo ella va desde modificación de la política impositiva hasta la protección de los derechos humanos, pasando por el sistema de salud, educación, reforma laboral y reforma del sistema de pensiones hasta la reivindicación de aquellos que fueron reprimidos en las manifestaciones del 2019 que casi destruyen al país.
Esa vieja agenda es la que lo llevo a la captación del voto chileno. No digo que no se pueda cumplir, todo lo contrario, pero hace falta mas que buenos deseos para llevarla a buen fin, porque está de por medio una estructura económica que llevo a ese país a ser el ejemplo de America Latina y su cambio pudiera ser muy doloroso, para unos y para otros y además le haría falta mas de 4 años de gestión continua.
Una de las grandes interrogantes es el peso que tendrá el Partido Comunista en su gobierno. El regreso del comunismo de la mano de Boric y del pinochetismo de la de Kast fueron fantasmas constantes en la contienda más polarizada que ha vivido Chile desde el regreso a la democracia en 1990. Esos fantasmas estuvieron detrás de la opción que tomaron muchos votantes.
No obstante es una pregunta que se hacen y le hacen miles de chilenos al nuevo presidente, ya que hay el temor latente que Chile se convierta en la nueva Venezuela. Sin embargo, hay que señalar que no es la primera vez que el Partido Comunista es parte de un gobierno, como en la administración de Michelle Bachelet (2014-2018), donde fue uno de los partidos de la coalición oficialista Nueva Mayoría o si aumentará, asumiendo ministerios importantes o un sustancial control de la agenda programática.
Muchos analistas, además, hacen hincapié en la que la nueva generación de comunistas chilenos tiene más que ver con una agenda progresista de cambio social que con los viejos modelos comunistas, esperemos que esos analistas no estén equivocados.
Finalmente, y en cualquier caso, el nuevo presidente de Chile tendrá que cultivar el arte del equilibrio o del FONANBULISMO, como le llaman aquellos expertos en ese arte. Tiene frente a él una sociedad que espera mejoras inmediatas en su economía, golpeada por la pandemia, y al mismo tiempo que dé soluciones a problemas estructurales muy antiguos. La amenaza de la frustración puede ser el principal lastre a una gestión que ha creado las mayores expectativas desde el regreso a la democracia en 1990.
Desde esta columna, le deseamos al señor Gabriel Boric, presidente electo de chile, el mayor y mejor de los éxitos.